Lali abrió la puerta de la oficina y sintió un gran alivio al
comprobar que era la primera en llegar. Colgó su abrigo con presteza
y se sentó, dándose un momento para recuperarse.
Se había acostado con su jefe, y había sido una experiencia mágica
e inolvidable, pero ese día tenía que trabajar con aquel hombre y
pretender que nunca había sucedido. El domingo por la mañana, al
despertarse, el espacio junto a ella en la cama estaba vacío. No
encontró ninguna nota, no hubo ninguna despedida... nada. Peter
había obtenido lo que quería y se había ido. Por respeto hacia sí
misma, Lali decidió que no mostraría que su deserción la había
dejado dolida y confusa, aunque seguramente no podría ocultarlo.
Con veintinueve años, divorciada y con una hija de seis años, Lali
ya no era una ingenua. Sabía cómo funcionaban los romances de
oficina: uno se liaba con un compañero asumiendo el riesgo de que
tarde o temprano la relación personal influía en el trabajo; uno de
los dos terminaba por marcharse cuando las cosas se ponían
difíciles, o si se quedaba, el trabajo se convertía en un infierno.
Lali no tenía ningún deseo de que aquello le sucediera a ella, así
que le aseguraría a Peter que ella no iba a reclamarle nada ni
hacerle sentir incómodo. Toda aquella charla sobre establecerse en
Londres había sido eso: charla.
Lali ahogó un suspiro. Peter podía haber tenido un poco de
dignidad... No podía marcharse como si nada, aunque acostarse con
ella no hubiera significado nada para él.
De todas formas, no tenía sentido tomárselo a la tremenda. Se
obligaría a decirle a Peter que todo estaba bien, así él no
tendría que andarse con miramientos, ni sentiría que se había
aprovechado de ella. Lali era adulta y se iba a comportar como tal.
Aunque se le partiera el corazón.
Al oír voces en el pasillo, se irguió en la silla y se puso a
ordenar la pila de papeles que había sobre su mesa. Peter entró
seguido por Richard Akers.
–Buenos días, señorita Esposito.
La formalidad del tono de su voz no pilló por sorpresa a Lali, pero
le dolió igual. Diciéndose que probablemente era mejor así, los
sentimientos de Lali se vieron envueltos en un nuevo torbellino
cuando vio que Peter le guiñaba un ojo, y le dirigía una leve
sonrisa.
–Buenos días.
Dirigió su respuesta a los dos hombres, pero no le sorprendió que
Richard Akers apenas la mirara. Aquel hombre tenía reputación de
ser un amargado, pero por una vez Lali no se preocupó. Su cabeza
estaba en las nubes porque Peter le había guiñado un ojo. Patético.
La reunión con Richard se eternizó durante dos interminables horas.
¡No le extrañaba que Nicolas Riera se hubiera dado a la bebida si
trataba con Richard Akers todos los días!
Peter había empezado el día sintiéndose optimista y lleno de
energía, pero en aquel momento estaba de bastante mal humor y
necesitaba urgentemente tomarse un par de tazas del excelente café
que preparaba Lali. Por no mencionar la necesidad de ver a aquella
mujer. Si le dirigía la palabra, claro.
Debería darse de patadas por haberse marchado tan temprano el
domingo por la mañana, sin ni siquiera despertarla para despedirse.
Si quería darle a Lali la impresión de que era un interesado sin
corazón, que jugaba con sus sentimientos, sin duda lo había
logrado. Se había comportado de manera casi automática, reconoció
avergonzado, pero le había invadido un absurdo pánico al sentir que
su vida estaba tomando una dirección para la que no estaba seguro de
estar preparado. Había necesitado caminar y pensar, y después
caminar un poco más. El ejercicio le ayudaba a centrarse.
Peter se había pasado todo el día tratando de
ordenar sus pensamientos. Al caer la noche, había tomado la decisión
de que iba a dar una oportunidad a la relación con Lali. Entonces
Peter había sentido la urgente necesidad de telefonearla para que
supiera que la noche del sábado había sobrepasado todas sus
expectativas de lo que sería hacerle el amor. Desafortunadamente,
Lali no estaba cuando la llamó, y aunque había seguido intentando
dar con ella a lo largo de la noche, nadie contestó al teléfono. A
Peter le fastidió que no tuviera ni siquiera un contestador para
dejarle un mensaje, así que decidió que hablaría con ella en
cuando tuviera la oportunidad.
En consecuencia, se había pasado el resto del domingo preguntándose
dónde estaría ella todo ese tiempo, y con quién. Era consciente de
que se estaba enamorando profundamente de ella, pero estaba
absolutamente decidido a dejar que las cosas siguieran su curso, sin
anticipar la ruptura por primera vez en su vida.
El panorama que encontró Peter al salir del despacho dibujó en su
cara una sonrisa de oreja a oreja: el voluptuoso y encantador trasero
de Lali, dentro de su ajustada falda negra, se movía bajo la mesa,
donde Lali estaba buscando algo.
–¿Necesitas ayuda?
El sonido de la voz divertida de Peter sorprendió a Lali, que se
golpeó la cabeza con la mesa. Sintiendo que enrojecía, salió de la
zona de peligro y se puso rápidamente en pie.
Su oscuro cabello escapaba de nuevo de las ataduras de la coleta, y
sedosos mechones le caían por la cara. El deseo que se había
apoderado de Peter al ver el trasero bajo el escritorio aumentó
hasta niveles casi dolorosos.
–Estaba buscando mi estilográfica.
Levantó la pluma para que él la viera, y la dejó sobre la mesa,
tratando de ocultar su vergüenza: ¡qué momento tan indigno para
que Peter la hubiera sorprendido!
–Fue un regalo de Allegra, y no quería perderlo.
–Lo entiendo perfectamente.
Acercándose, Peter hizo ademán de acariciarle el pelo.
Sobresaltada, Lali dio un salto hacia atrás, y nerviosamente se
alisó la falda y se arregló el cinturón mientras intentaba calmar
su confusión.
–Estaba a punto de preparar café. Antes no tuve
oportunidad, cuando Richard Akers estuvo contigo.
–Gracias a Dios que se ha ido –sonrió–, ese
hombre aburriría a toda Inglaterra.
Lali intentó sonreír, pero los músculos de su cara no funcionaban.
Peter la abrumaba, ése era el problema: con sólo mirarla, ella
dejaba de pensar con claridad. No estaba dispuesta a que se le fuera
la cabeza por un hombre para quien sólo había sido una diversión,
nada más. Tantos años sin disfrutar de las caricias de un hombre la
habían dejado vulnerable al primer hombre que la había atraído de
verdad desde Pablo, y ahora tenía que pagar el precio. Ojalá él no
siguiera allí delante mirándola, con aquella sonrisa tan sexy
volviéndola loca.
–¿No me merezco ni un pequeño beso de buenos
días?
Con gran desenfado, Peter cubrió la distancia que los separaba y
deslizó sus manos sobre los brazos de Lali. Temblando de nervios,
Lali echó una mirada preocupada a la puerta.
–No, no te lo mereces. El mensaje del domingo, cuando me levanté y
ví que te habías marchado, fue alto y claro: lo que tuvimos fue
sólo sexo, una aventura de una noche. Pero no te preocupes, Peter,
no voy a complicarte la vida. Algunos sabemos actuar con un poco de
dignidad.
–Sé la impresión que te di –enrojeciendo,
sacudió la cabeza–, pero tenía mucho que pensar acerca de ti y de
mí.
–¿Y a qué brillante conclusión has llegado?
No pudo evitar el tono mordaz. Su acción la había hecho sentirse
como si ella no valiera nada, él la había utilizado. No importaba
que el sexo hubiera sido fantástico.
–He decidido que quiero intentar una relación seria contigo. Eso
incluye conocer a Allegra. Te estuve llamando el domingo por la noche
para decírtelo, pero no di contigo.
–Me dolía la cabeza, desenchufé el teléfono.
Su tono fue frío y distante. Peter no se inmutó:
–¿Y bien? ¿Qué te parece lo que acabo de
decir?
–¿Que qué me parece? –Lali se apartó de él, cruzándose de
brazos– que estás jugando conmigo. ¿Sabes lo cruel que es eso,
Peter? Tú ríete de gente como Nicolas, que se preocupan demasiado,
pero él por lo menos no creo que haya utilizado a nadie
conscientemente.
–¡Yo no te he utilizado!
–¿Ah, no? –inclinó la cabeza hacia un lado y
lo miró amargamente–. ¿Entonces cómo llamas a tener sexo con una
mujer y marcharse a la mañana siguiente sin ni siquiera decir adiós?
Las cosas no iban exactamente como había planeado, pensó Peter con
frustración.
–Nunca había perseguido a una mujer –admitió, con voz grave–.
¿No te parece que si estoy yendo detrás de ti con tanta insistencia
es porque creo que hay algo más que sexo? ¿Qué otro hombre iría a
buscarte a un parque de juegos infantil? Estoy hablando en serio de
nosotros, Lali, quiero que tengamos una relación en condiciones,
¿por qué no me crees?
–Porque no confío en ti.
Ya estaba, lo había dicho. Y curiosamente no se sentía mejor.
Observó a Peter: era un buen actor, parecía destrozado...
De repente Lali se sintió terriblemente cansada de aquellos juegos:
–Tengo trabajo.
Miró hacia la puerta de nuevo, deseando que se
acabara aquel momento tan incómodo para los dos. El corazón le
latía con fuerza ante la idea de que su relación no iba a ningún
sitio después de todo. Algo le dijo que no iba a poder recuperarse
tan fácilmente de aquel desengaño.
–Entonces, ¿no vas a darme la oportunidad de
enmendar mi error?
–No hay nada que enmendar. Ambos somos adultos.
Sabía lo que estaba haciendo tan bien como tú. Olvídalo. Yo lo voy
a hacer.
–Mentirosa.
Repentinamente, Lali se encontró atrapada fuertemente contra el
pecho de Peter, y todos sus sentidos se centraron en él. Lali sintió
sus pezones duros, anticipando sus caricias, recordando aquella boca
sobre ellos, su calor, la forma en que la había hecho estremecer...
–¿De verdad crees que puedes olvidarme tan
fácilmente?
Bajando la cabeza, Peter depositó un beso explosivo en el hueco
entre el cuello y la clavícula de Lali. Ella sintió un apasionado
ardor recorrerla hasta la punta de los pies y de vuelta, y tuvo que
morderse el labio para ahogar un gemido.
–Eres un hombre implacable, Peter. Hasta ahora no sabía lo
implacable que eres.
Soltándose con dificultad de su abrazo, se sentó detrás de su
escritorio y se puso a examinar papeles nerviosamente.
–¿Por qué?, ¿porque voy detrás de lo que
quiero? –preguntó, frunciendo el ceño.
Lali tomó aliento:
–Porque no te importa si haces daño a alguien
durante el proceso –dijo suavemente.
Estaba equivocada, pensó Peter amargamente. Se arregló el cuello de
la camisa y suspiró:
–No quiero hacerte daño, Lali. Si actué como un bastardo el
domingo fue porque, hasta ahora, la idea del compromiso no me
entusiasmaba precisamente. Pero no quiero perderte. ¿Qué dices, nos
damos otra oportunidad? Iremos poco a poco, ¿eh?
La expresión de ella mostraba su conflicto interior. Peter esperaba
impaciente su respuesta.
–¿Entonces no me estabas utilizando? Conozco tu
reputación.
El corazón de Peter casi se paró:
–Te juro que no... ¿Cuál es mi reputación?
Incómoda por el giro que daba la conversación, Lali volvió a mirar
a la puerta.
–Mira, Peter, sé que no te van las relaciones a largo plazo, y no
te culpo por ello. No voy a complicarte la vida. Lo pasado, pasado.
Lo mejor es olvidarnos de todo.
La mirada azul de Peter se tornó glacial.
–Creía que no te gustaban los cotilleos... Es
evidente que has oído cosas que te hacen dudar de mis intenciones, y
no crees que pueda querer ir en serio contigo.
–Ahora mismo no sé qué creer.
De nuevo, Peter se maldijo a sí mismo por haberse marchado. Ahora le
iba a costar mucho convencerla de que no era el bastardo inmoral que
obviamente ella creía que era.
–¿Puedes conseguir que tu madre cuide de Allegra esta noche?
Lali lo pensó rápidamente, notaba su frente sudando.
–Casi seguro... Sí, seguro que no le importa.
Pero, ¿por qué?
–Voy a llevarte a cenar para que podamos hablar
como adultos civilizados, lejos de la oficina y lejos de cotilleos.
Te recogeré hacia las siete y media, ¿te parece bien?
Lali asintió.
–Bien. Hasta entonces, te estaría muy
agradecido si hicieras algo de café... Ah, y también estaría bien
si pudieras transcribir las notas de la reunión de la junta pasada y
dármelas.
La puerta se cerró detrás de él con rotundidad, dejando a Lali
sola contemplando los papeles en sus manos sin ser capaz de leer ni
una línea.
Por la noche, a las ocho menos cuarto, ataviada con su vestido negro
favorito y maquillada lo mejor que sabía, Lali se sentó en el
sillón bebiendo nerviosamente de una copa de vino blanco. Peter se
retrasaba, pero aquello no significaba que no fuera a aparecer, ¿no?
Antes de que salir de la oficina, Peter la había avisado de que iba
a pasar por la zona del puerto para ver al contratista antes de ir a
su casa. Tenían mesa reservada a las ocho y había prometido que
sería puntual.
–Estoy preparada, señor Lanzani –dijo en alto, rompiendo el
silencio– ¿Y usted dónde está?
Pasaron las ocho sin que Peter diera señales de vida. Lali fue
resignadamente a la cocina y tiró en la pila lo que quedaba de su
copa de vino. ¿Por qué no había acudido a la cita? ¿Pensaría él
también que una relación entre ambos no era tan buena idea, después
de todo?
El dolor del rechazo la golpeó como un puño en el estomago. Se
apoyó en el fregadero, y trató de contener las lágrimas. Por lo
menos las cosas no habían ido muy lejos: al menos Allegra no había
tenido tiempo de encariñarse de Peter y él todavía no formaba
parte de sus vidas.
Finalmente, se secó los ojos con el dorso de la mano, apagó la luz,
tomó la chaqueta y las llaves del coche y se fue a casa de su madre
para recoger a su hija.
Llegó pronto por la mañana, y se alegró de que no hubiera rastro
de Peter. Lali trató de distraerse sumergiéndose en el trabajo:
encendió el ordenador, y se concentró en las notas de la junta que
le quedaban por transcribir y que Peter le había pedido.
Empezó a especular sobre aquel hombre. ¿Dónde estuvo la otra
noche, y por qué había faltado a su cita? Ni siquiera había tenido
la decencia de llamarla para cancelarla. La había decepcionado por
segunda vez. No le daría una nueva oportunidad.
Mordiéndose el labio distraídamente, Lali leyó al menos tres veces
lo que había en el monitor, sin enterarse de lo que estaba leyendo.
¿Era aquello un avance de lo que vendría después? ¿Estaba
destinada a pasar el resto de sus días laborables con aquel hombre,
sintiéndose como una adolescente enamorada?, ¿inmersa en confusión
cuando él estaba cerca, con un nudo en el estómago cuando no lo
estaba?
–Hola, Lali.
Levantó la vista y vio a Mary entrar corriendo en la habitación,
nerviosa.
–¿Qué pasa?
–¿No te has enterado?
–¿De qué?
–De lo que le ha pasado a Peter.
Lali sintió que el estómago se le alteraba:
–¿A qué te refieres?
–Fue anoche en la zona del puerto. Se escurrió
de un andamio y se cayó. Ha pasado la noche en el hospital con una
costilla fracturada y un profundo corte en el hombro por el que le
tuvieron que dar veinte puntos.
–¿Dónde está ahora?
Poniéndose en pie, Lali miró ansiosamente a la mujer rubia. ¿Por
qué nadie la había informado de aquello? Pero, ¿por qué deberían
haberlo hecho? Ella era tan sólo su secretaria temporal. Y pensar
que había pasado la noche entera castigándolo por no haber acudido
a la cita... No podía soportar la idea de que aquel hombre fuerte y
sano hubiera estado dolorido y solo en el hospital.
–Está en el piso de su hermana en Highgate –le anunció Mary,
alargándole una hoja de papel con las señas–. Me llamó al móvil
esta mañana y me encargó que te dijera que vayas allí.
Mary se sorprendió ante el ímpetu con que Lali le quitó el papel
de las manos.
–Gracias, Mary. ¿Puedes contestar al teléfono por mí? Te llamaré
en cuanto esté volviendo.
Agarrando su abrigo y su bolso, Lali se apresuró hacia la puerta.
–Dale recuerdos de nuestra parte –Mary se acercó a Lali
sonriendo tímidamente–. Dile que todas las chicas de la oficina
desean que se recupere pronto.
–Lo haré.
No muy segura de si se lo diría o no, Lali corrió por el pasillo
hasta el ascensor.
Le abrió la puerta en vaqueros y con una camisa azul claro abierta
hasta la mitad, que dejaba ver el vendaje que le cruzaba el pecho.
Tenía ojeras y parecía que no se había peinado en días. Pero para
la hambrienta mirada de Lali era todo lo que ella quería en un
hombre y mucho más.
Tratando de sonar natural, sonrió:
–¿Así que esto es lo que te pasa cuando te
dejo solo? Ser arquitecto en estos tiempos es un trabajo muy
arriesgado... Seguro que no llevabas el calzado adecuado, ¿te caíste
por eso? La última vez que estuvimos allí el lugar era un lodazal.
No podía parar de hablar, estaba tan contenta de verlo en pie...
¡podía haberse matado!
–Siento haber faltado a nuestra cita. No tenía
tu número de teléfono encima, si no, hubiera hecho que alguien del
hospital te llamara.
Inusualmente sumiso, Peter se apartó de la puerta y la invitó a
entrar.
El piso de su hermana tenía todas las comodidades de un hogar, con
su precioso suelo de parquet, sus muebles suntuosos y una consola de
ordenador último modelo, pero la idea de Peter tumbado en aquel
enorme y lujoso sofá, solo y dolorido, despertó el instinto
maternal de Lali.
–No importa. Lo que importa ahora es que te
tienes que cuidar. ¿Te duele algo? ¿Te dieron algo para aliviar el
dolor cuando estuvieras en casa?
Mientras preguntaba, se fue quitando el abrigo, lo lanzó a una silla
y se volvió a examinar a Peter más de cerca. El corazón le saltó
en el pecho cuando Peter le sonrió.
Nada más fijar su mirada en la mujer en la que había estado
pensando toda la noche, Peter advirtió que el dolor en las
costillas, que apenas le había dejado dormir un par de horas,
desaparecía milagrosamente como si se hubiera tomado una droga
maravillosa. Al contemplar a Lali con su hermoso pelo negro cayéndole
sobre los hombros, y sus ojos verdes llenos de preocupación por él,
pensó que era la criatura más hermosa que había visto nunca. No
necesitaba hospitales ni medicinas para aliviar el dolor, tan sólo
necesitaba a Lali.
Parecía que de repente todos los cabos sueltos de
su vida encontraban acomodo. La idea era muy excitante, pero también
lo aterraba. Después de marcharse el domingo por la mañana y verla
al día siguiente en la oficina, realmente pensó que lo había
echado todo a perder. Y así como sabía que ella lo perdonaría por
no haberla llevado a cenar la noche anterior, a causa del accidente,
no estaba tan seguro de que fuera tan magnánima con sus errores
anteriores.
–Lo llevo bastante bien. ¿Puedes prepararme
algo de café? La cocina está por ahí.
–¿Has comido algo? Puedo hacerte algo de
desayuno también. ¿Por qué no vuelves al sofá y descansas?
–No quiero descansar. Quiero hablar contigo.
Peter siguió a Lali a la cocina, y ella insistió en que se sentara
en una silla, mientras preparaba el café y unas tostadas. Cada vez
que se volvía ansiosa a mirar a aquel robusto hombre y lo veía
sujetándose las costillas cuidadosamente, su estómago se contraía.
Puso pan en la tostadora, se dio la vuelta y se apoyó en la encimera
para hablarle de frente.
–¿Qué fue lo que pasó?
–Exactamente como tú has dicho –contestó,
elevando los enormes hombros como un chico travieso, y sonrió–:
calzado inadecuado, suelo lleno de barro, sigo al contratista que
sube un andamio y pierdo pie. Fue una suerte que estuviera a poca
distancia del suelo. Si hubiera sido más alto, podría haberme
quedado en el sitio.
–Eso no tiene ninguna gracia.
–No, no la tiene.
Aguantando una mueca de dolor, Peter trató de no prestar atención a
la sensación de dolor en las costillas.
–No deberías haber corrido un riesgo como ése,
¿en qué estabas pensando?
Lali se dio cuenta de que lo estaba regañando, le preocupaba que
fuera tan descuidado con su propia seguridad, así que se dio la
vuelta y se puso a comprobar cómo iban las tostadas.
Desde detrás, la voz de Peter llegó calmada:
–Estaba pensando en ti, Lali. Estoy empezando a creer que me has
hechizado o algo así.
Lali intentó restar importancia a sus palabras:
–¡No digas tonterías!
–¡Maldita sea, mujer! ¡Estoy hablando en
serio!
Con el corazón latiéndole con fuerza, Lali se irritó ante la
reprimenda, pero llegó a ver la mueca de dolor en los ojos de Peter,
y los remordimientos la invadieron.
–Por favor, Peter, cálmate. Es evidente que te duele.
–Me duele más porque parece que no me tomas en serio –juró
pausadamente–. El que tu marido jugara con tus sentimientos no
significa que yo vaya a hacer lo mismo. Quiero tener una relación
contigo, Lali... una relación seria.
Al decir aquello, Peter sintió una ola que lo recorría entero.
Hasta aquel momento, no había sabido qué era lo que quería. Pero
la huida del domingo lo había cambiado todo.
Lali se quedó helada.
–Nunca funcionaría, Peter. Tú eres quien eres y yo... yo...
Además, no sería justo para Allegra.
–¿Tú, qué? –la interrumpió Peter, sin preocuparse en
disfrazar su irritación–. ¿Qué me dices de tus necesidades,
Lali? ¿Vas a seguir soltera durante los próximos quince años,
hasta que Allegra sea lo suficientemente mayor para irse de casa y
tener su propia vida?
–Eso sería mucho mejor que confundirla con
montones de hombres diferentes entrando y saliendo de mi vida.
–¿Montones de hombres diferentes? –preguntó Peter, levantándose
lentamente de su asiento–. ¿Has escuchado algo de lo que te he
dicho? Estás tan segura de que todo lo que quiero de ti son unos
cuantos revolcones y nada más... Sé que mi pasado con las mujeres
no es buena referencia, pero ahora te he encontrado a ti, ¿no lo
ves? Yo era cínico respecto a las relaciones largas: vi cómo el
matrimonio de mis padres se desintegraba delante de mis ojos, y me
enfureció que no pudieran arreglarlo. Después de ver a mi madre
destrozada por las continuas infidelidades de mi padre, pensé que
sería mejor tantear el terreno un poco antes de ir en serio con
alguien. Ahora me doy cuenta de que me equivoqué al tomarme aquellas
relaciones tan a la ligera. Seguramente hice daño a algunas de
aquellas mujeres porque no quise comprometerme, y lo lamento; no se
lo merecían.
Se encaminó hacia la puerta.
–Piénsalo, Lali. La próxima semana me voy a Nueva York unos días
para cerrar algunos negocios. Cuando vuelva, me gustaría que me
dijeras si quieres que nos juntemos.
–¿Juntarnos? –Lali lo contempló sorprendida y asustada– ¿Te
refieres a... vivir juntos?
–No inmediatamente, pero ésa es la idea. Sé que te preocupa el
efecto que pueda tener sobre Allegra, pero te prometo que no pienso
precipitarme. Me gustaría que nos fuéramos conociendo mutuamente,
incluida Allegra. Luego, pasado un tiempo, me compraría una casa en
Londres.
Lali olió a quemado. Se dio la vuelta justo cuando la tostadora
expulsaba el pan carbonizado. Con manos temblorosas, tiró las
tostadas a la basura, y levantó la mirada hacia Peter de nuevo.
Estaba apoyado en la jamba de la puerta, con una palidez preocupante.
–Haré otras tostadas. ¿Por qué no vas a tumbarte en el sofá, y
ahora te llevo una taza de café? Por favor, Peter. No deberías
estar levantado.
–¿Has escuchado algo de lo que te he dicho? –le
preguntó frunciendo el ceño, cansado.
El corazón de Lali se moría por él, pero debía ser cautelosa. Su
pasado con las mujeres no era una buena referencia. ¿Por qué iba a
ser ella la excepción a la regla?
–Claro que te he escuchado. Y te prometo que
pensaré en ello. Pero ahora tu salud y tu comodidad es lo único que
me preocupa.
–Qué pena no haber robado un uniforme de
enfermera del hospital. ¡Verte vestida con eso, con unas medias
negras y un liguero le hubiera venido muy bien a mi salud y a mi
comodidad!
Divertido al ver la reacción de Lali, tanto como excitado por la
fantasía que acababa de crear, Peter se volvió obedientemente al
salón y se tumbó en el sofá.
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Lo prometido es deuda, vosotras cumplisteis y yo también!!
2º capitulo del dia!! espero que os guste!!
Pd: avisadme en el comentario o por twitter si queréis o no que os avise cuando suba capitulo por favor, no quisiera resultar pesada avisando a personas que no lean la nove...
GRACIAS por TANTO!!
Me encanto, bien frontal peter dejando las cosas claras, ahora q hará lali?
ResponderEliminarYo, aquí!! Avísame je!
Gracias por publicar!
@vale_cadenas
Si bien Peter se equivocó ,marchándose el domingo sin despedirse,y menuda caminata se pegó para pensar,jajaja,el lunes a la mañana cuando le dedico la sonrisa y el guiño d ojo ,Lalise sentiria en las nubes.
ResponderEliminarAdemás d desearla la ama,y se lo deja bien clarito,y ella esta en las mismas.Espero k no ponga más d excusa a Allegra y se arriesgue ,en 6 años no estuvo con nadie,así k la niña no tiene xk sufrir.Peter hizo más k su propio padre, x estar con ellas.
ResponderEliminarPor poco le pide de rodillas tener algo seria y ella sigue dudando,dios!q insegura,no todos son como Pablo!Si ella muere por él y él no hace otra cosa q decirle la verdad,porq ha puesto con total sinceridad las cartas sobre la mesa,q se arriesgue,no se va a equivocar
ResponderEliminarDónde estaba esta nove q no la había descubierto antes,un monumento a Cami or recomendarmela le voy a hacer! y a vos por subirla!Es INCREIBLE.
ResponderEliminarCuantos cap tiene?Decime q no es muy corta,!
Gracias a ti por leerla y por desgracia si, es corta...solo quedan 3 capitulos...
EliminarTe lo pregunte porq me lo veia venir,ojalá luego subas otra.Esta es realmente buena!
EliminarLo mejor q puede pasarle a Allegra es verla feliz con un hombre!y no sola e insegura toda su vida!
ResponderEliminarA amar se aprende viendo amor...en eso debe pensar ella,y Peter está dispuesto a querer a Allegra...dios es como el hombre perfecto!Q no lo deje ir!
otro capitulo please
ResponderEliminarmassss!!!!!!
ResponderEliminarEspero que Lali le de una oportunidad....
ResponderEliminarte amo sister!!!
Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarAca me pude poner al dia, que manera de desarrollarse las cosas por dios, me encanta esta Lali que se pone en 2° lugar por el bienestar de sy hija, aunque no tendria que olvidarse que antes que nada es MUJER.
Este Peter que se lleva el mundo por delante y no le importa el que diran, ha encontrado por fin, la horma de sus zapatos .... espero que las cosas se resuelvan pontito
Gracias por subirla hermosa de mi vida.
Espero mas pronto.
Besos enormes