"El cuento ha cambiado, el zapato no se ha encontrado. Caperucita se come al lobo, el principe se vuelve sapo, la princesa tiene estrias, hay que cenar con la madrastra en nochevieja, el hada madrina se jubiló y los enanos trabajan en el circo."

lunes, 11 de junio de 2012

Capítulo 7


Peter no tuvo oportunidad de hablar con Lali en todo el día, para frustración suya. Tuvo una reunión detrás de otra, y además había pasado la tarde en la zona del puerto con Stephen Ritchie y el constructor jefe, solucionando un problema bastante delicado que había aparecido. Cuando llegó a la oficina eran las seis menos cuarto, y Lali estaba descolgando su gabardina de la percha.
Se sorprendió cuando Peter apareció en la puerta, y sus mejillas enrojecieron. Peter sonrió al ver aquella reacción, y dejó su maletín sobre una silla.
¿Todavía está aquí, señorita Esposito? –bromeó–. Si no supiera que es falso, diría que intentaba impresionar al jefe.
–Dado que la mayoría de los días me quedo hasta las seis o seis media, eso sería una conclusión incorrecta por su parte, señor Lanzani –contestó, enrojeciendo de nuevo y poniéndose precipitadamente la gabardina–. Si piensa quedarse un poco, he dejado la cafetera encendida al mínimo en su despacho. Acuérdese de apagarla cuando se marche. Bueno... que tenga un buen fin de semana. Lo veré el lunes.
¡Eh, no tan rápido!
Peter la agarró por la muñeca, cerró la puerta del despacho y, hábilmente, apoyó a Lali contra ella.
Lali creyó que el corazón se le salía del pecho, y sus ojos verdes se abrieron alarmados. Peter estaba demasiado cerca, ¿es que no se había dado cuenta?
Rompía todas las reglas con total desparpajo. Si alguien entraba en aquel momento... pero, ¿cómo iban a entrar si ella estaba apoyada en la puerta?
Su mente funcionaba a mil por hora mientras intentaba no fijarse en aquellas largas pestañas que tenía tan cerca, aquellos pómulos bien formados y aquella sombra de barba que empezaba a aparecer rodeando la mandíbula perfecta del hombre... Y en cuanto a su boca, bueno, no había ninguna razón para fantasear con que la besaba, ¿verdad? Sólo porque los labios eran carnosos y suaves y prometían una sensualidad que sólo rechazaría una mujer que hubiera perdido las ganas de vivir... Menuda excusa para justificar que se deshacía ante él.
¿Qué... qué quieres?
Quiero verte esta noche. Cena conmigo.
No puedo.
El pánico la impedía proferir palabras. Aquello era imposible... era jugar con fuego. Empezaba a experimentar el tipo de urgencias y deseos que podían meterla en un buen lío, iba justo en la dirección correcta para complicarse la vida.
¿Por qué no?
Peter levantó una ceja mientras se acercaba aún más. Lali tragó saliva.
Porque... porque siempre paso la noche del viernes con mi hija. Pedimos una pizza y vemos la tele juntas.
Suena bien. ¿Qué tal mañana por la noche?
Ya te dije cuando nos conocimos que no salgo con gente del trabajo, es una norma que no rompo.
Levantó la barbilla, desafiando a Peter a que pusiera pegas a su razonamiento. Seguro que entendía por qué lo hacía. Algún día incluso se lo agradecería.
¿Nunca te has sentido tentada a hacerlo?, ¿ni siquiera una vez?
Con voz grave, Peter recorrió el perfil de su nariz con un dedo, y a continuación apoyó la yema de su pulgar sobre su abultado labio inferior, como si estudiara algo exquisito y único.
Lali se sintió inundada por un calor como si estuviera tumbada en la playa con el sol dando de plano. Una gota de sudor bajó lentamente por su espalda. «Tentada» era la palabra mágica. Al oírla se le había escapado un gemido, así que ahora luchaba por recuperar el control, por actuar con la cabeza. «Sal de aquí», le decía una vocecita en su cabeza, y obedeciéndola, Lali acercó la mano a la muñeca de Peter para que la soltara.
Aquél fue su primer error. La piel de Peter era firme y cálida, y su vello parecía de seda. El contacto la paralizó. Desesperada, elevó sus enormes ojos verdes hacia los de él.
No... no quiero que me tiente algo de lo que me pueda arrepentir. No quiero perder mi trabajo cuando las cosas se compliquen, y te aseguro que lo harán. Nunca sale nada bueno de los romances de oficina, y yo tengo una hija de la que ocuparme.
–¿Siempre vas sobre seguro? –preguntó Peter, molesto–. Eso no deja mucho sitio para la espontaneidad... Rompe algunas barreras, Lali –la animó–. No se lo diré a nadie... lo prometo.
La boca de Peter se apretó contra la de ella antes de que Lali se diera cuenta. Una sensación cálida se extendió por su cuerpo y todo su mundo se concentró en los labios flexibles y jugosos de Peter, que le provocaban una respuesta que no podía ocultar por más tiempo. Su beso era arrebatador, y la llenó de una sensualidad que nunca habría imaginado. Un constante hormigueo de placer subía y bajaba por su columna vertebral.
Abriéndose a una exploración más profunda, la lengua de Lali se enlazó con la de Peter, despertándole un erotismo de fuego y terciopelo con sabor a café molido. Lali sintió retumbar su corazón como un tambor lejano cuando su cuerpo se acomodó contra la firme virilidad de Peter.
Separando sus labios de los de ella, Peter comenzó a besarla el cuello, sumergiendo sus dedos en aquel pelo negro y deshaciendo el lazo rojo que sujetaba la coleta. Gimió cuando sintió la masa de pelo libre y le sujetó la nuca con su mano.
Creo que el deseo de poseerte se ha convertido en una obsesión para mí –le confesó en un susurro.
Aquellas palabras despertaron un profundo terror en el corazón de Lali. Pablo siempre había criticado su respuesta sexual. La había acusado muchas veces de falta de pasión. Decía que, así como era inferior a nivel profesional, también era una inútil en la cama, otro punto más para que no la quisiera como esposa. El recuerdo de aquello hizo desparecer toda sensación de placer. Y ahora estaba en aquella situación demasiado íntima con Peter. Habían ido demasiado lejos, habían traspasado las barreras entre lo profesional y lo personal, y nunca deberían haberlo hecho. ¿Era demasiado tarde para frenar la situación?, se preguntó Lali, presa del pánico. ¿Podría ella escapar de aquella imposible atracción salvaje sin provocar situaciones embarazosas o difíciles en el futuro?
–Lo siento, Peter.
Respirando acelerada, lo apartó de ella. Agradeció el hecho de que el pelo le cayera sobre la cara, porque así podía esconderse tras él:
–Eres un hombre muy atractivo, pero no me interesa tener sexo contigo. No dudo que puedes conseguir a la mujer que quieras: eres joven, tienes éxito y no te ata nada, pero yo soy una madre divorciada que intenta llegar a fin de mes. No puedo permitirme tirar por la borda todo aquello por lo que he trabajado por un momento de pasión. Tengo una hija, Peter. Necesito trabajar para mantenernos a las dos. Necesito este trabajo, ¿crees que lo pondría en peligro por una noche de sexo con mi jefe?
¿Cómo se te ocurre pensar que tu trabajo se vería amenazado si te acostaras conmigo?
–Porque sucedería, inevitablemente. Complicaría las cosas, ¿no lo ves? Tendríamos que vernos cada día y sería... sería demasiada distracción para mí, no podría trabajar aquí. No soy el tipo de mujer que se toma el sexo a la ligera, Peter. Si crees lo contrario, habrás sacado otra conclusión errónea sobre mí.
¿Y qué te hace pensar que todo lo que pueda haber entre nosotros sea una simple noche de sexo?
Frustrado y enfadado, Peter se retiró hacia atrás y se aflojó el nudo de la corbata.
Lali lo contemplaba apoyada en la puerta:
¿A qué te refieres?, ¿estás buscando una relación?
Peter no podía contestarla porque ni él mismo lo sabía. Sus pensamientos no habían ido más allá de llevarla a la cama y cumplir la fantasía que lo había poseído desde que la había visto por primera vez. Apenas dormía por las noches pensando en ella, y quería terminar con aquella dulce tortura. Sabía que su historial con las mujeres no era muy bueno, y no tenía ninguna experiencia en relaciones largas. Pero hasta el momento no era algo que le preocupara, no cuando «corto y dulce» había sido siempre su lema. Así que, ¿quería una relación con aquella mujer? ¿Estaba preparado para romper una de sus normas más importantes y comprometerse a largo plazo? Ella tenía una hija. Si quería tener a Lali, tendría que empezar a pensar también en su hija...
No.
Lali respondió por él, sonriendo para ocultar su dolor, y se agachó para recoger el lazo rojo del suelo. Cuando se levantó, sus hermosos ojos verdes tenían una mirada que Peter nunca había visto antes.
–Es lo que yo creía. Bueno, mejor, porque yo tampoco busco una relación. Ya tropecé una vez en mi vida, y no tengo ninguna prisa por que vuelva a sucederme. Buenas noches, Peter. Que disfrutes del fin de semana. Yo lo haré.
Peter la dejó marchar, maldiciéndose a sí mismo porque su ingenio parecía haberlo abandonado. ¿Por qué había necesitado tanto tiempo para responder a aquella pregunta tan lógica? Él no era un bruto insensible. Debería haber sabido desde el principio que ella no era el tipo de mujer que va de romance en romance, aunque su primera impresión fuera todo lo contrario. Había aprendido enseguida que Lali era seria y leal, y que para ella lo primero era su hija. Su madre la habría catalogado como «potencialmente casadera». Peter gimió. Él no quería casarse. Para él, «largo plazo» significaba más de cuatro o cinco citas, ni se planteaba un compromiso de por vida.
Peter decidió que ya había examinando suficientemente sus sentimientos, así que se acercó al teléfono que había en la pulcra mesa de Lali. Mientras marcaba el número, se fijó en un cuaderno que había sobre la mesa. En la primera página que abrió estaba escrito: » Sábado, comprarle zapatos a Allegra, luego llevarla al Chiqui Park de 2 a 4». Peter estaba intentando descifrar la última parte de la nota cuando oyó que al otro lado descolgaban.
¿Dígame?
–¿Madre? Soy Peter. ¿Vas a estar en casa esta noche?
–¡Peter, eres tú! Me preguntaba cuándo ibas a aparecer. Claro que voy a estar en casa, mi sesión de bridge fue ayer. Justamente ahora estaba en la cocina, preparándome la cena. ¿Por qué no te pasas y cenamos juntos?
Consciente de que hacía mucho tiempo que no la veía, y agradecido por la oportunidad de sentarse y relajarse junto a alguien que conocía todas sus debilidades como él mismo, Peter dejó el cuaderno sobre la mesa.
De acuerdo, te veré en una hora. Llevaré una botella de vino.
–¿Peter?
¿Sí, madre?
–¿Estás bien, cielo? Te noto un poco tenso. –Por la frustración sexual, sin duda. Con una sonrisa compungida, Peter suspiró y respondió:
Estoy bien. Demasiado trabajo, eso es todo.
Bueno, vente para acá y descansa un rato. Será maravilloso disfrutar de tu compañía un rato.
Mientras devolvía el auricular a su sitio, Peter se sorprendió porque sentía lo mismo.
Bueno, dime, ¿te gusta estar de nuevo en casa?
Los ojos azul cristalino de Victoria Kendall, tan parecidos a los de su hijo, observaron cuidadosamente al hombre corpulento que ocupaba todo el sillón frente a ella.
Peter percibió un tono de esperanza en la voz y no pudo evitar hacer una mueca. Sabía demasiado bien adonde llevaba aquella conversación. Pero había disfrutado de una estupenda cena casera y dos generosos vasos de buen Chablis, y estaba dispuesto a ser amable. Al menos es lo que se dijo a sí mismo antes de responder:
Sí. Me gusta estar de nuevo en casa. Hay cosas que he echado mucho de menos.
Entonces, ¿por qué no estudias el comprarte una casa en la ciudad? Sabemos que a Teresa no le importa que te alojes en su piso, pero no es muy práctico si vas a trabajar en la oficina de Londres por un tiempo, ¿no te parece?
La idea se me ha pasado por la cabeza...
De hecho, de camino a casa de su madre no había pensado en otra cosa... bueno, aparte de en Lali. De alguna manera, comprarse una casa y sus sentimientos por aquella mujer estaban inexplicablemente entrelazados. Era preocupante.
¿Lo dices en serio? –preguntó Victoria, sonriéndole–. ¿Estás considerando trasladarte a trabajar a la oficina de Londres permanentemente?
–Yo no he dicho eso –contestó Peter contrariado, levantándose y dando vueltas por la habitación–. Tengo que considerar muchas cosas antes de tomar una decisión como ésa.
«Como, por ejemplo, cómo decirles a los de Nueva York que me establezco en el Reino Unido»
Se preguntó qué le parecería aquello a Lali. Cuando Nicolas volviera, ella ya no estaría trabajando directamente para él, pero, ¿había algo que le impidiera ascenderla? Después de todo, él necesitaría una secretaria propia si iba a trabajar permanentemente en la sede de Londres. La idea no debería ser especialmente atractiva, pero lo era para él. Después del conmovedor beso que habían compartido, no tenía ninguna prisa en poner un océano entre ambos. Incluso aunque ella pensara que sus motivos no eran válidos.
¿En qué estás pensando, hijo?
Victoria se le acercó por detrás. El aroma de su perfume le trajo recuerdos de su niñez.
Sé que algo te preocupa, llámalo intuición de madre.
No me preocupa nada. Al menos, nada que un buen sueño no pueda curar.
Victoria le colocó la mano sobre el brazo:
Es una mujer, ¿verdad?
¿Intuición de madre? Lo próximo sería que le sacara una bola de cristal.
Eres como un perro con un hueso, ¿lo sabías?
Aunque frunció el ceño, había una nota de humor en los ojos de Peter. Encantada, su madre no trató de ocultar el placer que le producía saber que su hijo había encontrado por fin alguien con quien se planteaba ir en serio.
¿Quién es? ¿Dónde vive? Debe de ser una chica de por aquí si estás pensando en volver a venirte.
No saques conclusiones. No soy de los que sientan la cabeza, ya lo sabes.
De tal palo tal astilla, ¿eh?
Victoria puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza, pero Peter ya había captado un destello de dolor en sus ojos.
Admiraba y quería a sus dos progenitores, pero en lo concerniente a relaciones había salido a su padre. Juan Lanzani no había sido capaz de dejar de tener aventuras amorosas a pesar del matrimonio. Finalmente, harta de que su marido siguiera siendo un mujeriego, Victoria le había pedido el divorcio, con gran dolor de su corazón, Peter lo sabía. En su interior, continuaba perdidamente enamorada de él; incluso ahora, cuando él vivía en alguna isla tropical a miles de kilómetros de distancia con una mujer treinta y cinco años más joven.
No vamos a discutir, ¿verdad?
Sintiéndose irritado y culpable, Peter se dio la vuelta.
Frustrada, Victoria resopló ligeramente y se cruzó de brazos:
Ya sé que no te gusta que te compare con tu padre, pero mira la forma en que te comportas en tus relaciones, por favor. Y también sé que has estado evitando venir a verme porque odias que te diga estas cosas –Victoria bajó la voz, hablando lentamente–. Yo hubiera hecho cualquier cosa por aquel hombre, Peter, cualquier cosa. Y lo hice por un tiempo. Pero él prefirió seguir engañándome. ¿Es que no quieres tener a alguien especial en tu vida?, ¿alguien que se comprometa contigo y sólo contigo? ¿Cuánto tiempo piensas seguir siendo un play–boy? ¿Dónde está la satisfacción en eso? –le preguntó–. Tienes treinta y seis años. Ya es tiempo de que empieces a pensar en casarte y tener una familia. Voy a cumplir sesenta en mi próximo cumpleaños, y no quiero ser demasiado vieja para jugar con mis nietos.
¿Qué pensaría su madre si supiera que la mujer de la que estaba locamente enamorado tenía una hija de seis años? El pensamiento apareció súbitamente, y con una ola de ira lo rechazó. Él no quería una relación permanente con Lali. Lo que quiso desde el principio era llevársela a la cama. Eso no había cambiado, ahí no influía lo diferente o dulce que fuera ella, comparada con el resto de mujeres que había conocido. Lali era una madre divorciada y él no sabía nada de niños. Como sus relaciones eran tan cortas, le gustaba que sus mujeres sólo pensaran en él. Era demasiado egoísta y engreído como para querer compartir a Lali con su hija.
Cambiemos de tema, ¿de acuerdo? –propuso. Simulando un bostezo, volvió a sentarse en el sillón que había dejado libre antes–. Hablemos de tu vida amorosa para variar, madre. Un pajarito me ha dicho que un atractivo viudo de tu club de bridge muestra un interés más que pasajero por ti...
Enrojeciendo como una colegiala, Victoria se abanicó las acaloradas mejillas:
¡La próxima vez que vea a tu hermana le voy a cantar las cuarenta! ¡Desde luego que es un viudo muy atractivo!


La atmósfera del lugar era calurosa, ruidosa y llena de color, y Allegra estaba tan emocionada de estar en el Chiqui Park, que no dejaba de brincar alrededor de su madre. Después de pagar y de apuntar el nombre de Allegra en el libro de visitantes, Lali se abrió camino entre las sillas y las mesas de plástico hacia donde estaban los muros de escalar y las demás áreas de juegos. Al llegar allí, buscó una silla, se sentó y ayudó a Allegra a quitarse los zapatos.
Dos niñas, con pantalones vaqueros y camiseta, pasaron corriendo junto a ellas y Lali vio que la preciosa carita de su hija se iluminaba:
¡Son Chloe y Lily, las dos están en mi clase! ¿Puedo ir a jugar, mami?, ¿puedo?
Atravesó la puerta de madera como un cohete antes de que Lali pudiera darle un beso y pedirle que tuviera cuidado. Tenía la tendencia de toda madre de ver peligro en todas partes, pero intentaba relajarse un poco y no traspasarle sus ansiedades a Allegra. Después de un rato, contenta al ver que Allegra había encontrado a sus amigas y subía una cuerda en la zona de «la jungla», Lali dejó las cosas sobre la mesa y se fue a por una taza de té a la cafetería.
Le apetecía tener un rato para ella mientras Allegra jugaba con sus amigas, y dejar vagar su mente, que no hacía más que volver al beso con el que Peter la había sorprendido el día anterior. ¿Qué había de malo? No le importaba si él había dejado claro desde el principio que sólo quería una aventura y nada más...
Peter se sentía completamente fuera de lugar... Mientras rebuscaba con la mirada entre el colorido caos que lo rodeaba, se dijo que, si sus amigos de la oficina pudieran verlo en aquel momento, dirían que se había vuelto loco. Y sin duda tendrían razón: Ir en busca de una mujer que lleva a su hija a un parque infantil, simplemente por estar loco por ella, no era algo que se planteara normalmente. Pero Peter había decidido dejar a un lado sus normas en lo que a Lali Esposito concernía y, en aquel momento, estaba en territorio desconocido. Incluso, había mentido a la chica de la puerta para poder entrar, diciéndole que era el novio de Lali y que venía a verlas a la niña y a ella.
¡Eh, ten cuidado!
Casi se cayó cuando un robusto jovencito se abalanzó sobre él salido de no se sabía dónde.
¡Perdone, señor!
Dirigiéndole una sonrisa de disculpa, el chico se marchó corriendo detrás de su amigo antes de que Peter pudiera darse cuenta de lo que había pasado.
Nadie me dijo que pondría mi vida en peligro al entrar aquí –murmuró para sí mientras estudiaba la enorme zona de juegos llena de cuerdas, escaleras, toboganes y columpios.
¿Dónde estaban Lali y su hija? Había probado a llamar a casa de ella, rezando por que hubiera alguien; afortunadamente la madre de Lali estaba en la casa. Una vez que Loma Esposito se había asegurado de que Peter era quien decía que era, le había dado gustosamente la dirección del Chiqui Park y le había asegurado que Lali estaría allí por lo menos hasta las cuatro.
Viendo que había mesas vacías cerca de la zona de juegos, Peter fue hacia ellas, preguntándose cómo los padres podían soportar aquel ruido y caos, pero sintiendo un placer inesperado ante la imagen de todos aquellos chavales pasándoselo bien. Estaba a punto de sentarse en una de las sillas de plástico cuando algo llamó su atención.
En un castillo hinchable, entre niñas y niños, estaba Lali. Vestida con unos vaqueros azules, con un cinturón de ante rodeándole las caderas y una camiseta rosa ajustada que dejaba ver su vientre, saltaba y rebotaba aquí y allá con los niños como si fuera una de ellos, con el pelo flotando y las mejillas rosadas por el calor. Peter no pudo evitar fijarse también en que sus excepcionales pechos saltaban y rebotaban rítmicamente con ella. Una ola de calor le invadió la ingle y Peter creyó que el corazón iba a salírsele del pecho. ¿Acaso había una mujer más sexy o más hermosa sobre la faz de la tierra?
Notando la silla detrás de sus rodillas, Peter se sentó lentamente, feliz de poder estar ahí y simplemente mirar. Qué diría ella cuando lo viera allí, no lo sabía, pero en aquel momento no le importaba. Tenía suficiente con sentarse y contemplar el objeto de su deseo a su aire, y cuando oyó el comentario apreciativo entre dos madres sentados detrás de él, Peter sonrió para sí, saliendo que no era el único que estaba disfrutando del espontáneo show.
Tratando de recobrar el aliento tras el esfuerzo realizado, Lali se quedó helada cuando vio al corpulento hombre repantingado en una silla junto a la puerta de los juegos. Vestido con unos vaqueros de corte clásico, camisa azul de cuadros, botas y chaqueta de ante, desentonaba terriblemente entre el mar de padres e hijos, pegaba más en algún moderno y elegante bar de degustación de vinos, que en una nave industrial que había sido transformada en un parque infantil de juegos. ¿Qué diablos estaba haciendo allí? ¿Y cómo había sabido dónde encontrarla?
Cuando por fin consiguió moverse, Lali se tomó tiempo para llegar hasta su mesa, con los labios apretados y los ojos destellando desaprobación.
Vaya, vaya, vaya. Después de todo este tiempo, y no sabía que eras padre.
–Después de todo este tiempo, y no sabía que te gustaba tanto... –la provocativa mirada de Peter la recorrió de arriba abajo y volvió a detenerse en su rostro.
Lali sintió un renovado calor en sus mejillas sonrosadas, que se apoderó de su cuerpo hasta la punta de los pies.
¿Qué estás haciendo aquí? ¿Y cómo has sabido dónde encontrarme?
Se sentó frente a él con enojo, y Peter tuvo que obligarse a retirar la vista de los pechos seductoramente moldeados por la ajustada camiseta.
Quería verte este fin de semana. Me pasé por tu casa y hablé con tu madre, fue ella quien me dijo dónde estabas –explicó–. Tenemos que hablar. Especialmente, de lo que pasó ayer.
Bueno, en primer lugar, nunca debería haber sucedido.
Levantó la barbilla, desafiándolo a discutir con ella. ¿Qué le pasaba a aquel hombre, por Dios santo? ¿Es que no veía que una relación entre ambos estaría llena de dificultades? ¡Él era el dueño de la empresa para la que ella trabajaba! Se movían en círculos completamente diferentes. Él había visto dónde vivía ella, así que no podía hacerse ilusiones sobre sus circunstancias personales. ¿A qué estaba jugando? ¿Por qué la perseguía de aquella manera?
Me temo que no estoy de acuerdo contigo.
Peter frunció tanto el ceño, que sus cejas se tocaron, y Lali deseó que aquellos perturbadores ojos no fueran tan azules, así por lo menos tendría una oportunidad de escapar a sus encantos...
Realmente me gustaría que nos viéramos fuera del trabajo –le propuso.
¿Y cuándo lo has decidido? Ayer no parecías tan seguro.
Cruzando los brazos por encima de la mesa, Lali se echó ligeramente para adelante al hacer la pregunta. Durante un largo rato, Peter se quedó cautivado por la belleza de su rostro.
–Sabes que me atraes mucho. Y si hago caso al beso que nos dimos, apostaría a que tú sientes lo mismo por mí. Así que bajemos las barreras, Lali, y seamos claros. Te deseo. Deseo pasar más tiempo contigo, y no sólo en la cama. Me gustaría conoceros mejor a tu hija y a ti. ¿Me darías una oportunidad?

6 comentarios:

  1. Los comentarios de Pablo parece que le han afectado mucho...

    Y como siempre se queda en la mejor parte!!
    Esperemos que Lali se anime y le de una oportunidad!!

    Te amo hermanuchis!!

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  2. Pablo era un flor de HDP!Y ella q baje la resistencia y goce un poco de la vida,el tiempo dirá si es definitivo o no pero el q no arriesga no gana,y creo q acá tiene todas las de ganar o aunq sea pasar un buen rato como hace tiempo no hace.Además él se ha jugado bastante por ella,y ese deseo q siente y esas ganas q quiere sacarse lo ataran a ella,q contrario a lo q decía Pablo será espléndida con él,no me caben dudas.
    Q lástima q quedó ahí,si bien por suerte los cap son re largos hubiera seguido leyendo con mucho gusto!
    Gracias por subir!

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  3. Llamen a los paramedicos, me mato con lo q le dijo ja ja , es un tierno, un dulce de leche! Más!!

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  4. aayy q tierno pitt... me encanto mas nove!!!

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  5. Y todavía se lo negaba a si mismo ,su subconsciente lo traicionó,si fuera solo deseo,no estaría en el salón d juegos diciéndole k la desea, y k quiere conocer a su hija y a ella.Espero k con estas palabras Lali tome un poco d valentia y se arriesgue.Seguro k el se gana al toque a Allegra.

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  6. aaaaahh no nos pdea dejar asiii!! qiieroo maas! me encantta la noveee

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