"El cuento ha cambiado, el zapato no se ha encontrado. Caperucita se come al lobo, el principe se vuelve sapo, la princesa tiene estrias, hay que cenar con la madrastra en nochevieja, el hada madrina se jubiló y los enanos trabajan en el circo."

lunes, 25 de junio de 2012

Capitulo 5

Dedicado a Sandra por su 16 cumpleaños!! Te quiero mucho chiquita!!


Capítulo 5

Peter dio un respingo cuando el borde del tazón caliente le rozó el labio inflamado. Con los dientes, comprobó el grosor de la inflamación, que recordaba a una salchicha. El señor y la señora Smith también sujetaban sus respectivas tazas de té mientras que los tres, de pie, admiraban el confortable automóvil de pequeño tamaño que tenían ante sí.
—Es un coche mucho más bonito —indicó Peter a la pareja. Se trataba de otro Rover, aunque era un modelo mucho más reciente—. Sólido como una roca. Su historial de servicio es impecable. Lleva equipo de CD de última generación...
Ambos ancianos se mostraban muy confusos.
—Aunque puede que eso no les importe.
Preocupada, la señora Smith preguntó:
—¿Podremos escuchar a Terry Wogan?
—Sí, dispone de radio. Voy a sintonizar Radio Dos especialmente para ustedes.
La mujer suspiró aliviada.
—Tiene un equipo completo de llantas nuevas y, a ese precio, es una ganga —Peter se alejó un paso del señor Smith—. No tendrá que tumbarme a tierra otra vez.
El señor y la señora Smith se encontraban visiblemente satisfechos.
—¿Cómo es que sabe tanto sobre este coche? —preguntó el marido.
Peter suspiró.
—Porque es el mío.
—Ah, pero no podemos quitarle su coche, ¿no es cierto, Ron? —intervino la mujer.
—Insisto —repuso Peter—. Les durará mientras vivan —Peter consideró la fragilidad de la pareja—. Probablemente más.
—Es usted una buena persona —la señora Smith le dio una palmadita en el brazo.
—Sí, es la fama que tengo.
Mientras trataba de no pensar en lo mucho que la decisión iba a costarle, Peter abrigó la esperanza de que cuando sus propios padres fueran igual de ancianos y seniles encontrarían a alguien compasivo que no les estafaría aprovechándose de su ignorancia.
—¿Se quedará con nuestro coche como parte del pago?
Peter siguió la mirada del señor Smith hasta una pila de chatarra aparcada en la calle. Aquella cosa no podía seguir circulando por la carretera, de ninguna manera. Era una trampa mortal. ¿Acaso la pareja no tenía escondido en algún sitio un hijo cariñoso que cuidara de ellos?
—¿Ha pasado la ITV?
El señor y la señora Smith le miraron sin comprender.
Jamás conseguiría vender semejante cacharro. Daba la impresión de que el vehículo se mantenía de una pieza a base de cuerdas y oraciones.
—Sí —respondió Peter—, lo aceptaré como parte del pago. Les daré quinientas libras por él.
Los ojos del señor Smith se iluminaron. Cincuenta libras ya le parecían demasiado.
—Bueno, ¿hacemos el trato?
—Sí —el señor Smith le entregó su taza vacía, sacó un talonario y extendió un cheque.
—No suelo aceptar talones por esta cantidad —Peter se mordió el labio—. ¿Tiene tarjeta de crédito?
De nuevo ambos le miraron con evidentes signos de incomprensión. Lo más probable era que tuvieran en casa un reproductor de vídeo que no sabían programar.
—Se tardará unos días en compensar el cheque.
La decepción les cayó encima como una losa.
—¡Vaya! —se lamentó el señor Smith—. Nos hacía mucha ilusión llevárnoslo ahora mismo. Tenemos dinero suficiente en el banco, ¿no es verdad, Elsie?
Elsie asintió con entusiasmo.
—Hemos estado ahorrando de nuestra pensión.
—De acuerdo —accedió Peter—. Seguro que no habrá problemas. ¿Le importa escribir su dirección en el dorso del cheque? En los días que corren, toda precaución es poca.
El señor Smith obedeció y Peter le entregó las llaves, la documentación y el permiso de circulación del automóvil.
—Ya es todo suyo.
—Ay, muchas gracias —la señora Smith parecía a punto de echarse a llorar mientras soltaba su taza—. Ha sido usted muy amable, querido mío. Y gracias por el té.
—De nada —respondió Peter con una cálida sonrisa.
El señor Smith forcejeó hasta colocarse en el asiento del conductor y Peter rodeó el coche para ayudar a la señora Smith a montarse por el lado del acompañante. Les observó mientras rodaban lentamente para salir del solar; sonreían sin parar y agitaban la mano como locos. Luego avanzaron por la calle a un ritmo tal que jamás pondría un radar de velocidad en funcionamiento.
Peter contempló con desolación la vieja y oxidada pila de chatarra que le habían endosado. No tenía ni idea de cómo aquel matrimonio se las había arreglado para llegar hasta allí en semejante artilugio. Lo más probable era que el maldito chisme ni siquiera arrancara. De alguna manera tendría que moverlo para introducirlo en el recinto, pues de lo contrario le plantarían una multa en el parabrisas; encima, más gastos.
—Hola, hola —Nico, el amigo de Peter, atravesó el patio de exposición.
—Hola, Nico —Peter apartó su atención del problemático coche—. ¿Qué haces por aquí?
Su amigo acarreaba dos cajas con pizzas para llevar sobre las que se balanceaban sendos vasos de plástico.
—Ya he conseguido suficiente dinero por esta mañana —respondió Nico—. ¿Qué tal si hacemos que las ruedas de nuestros grandes negocios dejen de avanzar sin descanso y nos tomamos un respiro para una comida de trabajo?
Nico era alto, guapo y poseía una aplastante seguridad en sí mismo, además de todas las otras cosas que Peter desearía tener en su próxima vida. Se dedicaba a alguna clase de trabajo maravillosamente glamuroso en uno de los edificios más distinguidos de la ciudad, vestía trajes de firma y conducía un Porsche flamante y sinuoso. Por lo general, los hombres odiaban a Nico, mientras que las mujeres lo adoraban. A Peter siempre le daba la impresión de que encogía bajo la sombra de Nico, ahora en la misma medida que en los días escolares de ambos; pero entonces a su amigo le gustaba ejercer de protector. Además, Nico había sido una constante fuente de apoyo durante la ruptura de Peter con Eugenia. El hecho de que ya odiase a Eugenia con anterioridad le había hecho especialmente vociferante a la hora de criticarla, lo que había conseguido que Peter se sintiera mejor, ya que él mismo nunca había sido capaz de censurar a su mujer.
Peter siguió los pasos de Nico mientras éste se encaminaba hacia la oficina.
Nico echó una mirada a la pila de metal oxidado que Peter había aceptado como parte del pago del coche de sus amores e hizo un desdeñoso gesto de cabeza en su dirección.
—Me parece que te acaban de timar, colega.
—Los dueños eran ancianos. Y pobres —alegó Peter en defensa de la pareja—. Habría sido como desplumar a mis propios abuelos.
Nico lanzó a Peter una mirada de lástima.
—Es un vehículo clásico —prosiguió Peter.
—Es verdad, clásicamente espantoso.
Peter suspiró.
—¿Has pensado alguna vez que no valgo para los negocios?
—Con frecuencia —Nico pasó un brazo por los hombros de Peter y le fue guiando para que esquivara los charcos que se habían formado durante el último chaparrón—. ¿Qué pizza te apetece? ¿«Fantasía de carne» o la más afeminada, de marisco y granos de maíz dulce?
—Tomaré los granos afeminados —respondió Peter—. De momento, paso de la carne.

5 comentarios:

  1. Lina (@Lina_AR12)26 de junio de 2012, 2:57

    peter un buenazo!

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  2. es un amor peter
    acepta cualquier cosa con tal de q el otro sea feliz
    beso

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  3. Yo como Nico también pienso k lo han estafado .Peter es un buenazo.

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  4. Es muy buenudo peter, me gusta la amistad con nico más!!

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  5. Pobre Peter, de tan bueno......

    No había visto que subiste!!!

    TTM

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