"El cuento ha cambiado, el zapato no se ha encontrado. Caperucita se come al lobo, el principe se vuelve sapo, la princesa tiene estrias, hay que cenar con la madrastra en nochevieja, el hada madrina se jubiló y los enanos trabajan en el circo."

jueves, 7 de junio de 2012

Capítulo 4


La puerta se abrió. Después de pasar cerca de dos horas encerrados en el despacho, Nicolas salió precediendo a Peter. La expresión de su cara le pareció a Lali la de un prisionero que hubiera sido repentinamente puesto en libertad después de mucho tiempo en prisión, y que se preguntaba qué iba a hacer a partir de aquel momento. Nicolas se rascó la cabeza y dirigió a Lali una media sonrisa infantil, tras la que ocultaba un enorme dolor, estaba segura. Le llegó al corazón y ella le devolvió una amplia sonrisa.
–Bueno, Lali, parece que vas a tener jefe nuevo durante las próximas seis semanas. Tengo que tomarme un forzoso tiempo de descanso para recuperarme. ¿Crees que te las arreglarás sin mí?
Al escuchar aquella pregunta, Peter puso los ojos en blanco. Por lo que iba viendo, Lali llevaba defendiendo el fuerte varias semanas, mientras Nicolas aparecía de vez en cuando, en el mejor de los casos. Empezaba a sentir cierta admiración hacia ella, por cómo había soportado la presión de mantener oculto el «pequeño problema» de su jefe, además de sacar adelante la enorme cantidad de trabajo diario. Tan sólo hacía dos semanas que los jefes más altos se habían dado cuenta de que algo no iba bien, y había sido porque Stephen Ritchie los había telefoneado personalmente cada vez que Nicolas los dejaba plantados sin aparecer por la obra. Entonces, la sirena de alarma había sonado y habían comenzado a investigar qué sucedía.
Tú sólo preocúpate de ponerte bien lo antes posible. Come sano y descansa –le aconsejó Lali–. Ya nos apañaremos por aquí.
Cayendo en la cuenta de que había incluido a Peter en su afirmación, se sonrojó de vergüenza. El día anterior, él había dicho que se haría cargo de las cosas por un tiempo, pero podía ser sólo hasta que encontrara a alguien que sustituyera a Nicolas, no significaba que él mismo fuera a quedarse indefinidamente. Por lo menos, esperaba que así fuera. Lali desvió la mirada de los dos hombres y se centró deliberadamente en la pantalla que tenía delante.
Peter acompañó a Nicolas a la puerta y, después de unas palabras, le dijo adiós. Al volverse, contempló a Lali sentada detrás de su escritorio, se desabrochó los botones de la chaqueta y se aflojó el nudo de la corbata. Se acercó a la fuente de agua y, después de un largo y sediento trago, encestó con puntería el vaso de plástico en la basura. Pero, bajo su apariencia de calma, hervía la última frase de Lali antes de que Nicolas los interrumpiera: «La persona con quien pasé la noche», había dicho. En aquel momento no se atrevía a dirigirle la palabra, de lo irracionalmente enfadado que estaba.
¿Cómo lleva las cartas? –le preguntó.
–Estoy en ello –contestó Lali–. No le ha abandonado a su suerte, ¿verdad? –preguntó ansiosamente, esquivando la súbita irritación que apareció en aquellos increíbles ojos azules. Mantuvo su mirada para demostrarle que no iba a poder con ella.
¿El instinto maternal le sale con todos los hombres, señorita Esposito? ¿O sólo lo reserva para los Nicolas Riera del mundo?
–Usted está malinterpretándome a conciencia, pero no sé por qué me sorprendo –le espetó Lali–. Para su información, no estoy haciendo de madre de Nicolas, tan sólo me preocupo por un hombre que ha sido un buen jefe conmigo. Puede que haya tenido problemas, pero siempre me ha tratado bien, ¡que es más de lo que puedo decir de algunos hombres para los que trabajo!
Peter enrojeció debajo del bronceado ante la reprimenda. Le dolía profundamente que ella pensara que no la trataba bien. Y, sin embargo, pensaba que Nicolas era un santo. La sensación de que los celos se apoderaban de él no le gustó.
Siento escuchar eso.
Lo sentía tanto como un elefante que hubiera aplastado a una hormiga, se dijo Lali.
–Tal vez en lo concerniente a cómo tratar decentemente al personal, podría aprender un poco de Nicolas.
Seguro que sí, pensó Peter sarcásticamente. Pero una parte de él no podía evitar sentirse culpable tras la reprimenda. Se consideraba un jefe justo, pero firme, ¿qué podía hacer si aquella mujer tenía un mal concepto de él? Se estremeció al darse cuenta de que quizás él había hecho lo mismo con ella. Pero ni por asomo iba a mostrar una debilidad tan grande como la culpa.
¡Antes se hiele el infierno, que yo aprenda de un hombre que permite que el abandono de una mujer lo convierta en un alcohólico y lo deje destrozado! –gritó ásperamente–. Ese hombre debería tener algo más de respeto por sí mismo.
Lali se quedó blanca y tuvo que sujetarse a la silla ante el impulso de dejar su trabajo en aquel mismo momento. Pero el hecho de que Peter menospreciara a un hombre como Nicolas por estar sufriendo no suponía que ella tuviera que tomarse aquellos comentarios de forma personal y dimitir. Tal vez detestara lo que Peter acababa de decir, pero de ahora en adelante se tomaría las cosas con más calma, ignorando la rabia que aquel hombre generaba en su interior.
A pesar de esa decisión, sintió que quedaría por debajo de él si le dejaba que dijera la última palabra:
Está muy seguro de sí mismo, ¿verdad? –le dijo, con los ojos llameando de ira y sujetándose aún más a la silla, tratando de contenerse–. Seguramente nunca ha estado con una mujer que le importara lo suficiente como para sufrir por que lo dejara. Ya seas rico o pobre, eso duele, ¿sabe usted?, lo de que te abandone la persona a la que amas. ¡A lo mejor, después de que le suceda, tendrá un poco más de compasión con el resto de la humanidad!
–No creo que eso suceda, señorita Esposito. Nunca dejaría que una mujer se acercara tanto a mí como para poder hacerme daño... aunque no me importa que se me acerquen para otra cosa...
Peter mantenía la vista clavada en su rostro, pero Lali tuvo la impresión de que se estaba comiendo su cuerpo con los ojos. Incómoda y avergonzada, se preguntó qué haría él si le decía que, de continuar con comentarios, inapropiados como aquéllos, lo denunciaría por acoso. Pero, tan pronto como lo pensó, supo que nunca lo haría. ¿Quién iba a creerla cuando él era el jefe?
Por otro lado, no podía mentirse a sí misma: cuando Peter Lanzani le lanzaba aquellas miradas ardientes, su naturaleza sensual, que llevaba tanto tiempo enterrada, se deleitaba con aquellas atenciones. ¡Y pensar que, tal vez, iba a trabajar para aquel hombre durante las próximas seis semanas...!
Cansada de pelear, se tragó el malestar que sentía y decidió hacer un nuevo intento para interceder por Nicolas ante su nuevo jefe.
–¡Si deja a Nicolas a su aire, beberá hasta morir, sin más! ¿Es que no ve las señales? Él cree que no tiene nada que perder desde que ella se marchó. No piensa con claridad. ¿Tiene usted el corazón tan duro, que no va a ayudarlo?
Dudó en añadir: «si es que tiene usted corazón»...
–No me gusta verte tan preocupada a este respecto, Lali. Confidencialmente, te diré que Nicolas va a ingresar en una clínica de desintoxicación muy exclusiva y muy cara, pagada por la empresa. Tendrá todas sus necesidades cubiertas, excepto la de alcohol, claro. Además, he pedido que me manden informes semanales sobre cómo evoluciona. ¿Te quedas más tranquila?
Entrelazando las manos, Lali dejó escapar el aire con dificultad: desde el principio, Peter sabía lo del tratamiento para Nicolas, y la había dejado decir que lo último que esperaba de un hombre como Peter era que lo ayudara.
A decir verdad, sí. Me he pasado noches en vela preocupada por lo que sería de él.
Ahora puedes descansar tranquila. Estará en buenas manos.
Su contestación fue lacónica. ¿Qué podía esperar cuando ella había sido tan directa, incluso grosera, al defender a Nicolas?
Peter estaba llegando a la puerta del despacho de Nicolas, cuando se volvió, pensativo:
Deberías haber comentado con alguien tu preocupación por su bienestar. Para eso está el departamento de Recursos Humanos.
¿Y airear sus trapos sucios por toda la oficina?
A pesar de haberse propuesto mantener la calma, las palabras salieron mordaces:
–No sé como será en Nueva York, pero en esta oficina sería un festín para los cotillas. Es vergonzoso, pero la gente saca conclusiones sobre las personas sin conocerlas: culpable hasta que se demuestre lo contrario. Habrían juzgado y condenado a Nicolas antes de que pudiera abrir la boca, qué importan las razones por las que empezó a beber, ni por lo que estaba pasando. De hecho, ahora mismo seguro que piensan que lo ha despedido. A la hora de la comida lo sabrá todo el edificio.
Estaba en lo cierto. Debería haber pensado en eso, se dijo Peter. ¿Acaso no había hecho él lo mismo, tratándola como culpable sin saber nada de ella, al encontrársela dormida en su mesa? Le dolía que ella tuviera una opinión tan pobre de él y de sus compañeros de trabajo, a pesar de que, personalmente, creía que gran parte del dolor de Nicolas Riera se lo causaba él mismo y por tanto no merecía tanta preocupación por parte de Lali.
–Deberíamos organizar una especie de reunión informal para hacer oficial que Nicolas está de baja por enfermedad, pero que volverá en unas semanas. Si soy yo quien da la noticia, eso pararía los rumores de que ha sido despedido.
Lali asintió inmediatamente:
Puedo organizar algo a las cuatro en la zona de descanso, ¿qué tal?
–Lo dejo en tus hábiles manos. Y de paso, ¿puedes organizarme algo para comer? –el rostro de Peter se relajó en una agradable sonrisa–. Voy a empezar a revisar el trabajo atrasado del señor Riera. Será suficiente con un sándwich de pollo. Gracias.
Después de contemplar aquella arrebatadora sonrisa, Lali apostó a que podía ser encantador cuando se lo proponía, Pero ella no quería ceder a sus encantos. Podía manejar su actitud de arrogante superioridad, pero su encanto era otra cosa completamente diferente...

Lali estornudó una vez, y luego otra. Cerró la puerta del coche y notó que la invadía un sofoco que la hizo marearse. Sacudiendo la cabeza, maldijo a los hados por haberse contagiado de la gripe de Allegra. Era lo último que necesitaba; sobre todo ese día. Peter iba a presidir una reunión de la junta en la sala VIP, y ella tenía que tomar notas. Allí normalmente hacía calor, y si su temperatura aumentaba más de lo que sentía en aquel momento, no podría soportarlo.
Salió del aparcamiento subterráneo y se dirigió hacia las oficinas de Lanzani and Stoughton Associates. Acababa de poner el pie en la calzada para atravesar una calle cuando un coche la pasó rozando, tan cerca que la despeinó. En el mismo momento, una mano de hierro agarró su brazo y la llevó de vuelta a la acera. Antes de que Lali se recuperara del susto, sintió que la hacían volverse y vio a Peter, con la mandíbula apretada y los ojos echando chispas:
¿Es que quieres suicidarte? ¿Por qué demonios no miras por dónde vas?
El corazón de Peter aún palpitaba aceleradamente. No podía creerlo cuando, casualmente, vio a Lali intentando cruzar la calle principal y un coche dirigiéndose hacia ella a unos cincuenta kilómetros por hora. Con un volantazo, el coche la había evitado en el último segundo, y Peter había corrido hacia Lali para sacarla de la calzada antes de que el coche que venía detrás se la llevara por delante. Ahora ella estaba frente a él, con las mejillas enrojecidas y aquellos preciosos ojos verdes a punto de llorar.
¡Oh, Dios! No iba a echarse a llorar, ¿verdad? Peter se enorgullecía de ser muy «macho», pero en el fondo sentía debilidad por las mujeres llorosas, los niños enfermos y los animales heridos; los tres le tocaban la fibra sensible.
Oye... –suplicó con voz ronca, secándole las mejillas suavemente con las manos–, no quería asustarte.
Sintiendo que le faltaba el aire, Lali se zambulló en su bolso en busca de un pañuelo; todo en su interior temblaba, más por el hecho de que Peter la hubiera tocado que por su posible accidente. Empezaba a ser consciente de que se había expuesto a una muerte casi segura, pero lo que más la asustaba y la confundía era que el simple tacto de un hombre pudiera desorientarla tanto.
El rugido del tráfico ahogó su respuesta:
No me ha asustado. Tan sólo me distraje un momento, eso es todo. Debería haber ido más atenta a lo que estaba haciendo. Gracias por venir en mi auxilio.
Le asaltó la idea de que, si no la hubiera salvado, su pequeña podría ser huérfana en aquel momento. Otra lagrima se deslizó por su mejilla, y luego otra, hasta que se encontró luchando por controlarlas.
Ven, nos vendrá bien tomar un café y hablar un poco.
Tomando a Lali por el codo, Peter la guió calle abajo hasta un pequeño café italiano. Por el camino, Lali trató de hacer desaparecer las lágrimas lo mejor posible; no podía creer la mala impresión que estaba dando de sí misma, y justo frente a la persona ron la que no podía permitirse mostrarse vulnerable, él ya tenía la opinión de que era una vaga y que no podía con su trabajo, y ahora pensaría además que era débil.
Unos minutos después, con los sentidos abrumados por el aroma a café y a bollos recién hechos, Lali se sentó frente a Peter. Aquella enorme figura empequeñecía la silla, como de costumbre, y toda su atención estaba concentrada al cien por cien en ella, a pesar del bullicio a su alrededor. La mano de Lali temblaba un poco cuando se acercó el cremoso café a los labios. El imponente hombre frunció el ceño:
Y bien, ¿por qué ha pasado esto? ¿Puedo hacer algo para ayudar?
Realmente quería ayudarla, se dijo Peter, sintiendo aumentar su deseo. La sensación había ido creciendo en su interior durante los días anteriores, en los que Lali lo había hecho casi todo sola, ayudando a otros sin pensárselo y olvidándose de sí misma. Peter se preguntó si la «persona favorita» que Lali había mencionado, aquel Ale, o como quiera que se llamase, realmente le daba el apoyo que necesitaba.
La idea de que ella tuviera novio le hizo apretar la mandíbula: no le gustaría interponerse entre su novio y ella.
Estoy bien, de veras. Tan sólo tengo gripe, y últimamente no duermo muy bien –reconoció nerviosa, y desvió la mirada rápidamente.
Peter observó su taza y volvió a clavar su mirada en aquellos espléndidos ojos verdes.
–No me creo que ésa sea la única razón por la que estás alterada. ¿Qué es lo que te preocupa, Lali? Si es algo relacionado con el trabajo, posiblemente soy la mejor persona con la que podrías hablar. La gente que trabaja para mí es el verdadero capital de la empresa, me preocupo por que esté bien.
Dicho así, su explicación sonaba más que razonable, seductora incluso... Pero Lali sabía que no podía confiar en Peter. Además de tener siempre presente que él era el dueño y uno de los socios fundadores de la empresa para la que trabajaba, también recordaba que Peter menospreciaba cualquier tipo de debilidad. Y, si llegaba el caso, ¿por qué un hombre como él se molestaría en fijarse en una simple secretaria como ella? Ya había tenido una experiencia humillante con Pablo, y sabía que las grandes diferencias de dinero y de estatus podían ser un problema en una relación; no deseaba volver a pasar por un rechazo como aquél.
–Creí que no le gustaba que los problemas personales afectaran al trabajo, señor Lanzani.
–¡Peter! –respondió irritado, sintiendo remordimientos a continuación porque él la había provocado desde el principio llamándola «señorita Esposito».
¿Lo había hecho inconscientemente, para poner una barrera entre Lali y él?, ¿para mantener su relación dentro de lo estrictamente profesional, y así combatir la poderosa atracción que lo recorría entero cada vez que la miraba? Tenía por norma no liarse con mujeres en el trabajo; por experiencia, sabía que aquel tipo de relaciones solían ser problemáticas.
No tienes una buena opinión de mí, ¿verdad? –añadió.
Supongo que hace lo que tiene que hacer. A mí no tiene que gustarme.
Encogiéndose de hombros, Lali se refugió tras la taza de café.
Crees que no me preocupo por la gente que trabaja pura mí, ¿no es así?
Lali enrojeció:
Yo no he dicho eso.
Pero crees que no soy comprensivo, ¿me equivoco?
Sintiendo que se estaba metiendo en terreno peligroso, Lali deseó que aquella conversación no hubiera empezado nunca:
–Su reputación lo precede, señor Lanz...
Sus cejas se juntaron formando una mueca de irritación:
Si vuelves a llamarme así, te despido.
El corazón de Lali dio un vuelco.
Como ya he dicho, esto es una empresa...
Peter dejó la frase en el aire. ¿Por qué el comentario de Lali le había molestado tanto? ¿Se habría vuelto un hombre demasiado duro? Era un hombre con éxito, ¿no?, y su empresa iba muy bien. Estaba convencido de que a la gente le gustaba trabajar para él. Entonces, ¿por qué le importaba tanto que Lali Esposito tuviera una buena opinión de él?
–Sé que es complicado llevar una empresa –afirmó Lali, mientras una nueva oleada de calor la invadía–, pero somos humanos, y la vida no es un camino de rosas, con todas las respuestas a las preguntas. Como ya he dicho, estoy segura de que Nicolas no pretendía intencionadamente sabotear su carrera haciéndose alcohólico.
–Ahora no estábamos hablando de Nicolas –contestó, frotándose la nuca.
Peter se recostó de nuevo en la silla y suspiró:
Me duele que no tengas confianza en mí para contarme qué te preocupa. Tal vez deberíamos hablar de eso, ¿no crees? No ahora –continuó, echando un rápido vistazo a su reloj de pulsera–, pero sí en cuanto tengamos un rato para quedar.
La idea llenó de inquietud a Lali. Ya era suficiente presión tener que trabajar con aquel hombre, como para encima «quedar un rato» para que ella le contara por qué no confiaba en él.
Realmente no es necesario. Además, sólo tengo gripe, no es que haya algo que me preocupe... –«...excepto tú», pensó–. Estaré bien en un minuto.
Elevando de nuevo los hombros como disculpándose, bebió otro sorbo del delicioso café y se sintió más tranquila, aunque todavía se notaba algo sofocada.
Creo que lo mejor sería que te fueras directamente a casa después de la reunión. Te llevaré yo mismo.
¡No!
La vehemencia con la que respondió sorprendió a Peter. Por todos los diablos, aquella mujer parecía asustada. ¿Qué trataba de esconder, un novio vago e irresponsable que estaba en el paro, tal vez? ¿Sería por eso por lo que a Lali se la veía tan cansada?, ¿porque mantenía a un hombre que vivía a su costa? La ira le secó la garganta unos instantes, y luego se reprendió a sí mismo por estar de nuevo sacando conclusiones sin conocer todos los datos, que era de lo que Lali lo había acusado. Empezaba a pensar que había muchas razones por las que ella no quería confiar en él, e incluso dudó de sí mismo.

Lali no quería que Peter la llevara a casa. No quería que viera la calle en la que estaba su diminuta vivienda. No era que se avergonzara de ella, sobre todo cuando había empleado tanta energía y esfuerzo en convertirla en un acogedor hogar para Allegra y ella; pero estaba segura de que estaba muy por debajo del nivel de lo que un hombre como Peter admitía como bueno. Y si ella advertía una nota de vergüenza o pena en sus ojos, Peter tendría rápidamente su dimisión en la mesa.
Aguantaré todo el día, no se preocupe, y volveré a casa en mi coche. Gracias de todas formas.
Dándose cuenta de que no serviría de nada discutir, Peter terminó su café de un largo sorbo, y se levantó:
Será mejor que volvamos, hoy tengo la agenda repleta. ¿Te sientes mejor?
–Mucho mejor –mintió Lali, y lo siguió con piernas temblorosas hacia la calle.

Fue una reunión larga, mucho más de lo que Peter hubiera querido. Parecía que sus socios del Reino Unido querían aprovechar al máximo su presencia junto a ellos, y habían añadido bastantes puntos a la ya de por sí saturada agenda de la reunión.
Se había fijado en Lali varias veces durante la tarde, y había visto unas leves gotas de sudor en su frente cada vez que se retiraba el flequillo de la cara. Además, tenía la impresión de que aquellos arrebatadores ojos verdes estaban vidriosos y brillaban más de lo habitual, como si tuviera fiebre. Pero estaban en mitad de la reunión y no podía hacer nada al respecto; Lali tomaba notas rápidamente: en aquel momento se discutía el lucrativo proyecto de la zona del puerto que había sido responsabilidad de Nicolas. Después de él, y de Peter tras leer los informes, nadie conocía el proyecto tan bien como Lali. Buscar otra secretaria que la sustituyera no era una buena idea.
Peter decidió prestar más atención a su recién designada secretaria. En el descanso para el café, cuando la gente abandonó la sala en busca del refrigerio, Lali y él se quedaron a solas.
¿Qué tal te encuentras? –le preguntó, colocándose junto a ella y saturando sus sentidos con el seductor aroma de su masculinidad.
Lali notó que su cuerpo ardía, y no era por la gripe. Fijó su vista en las hojas de notas que había tomado durante la reunión para no tener que enfrentarse a aquella mirada penetrante.
Estoy bien, gracias por preguntar.
Pareces un poco acalorada, si me permites que te lo diga.
Aquí hace calor, ¿no cree?
Olvidando su determinación de mirarlo lo menos posible a los ojos, Lali se encontró atrapada en su mirada, sin poder apartarse y sintiéndose cada vez más débil.
Peter rompió el silencio:
Abriré una ventana.
Abrió dos, tomándose tiempo, mientras rezaba para que el aire fresco le calmara su excitada libido. Peter conocía la sensación de deseo; pero cuando se zambullía en los cautivadores ojos verdes de Lali Esposito, con aquellas pestañas larguísimas, el deseo crecía hasta un nivel completamente nuevo. Debería andarse con cuidado, o aquel deseo de llevársela a la cama se convertiría en una obsesión.
Así está mejor, gracias.
Lali se pasó una mano por la nuca desnuda porque tenía el pelo recogido, y Peter se metió la mano en el bolsillo del pantalón para controlar el impulso de lanzarse a tocarla.
¿Te traigo unos sándwiches y una taza de café?
No gracias, no tengo hambre. Un poco de agua es suficiente.
Y para corroborar su preferencia, Lali bebió un sorbo del vaso que tenía sobre la mesa. La mano le temblaba ligeramente, y Peter se preocupó ante la idea de que aquella reunión estuviera siendo un suplicio para ella.
Ya no queda mucho –comentó, consultando su reloj y examinando una hoja con el orden de la reunión–, sólo cinco puntos más. Voy a tratar de pasarlos lo más rápidamente posible. Y, en cuanto terminemos, te llevaré a tu casa.
Peter vio cómo un «no» empezaba a dibujarse en aquellos deliciosos labios y se irguió. No servía de nada ser el jefe si no podía hacer uso de ello cuando el momento lo requería. Y, en aquel momento, Peter necesitaba saber que iba a llevar a Lali a casa. No era por egoísmo; cualquiera podía apreciar que aquella mujer tenía fiebre. Antes, casi se había puesto delante de un coche que iba a toda velocidad; lo último que quería Peter era que ella tuviese un accidente volviendo a casa por estar demasiado enferma para concentrarse.
Revolviéndose incómoda en su asiento, Lali dejó escapar un hondo suspiro.
Ya se lo he dicho, aprecio que se preocupe por mí, pero no necesito que me lleve a casa. No insista más, por favor.

Pero a las seis menos cuarto, Lali se encontró caminando hacia el aparcamiento y sentándose en el asiento de un lujoso sedán, junto a un solícito pero determinado Peter que no iba a permitir un «no» por respuesta. Aceptando con resignación, Lali le indicó la dirección y pasó el resto del viaje en un mutismo hermético.
¿Por qué insistía tanto en llevarla a casa? Estaba tomándose su trabajo como jefe demasiado en serio, decidió Lali, ampliando sus funciones hasta donde no le correspondía. Incluso Nicolas, que era tan generoso, nunca se habría ofrecido a llevarla a casa cuando se sentía enferma. No, en caso de que creyera necesario acompañarla, Nicolas habría buscado a alguien para que lo hiciera. Pero Peter no funcionaba así.
Lali contempló con miradas furtivas el perfil perfectamente cincelado del hombre que conducía a su lado, y la ansiedad se apoderó de ella. Tan pronto como estuvieran frente a su casa, se aseguraría de tener la llave en la mano, le daría las gracias, y saldría corriendo antes de que a Peter se le ocurriera esperar a que entrara en su casa. Tenía la sensación de que era lo que iba a hacer. Una de las cosas que había aprendido hasta ahora sobre Peter Lanzani era que se tomaba su trabajo y sus responsabilidades muy en serio, sin medias tintas. Hacía todo con dedicación y esmero.
Pero para cuando llegaron frente a su puerta, pintada de un rojo vivo en un entorno donde las de otras casas eran grises o negras, Lali se sentía demasiado enferma como para estar pendiente de lo que Peter hiciera o dejara de hacer. No estaba en condiciones de preocuparse por si él pensaba que su calle era decadente, o que los coches del vecindario eran mucho más antiguos que el suyo. Lo único en lo que pensaba era en meterse en la cama o, si no lograba llegar hasta ella, tumbarse en el sofá. Gracias a Dios, Allegra dormía aquella noche en casa de su abuela, porque no hubiera podido hacerse cargo de ella, tal y como se encontraba.
Gracias, yo...
–Dame la llave –ordenó Peter.
¿Qué?
Con una expresión de férrea determinación en su rostro, Peter se volvió hacia ella y extendió la mano:
–La llave de la puerta, dámela. Te voy a llevar hasta dentro, Lali. Voy a asegurarme de que te tomas alguna medicina para la fiebre y después voy a asegurarme de que te metes en la cama. No hace falta ser médico para darse cuenta de que tienes mucha fiebre. Creo que incluso voy a llamar a tu médico y a decirle que te haga una visita.
Espera un momento, ¿qué...?
Lali intentó protestar, pero no era fácil mantenerse indignada cuando sentía que podía caerse al suelo redonda en cualquier momento. Con una mezcla de agotamiento y resignación, asintió, rebuscó en su bolso y puso las llaves en aquella mano expectante.
Eso es, buena chica.
¡Eso sí que no lo tolero! –protestó, lanzándole una mirada desafiante, a pesar de que le parecía que su cabeza iba a estallar–, ¡no soy una chica: soy una mujer!
Las pupilas de Peter se dilataron perceptiblemente:
Cariño, desde el primer instante en que te puse los ojos encima, no he dudado de eso en ningún momento. Y ahora, será mejor que entres antes de que te desmayes aquí mismo.

7 comentarios:

  1. Es todo un caballero, me mato con:Cariño, desde el primer instante en que te puse los ojos encima, no he dudado de eso en ningún momento. Me encanta más nove!

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  2. AAAAAH!!!!!

    Me quedé con ganas de mas! Y eso que es larguisimo!!

    Quiero mas nena!!

    TTM SISTER!!

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  3. Hola, hola, aca toy !!!!!!!! Como anda mi española? Todo bien por ahi? que decirte cuando me mandaste el tweet, casi me muero pero por x motivos ( quilombos por todos lados ) no habia tenido tiempo de leer pero si de poner el blog en mis favoritos y hoy aproveche y lei los 4 capitulos .....

    Decirte que me quede con ganas de mas es poco .... por dios, que manera de desarrollarse los hechos por dios .... me gusto mucho este Peter tan avasallor, de llevarse el mundo por delante pero pendiente de las cosas que lo rodean ....

    Lali se merece un premio aparte por todas las cosas que se ha tenido que aguantar con el correr de los años ....

    Ahhhhhhhhhh, quiero mas !!!!!!!!!

    Subi pronto asi sigo con esta hermosa nove ....

    Te quiero hermosa !!!!!!!!!

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    1. Sabes que te quiero mucho no???
      Te extraño amiga! mucho!! todo bien por alli? Cami que tal esta? Necesito mail!!

      Hoy te subo capi para que veas que soy buena jaja

      Un beso enorme hermosa!!
      Te quiero!!

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  4. Buenísimo,me va gustando este Peter,pero Lali es como un gato escaldado k del agua fría huye,se ha impuesto una barrera,k Peter con paciencia va a tener k derribar

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  5. Lina (@Lina_AR12)11 de junio de 2012, 2:02

    Peter hace lo posible para acercarse bien a ella,pero dios q resistencia tiene lali,q se afloje!

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