"El cuento ha cambiado, el zapato no se ha encontrado. Caperucita se come al lobo, el principe se vuelve sapo, la princesa tiene estrias, hay que cenar con la madrastra en nochevieja, el hada madrina se jubiló y los enanos trabajan en el circo."

jueves, 14 de junio de 2012

Capítulo 11


Cuando salieron del restaurante, avanzada ya la noche del sábado, llovía suavemente. Era una noche especialmente fría, y el viento era cortante. Peter condujo a Lali hasta el coche y la ayudó a acomodarse.
¿Estás bien?
Al ver que Lali se subía el cuello del abrigo le dirigió una mirada de preocupación.
Estoy bien. Entraré en calor enseguida.
Durante toda la velada, Peter se había llenado de ella, pero parecía que nunca era suficiente. Habían conversado, a veces evitando algunos temas personales para conservar un tono educado en su charla, pero ambos sabían que había otra conversación entre sus mentes y sus cuerpos.
Una vez en el piso, la luz tenue los acogió, creando una atmósfera de calidez e intimidad que hizo estremecer a Lali pensando en lo que sucedería después. La asustaba desearlo con tanta fuerza. Entre ellos había una conexión. No tenía sentido seguir negándolo por más tiempo.
Ahora, tras quitarse el abrigo y alcanzárselo a Peter, se alarmó al comprobar que le temblaban las piernas. Percibiendo su escalofrío, Peter dudó antes de hacerse cargo del abrigo:
¿Aún tienes frío?
No, aquí se está muy bien, es muy agradable.
Siéntate y ponte cómoda. Voy a traer unas copas.
Más alcohol no, por favor –rogó con una sonrisa–. Si bebo más, me veo rodando por el suelo.
Gracias por avisar –dijo con voz grave y sexy–. ¿Qué tal un café?
Estupendo.
Lali se frotó los brazos, se dejó caer en el sofá y se quitó los zapatos. Mientras jugaba con sus pies en la lujosa alfombra, echó una mirada alrededor, deteniéndose en las fotografías familiares de la repisa. Todo era bonito y estaba elegido con buen gusto, pero claramente revelaba más de la hermana de Peter que de él mismo.
¿Por qué no tienes tú una casa?
Impulsivamente, fue hasta la cocina. Peter estaba rellenando de azúcar un bol de porcelana. Parecía a gusto con las tareas domésticas, y a Lali le gustó contemplarlo. Cada vez que Peter se movía, la camisa sugería el contorno de sus músculos; bajó la vista hacia sus nalgas prietas y las largas piernas.
Estuve en un apartamento alquilado en Chelsea hasta que me fui a Nueva York. Para ser franco, nunca sentí la necesidad de tener un lugar permanente. En los últimos años he viajado mucho: Norteamérica, Canadá, Australia... ¿qué sentido había en tener un sitio que iba a estar vacío la mayor parte del tiempo?
¿Y ahora has decidido quedarte en el Reino Unido un tiempo?
Peter paró su actividad, se dio la vuelta y se apoyó en la encimera; sus eléctricos ojos azules contrastaban con la blancura de su camisa:
Estoy pensando en comprar una casa.
¿No la vas a diseñar tú?
Si Lali tuviera las envidiables cualidades de Peter, le encantaría diseñar su propia casa.
La idea se me ha pasado por la cabeza.
Antes de que Lali pudiera reaccionar, Peter estaba frente a ella, deslizando sus manos por los brazos, anegando sus sentidos con su potente virilidad.
Pero depende de si voy a tener o no alguien especial con quien compartirla.
Ya encontrarás a alguien.
Lali apartó su mirada de la sonrisa sensual y hambrienta de deseo de Peter.
Creía que ya lo había encontrado.
Puede que quieras pensártelo de nuevo.
La voz de Lali era un susurro. Levantó la mirada hacia los ojos de Peter, y el corazón le latió con fuerza ante la masculina belleza de su rostro:
–Tengo una hija, ¿recuerdas? Esto no va sólo contigo y conmigo. ¿Tienes alguna idea de lo que es ser responsable de un niño? Toda tu atención se centra en él, y nunca dejas de preocuparte. De eso es de lo que te vas a hacer cargo, Peter, y de algún modo... –se apartó de él y se apoyó en la puerta–, de algún modo creo que no estás preparado para eso.
Peter enmudeció ante la sorpresa. «Hijos...» Honestamente, no había dedicado mucho tiempo a pensar en ser padre. Hasta aquel momento, había relegado la posibilidad a un futuro lejano, convencido de que, cuando llegara la ocasión, si es que llegaba, tendría la madurez suficiente para hacerse cargo... no como había hecho su padre.
Tener a Lali y a Allegra iba a cambiar completamente su estilo de vida. Peter nunca había compartido piso, y mucho menos vivido con una mujer. Había muchísimas cosas nuevas a las que tendría que acostumbrarse, pero no era algo que lo aterrorizara. Sería agradable tener dos mujeres en casa. Y levantarse cada mañana al lado de la mujer de sus sueños era un incentivo que no podía ignorar. No. Lali se equivocaba respecto a él. Él era mucho más adaptable de lo que ella pensaba, y estaba enamorado de ella. Se sentía muy feliz, entusiasmado.
Contemplándolo, Lali decidió que, entre todas las cualidades que poseía, su sonrisa era el arma más poderosa de todas.
–Te equivocas conmigo, Lali. Quiero que Allegra y tú seáis parte de mi vida. Quiero cuidaros a las dos. Puede que no sepa mucho de niños, pero puedo aprender, ¿no te parece? No te voy a fallar. Si realmente crees que esto es un capricho por mi parte, es que no me conoces. Nunca antes me había sentido así por una mujer.
Quitando a Lali de la puerta, Peter sujetó su rostro entre las manos:
¿Qué te parece si nos casamos?
Si una bomba hubiera atravesado el techo, Lali no se habría sorprendido tanto. Sintiéndose mareada durante unos instantes, elevó la mirada hacia los sonrientes ojos azules y se quedó sin habla. ¿Casarse? Era algo que nunca se había imaginado que volvería a plantearse ni por un segundo. Cuando Peter había hablado de comprar una casa y compartirla con ella y con Allegra, Lali había asumido que se refería a que vivirían juntos.
Colocando sus manos sobre las de Peter, Lali las apartó suavemente:
Nos conocemos desde hace poco tiempo. No deberíamos precipitarnos. Probablemente lo haces por mí, pero no tenemos que casarnos para estar juntos.
No era la respuesta que Peter quería oír. Había encontrado a la persona con la que quería compartir el resto de su vida, y no estaba dispuesto a dejarla marchar.
–Te he pedido que te cases conmigo porque estoy enamorado de ti, Lali.
Lali se mordió la lengua:
–También Pablo dijo que me quería. Palabras como ésas salen fácilmente al principio de un romance, y tú siempre has admitido que tu pasado con las mujeres no es bueno.
Atónito, Peter maldijo entre dientes y se apartó:
Así que, ¿no voy a tener la oportunidad de redimirme? Es cierto que nunca antes había querido comprometerme con nadie, pero me duele profundamente que me compares con tu ex marido. ¿Es que no ves que esto es diferente?
Lali quería creerle pero, ¿cómo explicarle que no podía evitar hacer comparaciones con su relación con Pablo, después de lo que le costó recuperarse de aquel rechazo? ¿Qué pasaría si la familia de Peter la trataba con el mismo desdén que los Vaughan–Smith?
–Has visto dónde vivo, Peter. ¿Qué van a pensar tus amigos cuando sepan que te has enamorado de una simple secretaria del sur de Londres, y que además es madre divorciada?
¡No puedo creer que te preocupes por algo así! Sí, he visto dónde vives, y lo que he visto es un hogar, no una estructura vacía equipada con muebles de diseño, sino un verdadero hogar; algo que no tengo desde que era un niño. Y aunque es cierto que algunos de mis amigos pertenecen a ambientes como los que has insinuado, no me importa nada todo eso. Acepto a la gente como es, da igual de dónde sean o a lo que se dediquen, y a los que no me gustan dejo de tratarlos.
En dos zancadas furiosas fue hasta el fregadero, abrió el grifo y llenó un vaso de agua. Después de un largo trago, se volvió hacia Lali y la observó meditabundo:
Y para tu información, tampoco me importa lo que piense la gente. Estamos hablando de ti y de mí: tú decides si quieres estar conmigo o no. Lo único que me importa es que estés segura.
Por supuesto que quiero estar contigo –le confesó en un susurro–. De acuerdo, me plantearé seriamente el vivir contigo, pero no me casaré.
En aquellos ojos verdes había un destello metálico, y Peter sintió el pecho oprimido por la decepción y el dolor. Era la primera mujer a la que le pedía matrimonio, y ella lo había rechazado. Aquello era un duro golpe para su orgullo y su masculinidad. Dejó el vaso de agua sobre la encimera y cruzó los brazos por delante de su pecho.
Si no quieres casarte, entonces tampoco vengas a vivir conmigo.
Enrojeciendo de frustración, y con incredulidad en los ojos, Lali se dio la vuelta y se marchó.


–Quiero que llames a este número de teléfono y me reserves plaza en un vuelo matutino a Nueva York.
Lali miró el papel que Peter había tirado sobre su mesa, y tragó saliva. El sábado no había resultado como habían planeado. Después de decirle que no se casaría con él, las cosas habían ido cuesta abajo. En vez de terminar juntos en la cama, como ambos habían anticipado deseosos, Lali se encontró pidiéndole que llamara a un taxi para volver a su casa. Peter se había negado a hacerlo y había insistido en llevarla a casa en su coche. Cuando Peter se despidió dejándola en la puerta, no dudó en marcharse rápidamente. Lali se encontró con la casa vacía y fría, sin ni siquiera la compañía de su pequeña para consolarla.
Lo haré enseguida.
Estaré fuera la mayor parte de la semana. Si ocurre algo importante, telefonéame directamente. Te he dejado el número de mi casa.
De acuerdo.
Finalmente, Lali se permitió mirarlo a los ojos. La ira que vio hirviendo en ellos la hizo contener el aliento. No quería que las cosas fueran así entre ellos pero, ¿cómo resolver la situación? Pensar en matrimonio la aterrorizaba. La idea de que su unión terminara en un amargo divorcio era su peor pesadilla.
Tengo una reunión con Richard Akers a la una. Prepara un refrigerio, por favor.
Lali asintió en silencio, odiando el tono formal y frío en que se estaba dirigiendo a ella.
Lo tendrás preparado.
–No tengo ninguna duda, Lali. Si algo eres en el trabajo, es profesional.
Antes de que Lali pudiera descifrar qué quería decir con aquello, Peter había cerrado su puerta, dejándola sola contemplando la pantalla de su ordenador en una especie de trance.
Peter miró de nuevo por la ventana. No podía concentrarse, su ira crecía por minutos. ¿Por qué no quería casarse con él? ¡Cualquiera diría que la había insultado! Obviamente no se creía que Peter iba en serio. ¿Qué diablos le había hecho su ex marido para que fuera tan desconfiada? ¿Y qué era todo aquello de que él pertenecía a ambientes distintos de los de ella? Deberían haber hablado más. Pero en vez de eso, Peter había permitido que el dolor y el sentimiento de rechazo tomaran posesión dé él y le hicieran comportarse como un niño mimado que no ha conseguido lo que quiere. ¡No le extrañaba que ella hubiera preferido irse a casa antes que compartir la cama con él!
Aquel pensamiento le dejó deshecho. Desde que la había dejado en su casa, la frustración sexual le había hecho perder el sentido: con sólo mirarla, se excitaba hasta niveles dolorosos. Y encima, se sentía como un ser cruel y despiadado. ¿Cómo podía reparar el daño antes de irse al día siguiente a Nueva York? Al menos tenía que intentarlo, o se pasaría la mayor parte de la semana sin poder trabajar.
Sonó el timbre de su teléfono. Peter se lanzó agresivamente hacia él:
¡Sí!
Victoria Kendall está en recepción y quiere verte, ¿la hago pasar?
¿Qué demonios estaba haciendo su madre en la oficina? Peter dejó escapar un gruñido.
De acuerdo, ve a buscarla y hazla pasar.
En la oficina, Lali se alisó nerviosa la falda, se estiró la chaqueta, se miró en un espejo que había en la pared, y se encaminó con un pretendido aire resuelto hacia la recepción.
–¿Señora Kendall? Soy Lali Esposito, la secretaria del señor Lanzani. Si hace el favor de acompañarme, la llevaré hasta él.
Impecablemente vestida, de pelo castaño claro y ojos azules tan penetrantes como los de su hijo, Victoria Kendall le estrechó la mano con una sonrisa y la siguió a través del pasillo.
–Me imagino que no estará muy contento de verme –confesó alegremente a una sorprendida Lali–. Seguro que se piensa que voy a soltarle otro sermón cuando lo único que quiero es invitarlo a comer. Espero que no tenga ninguna cita importante. Sé que debería haber telefoneado antes, pero, bueno, estaba por aquí y me he dejado llevar por el impulso.
Lali se sintió inmediatamente cómoda con aquella mujer. Victoria Kendall era inesperadamente maternal, a pesar de su apariencia glamurosa.
Tiene una reunión a la una, pero seguro que puede posponerla.
¿Por qué había dicho aquello? Peter la mataría, por no mencionar al engreído Richard Akers.
¡Bueno, eso suena esperanzador! Gracias, querida.
Para sorpresa de Lali, Peter estaba esperando fuera del despacho.
¿Cuál es el problema, madre? Sabes que estoy ocupado.
¡Menuda bienvenida! Mejor me vuelvo a casa.
Con expresión ofendida, Victoria comenzó a moverse hacia la puerta.
Horrorizada por su grosería, Lali salió en defensa de aquella mujer:
–Tu madre había venido a invitarte a comer, Peter, y creo que deberías ir. Puedo posponer tu reunión con Richard Akers para primera hora de la tarde.
¿Por qué debería hacerlo? ¿Y quién te ha pedido tu opinión? ¡Sabes de sobra que me voy a Nueva York mañana, y estoy hasta el cuello de trabajo!
–¡Peter Lanzani! ¿Es que has olvidado la educación que te enseñé? –gritó Victoria, mientras se colocaba frente al gigante de su hijo–. ¡Quiero que te disculpes ante tu secretaria inmediatamente! Es cierto que venía para invitarte a comer. Ella sólo hablaba en mi favor.
–Lo siento, pero estoy demasiado ocupado para salir a comer contigo, madre. ¿Por qué no te tomas un té con Lali, y te relajas unos minutos antes de volver a casa?
–¿Eso era una disculpa? ¿Me he perdido algo? –preguntó Victoria, mirando a Peter con el ceño fruncido, y seguidamente a Lali.
Aquella hermosísima mujer joven de brillante cabello negro había enrojecido un poco, percibió. Además, sus manos temblaban ligeramente cuando ordenó unos papeles de la mesa. ¿Sería aquella la mujer de la que se había enamorado su hijo? Podía entender por qué. Su rostro ceñudo se tornó en una deslumbrante sonrisa sólo comparable a la de su hijo.
–Incluso aunque estés terriblemente ocupado, eso no es motivo para que seas grosero –riñó a Peter–. Pero si realmente no quieres que te saque a comer, a lo mejor a Lali le gustaría tomarse un té conmigo y charlar un rato.
Como un perro policía percibiendo el olor de un criminal, Peter elevó las cejas con sospecha:
A ver, ¿por qué querrías charlar un rato con mi secretaria? –preguntó irritado.
¿Qué podrías tener en común con ella?, Lali terminó la frase de Peter en su cabeza.
Aquello fue demasiado para ella, aquella nota de insultante desdén en su voz. Soltando furiosamente sobre la mesa los papeles que había ordenado con tanto cuidado, se volvió hacia Peter con los ojos echando chispas:
–¿Te sale natural lo de menospreciar a las personas que te rodean, o vas a clases? Mira, para que te enteres, señor Lanzani, llevo toda la mañana aguantando tu mal humor y tu mala educación, ¡y no voy a soportarlo ni un minuto más! ¡A ver cómo te las apañas si me tomo la tarde libre!
Espera un minuto, ven. Yo...
Lali advirtió la ira en su voz y, agarrando su bolso, se encaminó hacia la puerta todo lo rápidamente que le permitieron las piernas. Lo oyó correr detrás de ella y, sin saber muy bien adonde iba, abrió una puerta y se deslizó tras ella, echando el pestillo. Buscó a tientas el interruptor de la luz, y al pulsarlo observó que estaba en el almacén del material de papelería.
¡Lali!
Al otro lado, Peter golpeaba la puerta y accionaba el picaporte.
¿Se puede saber a qué diablos estás jugando?
¡Déjame en paz! No quiero hablar contigo. ¡Tendrás mi dimisión en tu mesa por la mañana!
En el silencio que siguió a sus palabras, lo único que oía eran los golpes de su corazón. Una lágrima resbaló por su mejilla, y se la retiró bruscamente. ¡No permitiría que la tratara como si fuera una subalterna imbécil! Aquél había sido un truco de Pablo, y por nada del mundo iba a dejar que Peter lo repitiera.
Me voy a Nueva York por la mañana, ¿recuerdas? –le dijo con voz grave, teñida de frustración.
–Pues muy bien –le cortó Lali––. ¡Espero que te quedes allí y que no vuelvas nunca!
–No lo dices en serio –contestó Peter, accionando el picaporte una vez más–. Déjame entrar y hablar contigo.
No quiero hablar contigo. No tenemos nada más que decirnos.
–¡Tenemos mucho que decirnos! Abre la puerta, Lali, y déjame entrar. ¡Por favor!
Colocándose el bolso sobre el hombro con firmeza, rodeó la llave con sus dedos:
Voy a abrir la puerta, pero no pienso hablar contigo. De hecho, me voy a ir directa a casa.
En cuanto abrió la puerta, Lali se encontró metida de nuevo en la pequeña habitación, con Peter observándola y cerrando la puerta de un puntapié. La masculinidad de Peter dominaba todos sus sentidos, y, bajo la luz naranja de la habitación, podía ver su cara severa e implacable.
¿Qué... qué crees que estás haciendo?
No me voy a mover de aquí hasta que hables conmigo.
Tu madre está esperando en el despacho. Vuelve con ella. Yo iré a dar un paseo y volveré en una hora. Realmente no quiero dimitir. Sabes que necesito este trabajo, y...
–¿Qué es lo que tanto te asusta, Lali?
La repentina suavidad del tono de su voz la pilló desprevenida.
No quiero hablar de eso. Y no me gusta la forma en que me has hablado, como si fuera inferior a ti. Por favor, apártate de mi camino para que pueda salir.
Lo siento si te he hecho sentir así –se disculpó–. Me he dejado dominar por la frustración. No quería decir nada de aquello. Y ahora, por favor, responde a mi pregunta: ¿qué es lo que tanto te asusta? Pienso quedarme donde estoy hasta que me contestes.
Todo en él era implacable. Lali tragó saliva para aliviar la sequedad de su garganta.
–¡Me asustan mis sentimientos hacia ti, para que lo sepas! No quiero quererte con tanta fuerza, pero lo hago. Me asusta, Peter. Tú estás acostumbrado a estar al mando, a dar órdenes. Estás en la plenitud de tu carrera: tienes éxito y dinero. Ya estuve casada con un hombre que también tenía esos atributos, y que creía que, por eso, era superior a mí. Menospreció mis orígenes, a mi familia. ¡Pensaba incluso que era mejor que nuestro bebé! Sus padres le dieron la espalda a Allegra, ¿sabías eso? ¡A su propia nieta! Cuando nuestro matrimonio terminó, yo no tenía una opinión muy buena de mí misma. No quiero volver a sentirme así en mi vida. ¿Lo entiendes?
Por fin, Peter lo entendió. Al verla llorar, alargó la mano delicadamente, enjugó sus lágrimas y depositó un dulce beso sobre su boca entreabierta.
–Si alguna vez te he hecho sentir menos de lo que eres, lo siento en el alma. Siempre te he tenido como mi igual en todos los sentidos. Haces sombra a todas las otras mujeres, ¿lo sabías?, con tu belleza, tu inteligencia, la forma en que cuidas de tu hija. Eres una persona extraordinaria, Lali. Por eso quiero que seas mi esposa.

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Hola!!! Penultimo capitulo chicas!!! Si hay muchos comentarios esta noche subo el ultimo!!!
GRACIAS por todo!!!
Un beso enorme!!!

12 comentarios:

  1. Cómo la ha marcado el pasado a ella,tanto q no puede er q tiene algo realmente bueno para ella y su hija delante de sus ojos!Ojalá Peter logre convencerla!Me apena q termine,esta historia ha sido increible!

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  2. Y por fin!!!
    Dios mio que Lali no retroceda!!!
    Vaya par...uno igual al otro..

    Espero el último!! Que penitaa

    Te amo sister!! besito!

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  3. ME ENCANTOOOOOOOOOOOOOO =)
    Hermosa la nove!
    AMO tu blog! me encanta!
    espero el proximo cap!
    Un beso
    Juli♥
    @amorxca

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  4. Acabo de encontar tu blog y recien termino todo los caps y justo le queda el ultimo jajajajaj
    me gusta mucho tu nove subiras otra despues??
    ya quiero ver el ultimo :)

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  5. Ojalá subas el otro,estoy ansiosa de ver q hace Lali,aunq anticipo un final feliz,ahora aviso si no se arriesga y lo deja suelto...hacemos cola para enganchar a este Lanzani maduro!JAJA

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  6. Cuando tengas novedades de tu prox novela avisanos!Tus lectoras esperamos ansiosas!

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  7. me encantaa ya me lei 11 caps seguidos no doy mas! jaja
    sos un atentado contra el estudio (enr realidad tendria q estar estudiando derecho jaja)
    massssssssssssss

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    Respuestas
    1. Esto no se hace!! Me voy a sentir culpable si suspendes...
      Me alegro mucho de que te guste!

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    2. jajajaj igual tu nove merece q no estudie jajaja ;)

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  8. simplemente una genia.... quiero mas noveeeeeeeeeeeee...!!!!
    Besos q estes bien...!!!! :)

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  9. ¡Dios mío !,lo k llega a hacer el miedo,y las comparaciones.Menos mal k después d su primera experiencia ,se volvió fuerte,pero insegura.Peter tiene k lograr convencerla.

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