"El cuento ha cambiado, el zapato no se ha encontrado. Caperucita se come al lobo, el principe se vuelve sapo, la princesa tiene estrias, hay que cenar con la madrastra en nochevieja, el hada madrina se jubiló y los enanos trabajan en el circo."

domingo, 10 de junio de 2012

Capítulo 6


Lali estaba tumbada en la cama contemplando el techo cuando, sin avisar, la puerta se abrió y entró Peter. Llevaba un vaso de agua en una bandeja, y tenía el pelo mojado y alborotado, como si acabara de ducharse. Su mandíbula empezaba a oscurecerse con una incipiente barba. Con la camisa desabrochada hasta el centro del pecho, sin la corbata ni la chaqueta, estaba demasiado atractivo para describirlo con palabras. Era como el hombre de la portada de un calendario, pero aquél estaba allí delante, podía tocarlo.
Lali se quedó sin habla durante unos instantes y, como si no fuera posible, su temperatura aumentó aún más. Por lo que parecía, había pasado la noche allí, tal y como dijo que haría. Lali no podía creerlo.
–¿Cómo te sientes hoy? – Lali no se contuvo:
Como si hubiera resucitado, realmente.
Toma, aquí tienes dos pastillas más.
Peter dejó cuidadosamente la bandeja sobre la mesilla de noche, y a continuación le dio a Lali las pastillas y el vaso de agua para tragarlas. Esperó pacientemente a que terminara, y volvió a colocar el vaso en la bandeja.
Todavía estás muy caliente.
Peter posó la mano sobre la frente de Lali y frunció el ceño ante la evidencia.
De ninguna manera puedes ir hoy a trabajar. ¿Llamo al médico para que te examine?
Lali no estaba acostumbrada a tantas atenciones cuando estaba enferma, y aún no podía creer que su poderoso jefe hubiera pasado la noche en su humilde casita para cuidarla y asegurarse de que no se pusiera peor. ¿Lo hacía para proteger una inversión de la empresa, tal vez? ¿O sus razones eran más básicas? La frase de que la deseaba más de lo que tenía derecho la había rondado en la cabeza toda la noche. Bueno, aquel hombre podía desear todo lo que quisiera, pensó Lali desafiante, pero no significaba que pudiera tenerlo. Para Lali, el bienestar de su hija era lo primero, más importante que volver a meterse en líos del corazón, y hacia allí se encaminaría si se liaba con su jefe.
Además, se acordaba del comportamiento de su ex marido en el pasado, y se le quitaban todas las ideas tontas de tener una relación con Peter. Los hombres de alto nivel estaban demasiado dedicados a sus carreras como para volcarse en una relación, y menos si la mujer tenía hijos. ¿Y no había dicho Peter que nunca dejaría que una mujer se le acercara demasiado? La prioridad más importante para Lali era criar a su hija, y no estaba dispuesta a perderse en un breve y apasionado romance que pusiera en peligro su trabajo y su relación con Allegra. Aunque la idea era cada vez más difícil de mantener.
No quiero que llames al médico, no va a recomendarme nada que no esté haciendo ya. Esperaré hasta la hora de la comida a ver cómo me encuentro y, si me siento mejor, me meteré en el coche e iré a trabajar.
–¡Por encima de mi cadáver! –la cortó Peter, fulminándola con la mirada–. Gracias a Dios, tu coche sigue en la oficina, ¿recuerdas? Y aunque estuvieras mejor, ¡sería capaz de atarte a la cama para que no fueras! –gritó–. No te precipites, Lali. Quédate tranquila el resto del día y no te aventures más allá de esta habitación y el baño. Por desgracia, tengo varias reuniones esta tarde y necesito prepararlas, si no, me quedaría contigo. ¿Tienes un teléfono por aquí? -Lali le acercó un pequeño teléfono inalámbrico que había sobre la mesilla.- Sí, éste.
-Tenlo a mano. Voy a estar llamándote a lo largo del día para asegurarme de que estás bien. Puede que también te pregunte sobre cosas de la oficina, ¿te importa? – Desde luego que no.
Una vez dicho esto, Lali se quedó en blanco. No la ayudaba el hecho de que Peter siguiera frente a ella, mirándola, como si le costara mucho marcharse. Podía apreciar cómo la mandíbula de Peter se tensaba y destensaba, lo que desencadenó unas sacudidas de sensualidad en su cuerpo contra las que no pudo hacer nada. La imaginación era poderosa, se advirtió a sí misma. Peter Lanzani podía conseguir a cualquier mujer que deseara, ¿por qué iba a interesarse en una madre divorciada, con todo el lastre que conllevaba? Y encima la había visto en sus peores momentos, ¡qué mal! Ni siquiera se había mirado al espejo aquella mañana, por no hablar de lavarse los dientes o cepillarse el pelo, ¡debía parecer la madre de Drácula!
Gracias por traerme a casa, y por pasar la noche. Espero que el sofá no fuera, muy incómodo.
Estuve bien. He usado tu ducha, espero que no te importe. Y ahora me voy a casa para darme un afeitado rápido y cambiarme de ropa. He hecho sopa por si tenías hambre, está en la cocina; te vendrá bien comer un poco. Y llámame si necesitas cualquier cosa, ¿de acuerdo?
En lo que sí estaba de acuerdo era en que la hacía sentirse como si fuera una niña de nuevo. Sentirse protegida y cuidada era una combinación seductora para una mujer que necesitaba desesperadamente un poco de cariño. Lali sonrió agradecida, aunque sintiera que la cabeza le iba a estallar.
¿Te preocupas tanto por todos tus empleados?
A Peter le incomodó la pregunta, así que, ignorándola, se encaminó hacia la puerta:
Y telefonea a tu madre, para que sepa que no estás bien. Te veré luego.
Y diciendo eso, se marchó. Lali apoyó la cabeza en la almohada y cerró los ojos, sintiéndose enormemente agradecida.


La secretaria de su socio era agradable y servicial, pero no era Lali. Y no era capaz de hacer un café decente. Frunciendo el ceño por enésima vez aquella tarde, Peter observó a la delgada rubia acercarse con otra taza de aquel brebaje y forzó una sonrisa.
–Gracias, Mary. ¿Ha encontrado el archivo que le pedí?
–Todavía lo estoy buscando, señor Lanzani, ¿le importaría esperar un poco más?
Necesito ese informe para la reunión que tengo dentro de media hora. Haga todo lo posible para encontrarlo, por favor.
Cuando cerró la puerta detrás de ella, Peter suspiró y se pasó la mano por su alborotado pelo. Necesitaba cortárselo, pero no sabía cuándo tendría un hueco en la agenda. Se encontró alcanzando el teléfono, pero retiró la mano en el último momento.
Ya había llamado a Lali tres veces. La última, estaba soñolienta, y Peter se había sentido extrañamente culpable por haberla despertado. Ella volvería a la oficina antes o después, así que debía dejarla descansar. El problema era que le había removido la conciencia su preocupación incansable por Nicolas, y también sus acusaciones de que él no tenía compasión respecto a los problemas de sus empleados. Lali probablemente se había resignado a que él era frío, arrogante y un cerdo egoísta.
La idea le hizo estremecer. Lali era una madre divorciada que se las apañaba sola. Aquello debía de ser duro. Aunque su ritmo de vida acelerado y de alto nivel estuviera a millas de distancia del de ella, Peter podía imaginárselo. Aparte de que hubiera removido su conciencia, Peter la echaba de menos. Era una locura, tan sólo hacía unos días que la conocía y, no entendía cómo, pero sentía una profunda atracción por aquella mujer.
Cada vez que cerraba los ojos, la veía con aquel pijama rojo de seda tan sumamente sexy. La noche anterior, se había acercado a ver cómo estaba, hacia la una de la madrugada. Lali estaba fuera de las sábanas, y la parle de arriba del pijama se le había enrollado justo hasta debajo de sus pechos. Peter se había quedado sin aliento ante la visión de su estómago tremendamente sexy.
Su amigo Mike, de la oficina de Nueva York, le habría aconsejado sin dudarlo que se la llevara a la cama lo antes posible y terminara así con aquella atracción salvaje, antes de que escapara a su control. A lo mejor era lo que debía hacer... Tal vez a Lali él no le gustara ni sintiera admiración por él, pero Peter sabía que tampoco era completamente inmune a sus encantos. No sería muy difícil seducirla, sobre todo para un hombre con su experiencia...
–¡Concéntrate, Lanzani! ¿Qué diablos te pasa? –se dijo en voz alta.
Furioso consigo mismo, reunió los planos que tenía sobre la mesa y se forzó a examinarlos una vez más. La puerta se abrió y apareció la rubia cabeza de Mary.
–¿Quería usted algo, señor Lanzani? Me pareció oírle hablar.
«Lo que quiero no puedo tenerlo...», pensó Peter, con la vista perdida. Se sacudió el pensamiento mentalmente y dirigió una amplia sonrisa a aquella secretaria temporal que llevaba ropa muy ajustada.
No, gracias, sólo estaba pensando en alto –se disculpó. Y cuando volvió a ver la puerta cerrada, se levantó a contemplar la vista desde el ventanal.


–No he visto tu coche aparcado fuera.
Lorna Esposito revoloteaba alrededor de la cama de su hija, colocando el vaso en la bandeja y ahuecando la colcha.
Lali captó el ligero tono de sospecha de su voz:
Un amigo del trabajo me trajo a casa. Mi coche está todavía en el aparcamiento de la oficina.
Deberías haberme llamado, habría ido a buscarte. ¿Se le ocurrió a ese «amigo» tuyo llamar al médico?
Era típico de su madre dar por hecho que nadie más que ella sabía hacer las cosas. Cerrando los ojos un instante, Lali se advirtió a sí misma que no iba a morder el anzuelo. Cuando volvió a abrirlos, su madre había cruzado los brazos y la contemplaba con los labios ligeramente apretados.
No quise que viniera el médico. Seguramente será un virus, y se irá en un par de días.
–¿Y qué pasa si necesitas una medicación específica? Seguramente te vas a tratar con alguno de esos remedios alternativos tuyos, ¿no? –Lorna descruzó los brazos, suspirando–: ¡Eres la criatura más cabezota del universo, ya lo creo! ¿Has comido algo?
Mi amigo me hizo una sopa.
Había tomado un poco, pero la verdad era que no tenía mucho apetito.
Se preguntaba qué diría Lornaa si supiera que aquel «amigo» al que se refería era su jefe. El dueño de la empresa, nada menos. En el fondo, Lali estaba teniendo problemas para aceptar que Peter parecía realmente preocupado por su bienestar: había llamado tres veces aquella mañana, y lo peor de todo era que ella había esperado ansiosa aquellas llamadas. El hecho de oír su voz la llenaba de más energía que cualquier medicina. Aquello era peligroso...
–Bueno, voy a hacerte un buen guiso de pollo. Allegra ya ha merendado, pero puede comer algo de guiso más tarde, si tiene hambre.
¿Qué está haciendo ahora?
Viendo un vídeo. Le he dicho que necesitabas descansar. Ya ha hecho los deberes, y lo tiene todo preparado para mañana. Ahora le diré que suba a verte. Mientras tanto, ¿por qué no intentas dormir un poco más?
Lali puso mala cara, deseaba que su cabeza no pesara tanto.
–No quiero dormir más. Creo que me voy a poner la bata y voy a bajar con Allegra.
Bueno, pero luego no digas nada si te sientes peor, yo te lo he avisado, ¿eh?
¡Por Dios santo, mamá!, ¡tengo veintinueve años, no cinco! Si dejaras de tratarme como a una niña y me dejaras tomar mis propias decisiones, las cosas nos irían mucho mejor a las dos.
Apoyando los pies en el suelo, Lali se puso la bata de seda y se fue hacia la puerta. Lorna se quedó mirándola, con las cejar arqueadas y una expresión dolida, como hacía siempre que su hija no seguía sus consejos.
Te dejaría en paz si tomaras alguna buena decisión de vez en cuando –murmuró.
Lali sabía que lo sabio era ignorar aquel comentario, pero el dolor y la rabia la desbordaron. Con ira en sus ojos, se llevó las manos a las caderas y se enfrentó a su madre:
¿A qué te refieres con eso? Por casualidad, no estaremos hablando otra vez de Pablo, ¿verdad? El me dejó, ¿recuerdas? Fue él quien no quiso asumir las responsabilidades de ser padre, así que no sigas comportándote como si todo fuera por mi culpa. ¿Crees que yo quería ser una madre divorciada? ¡Sabes lo duro que está siendo para Allegra y para mí, y todavía sigues dándome la lata con el maldito Pablo, como si él fuera la víctima de todo esto!
Podías haberle retenido si realmente hubieras querido.
Lornaa hizo frente a la iracunda mirada de su hija haciéndose la ofendida.
¿Haberle retenido? –las palabras de su madre la habían dejado boquiabierta–. ¿Qué quieres decir exactamente con eso?
–Eres una mujer atractiva. Desde que trabajas, has olvidado cómo ser femenina, ése es tu problema. Crees que tienes que ser una mujer dura, actuar como un hombre para obtener lo que quieres, cuando lo verdadero es lo contrario. Pablo estaba perdidamente enamorado de ti: si hubieras aprovechado eso, en vez de permitir que sus padres lo apartaran de ti, todavía estaría aquí contigo.
Lali se tambaleó ligeramente y se agarró a la jamba de la puerta. Estaba tan furiosa, que la cabeza empezó a darle vueltas de nuevo. En su interior, se sentía traicionada. Su madre creía realmente que ella era la responsable de que su marido se hubiera ido, porque no había usado sus «armas de mujer» para mantenerlo interesado en ella. Loma nunca vería la realidad: los padres de Pablo nunca la consideraron lo suficientemente buena para su amado hijo, y de alguna forma él también llegó a creerlo.
–No éramos suficientemente buenas según el rasero de Pablo Vaughan–Smith y su familia: ni tú, ni yo ni Allegra... Esa es la cruda realidad: ¡no éramos suficientemente buenas! ¿Por qué no lo aceptas de una vez? –la increpó–. ¿Qué esperabas que hiciera, que estuviera eternamente agradecida porque el «señor médico» se fijó en mí, una simple secretaria? ¿Acaso crees que tenía que haberme dejado pisotear por un anillo de boda?
–¡Eres tan buena como él y lo sabes! –repuso Loma desdeñosamente, empujando a Lali hacia el pasillo–. Tan sólo quiero que Allegra y tú no sufráis. ¿Qué daño puede hacer el que una madre quiera un buen hombre para que cuide de su hija?
Lali miró a Loma con los ojos brillando de rabia:
–Pablo no era un buen hombre, mamá –contestó lentamente–, era un cobarde. Allegra y yo estamos mucho mejor sin él. Las cosas no nos van tan mal: gano un sueldo decente, vivimos en una casita estupenda, consigo que gastemos poco y, además, me las he arreglado pura tener algunos ahorros. Así que no nos va mal.
No, eso es cierto –negó Lorna, dándose golpecitos entre las cejas–. Pero trabajas demasiadas horas y no tienes suficiente tiempo para tu hija. ¿Quién fue a verla las tres últimas veces a la función del colegio?: yo. ¿No crees que Allegra preferiría que hubieras ido tú, Lali?
Lali se sentía culpable respecto a aquél y otros momentos, en los que había necesitado la ayuda de su madre porque ella tenía que trabajar.
Bueno, a lo mejor eso ya no pasa.
Estaba pensando en lo que Peter había dicho sobre que la gente tenía una vida fuera del trabajo. Tal vez había alguna posibilidad de acudir a la próxima función de Allegra.
El carismático dueño de Lanzani and Stoughton Associates era un buen hombre, Lali lo intuía, incluso aunque su comportamiento fuera brusco. A lo mejor, durante su estancia en el Reino Unido, podía hablar con él acerca de reducir su horario para tener más flexibilidad a la hora de atender las necesidades de Allegra... Había cubierto de sobra su cupo de horas extra desde que Nicolas tenía problemas; tal vez la empresa pudiera reintegrárselo haciéndole aquel favor...
Decidió que, tan pronto como se sintiera mejor, se reuniría con Peter para proponérselo. Según las normas, debía presentar su petición en el departamento de Recursos Humanos pero, ¿por qué hacerlo así cuando podía hablar directamente con el jefe supremo?
Lo comentaré en el trabajo –le dijo a su madre–. Voy a tratar de modificar mi horario para que sea más flexible, o algo así. No te preocupes, encontraré alguna solución; lo prometo.
Sabes que no lo digo porque no quiera cuidar de Allegra, ¿verdad? Quiero tanto a esa niña como cualquier abuela quiere a su nieta. Sólo que me parece que ella y tú necesitáis pasar más tiempo juntas. Crece tan rápido, Lali... y no quiero que te pierdas esos momentos únicos, porque ya no vuelven. Sólo quiero que las dos seáis felices.
Lali la abrazó con lágrimas en los ojos:
Ya lo sé, mamá. Ya lo sé.


–¡Buenos días!
Peter estaba inmerso en una importante conversación con Richard Akers, uno de los socios, y tardó en reaccionar cuando Lali se asomó brevemente por la puerta.
Perdona, Richard, estoy contigo en un momento.
Salió del despacho y observó maravillado a Lali, que se afanaba en revisar y distribuir el correo. Llevaba una chaqueta roja ajustada encima de un top blanco de seda y una falda negra por la rodilla, y se había recogido el pelo en una cola de caballo adornada con un lazo rojo. ¿Estaba más delgada?, se preocupó Peter, encantado de volver a verla.
¿Qué estás haciendo hoy en la oficina si puede saberse? Creí que quedamos en que no volverías hasta después del fin de semana.
Esta mañana me encontraba bien, así que pensé que podía venir. ¿Preparo café?
–Olvídate del café –gruñó Peter.
Era consciente de que Richard Akers estaba esperándolo en el despacho, y no era famoso precisamente por su paciencia, pero Peter estaba demasiado ansioso por asegurarse de que Lali estaba recuperada para volver al trabajo.
Para un momento, ¿quieres? –le pidió mientras se pasaba la mano por el pelo.
Lali apreció que se lo había cortado. Desde la punta del pelo cortado por el mejor estilista, hasta la suela de sus mocasines italianos, daba toda la impresión de ser el exitoso arquitecto que era, y el aire a su alrededor vibraba con la sensación de poder que destilaba. El corazón de Lali dio un vuelco:
¿Hay algún problema?
El radar de Peter captó que el labio inferior de Lali temblaba. Parecía que todo su cuerpo se había puesto alerta. ¿Por qué el trabajo era lo último en lo que quería pensar cuando ella estaba cerca? Tendría que prestar atención a aquel asunto si querían seguir trabajando juntos con buen ambiente.
No hay ningún problema. Tan sólo quiero cerciorarme de que estás suficientemente bien para estar aquí. ¿Qué ha dicho el médico?
No le he llamado. Soy perfectamente capaz de saber por mí misma si me siento mejor o no. Damos demasiado crédito a los médicos.
Bueno, a mí me parece que todavía estás un poco pálida.
Me pondré bien en cuanto vuelva a la vida normal –afirmó, desviando la mirada.
A decir verdad, todavía se sentía un poco en baja forma, pero era normal después de tres días en cama. No había tenido apetito, y seguramente por eso estaba un poco pálida. Pero Peter no tenía por qué saber aquello. Aparte, Allegra estaba en el colegio todo el día y a Lali se le había caído un poco la casa encima. Loma la había visitado a menudo, pero Lali la convencía de que se estaba recuperando y que no necesitaba que la mimara. Ir al trabajo era más atractivo de lo que había sido en mucho tiempo. Y no tenía nada que ver el hecho de que Peter Lanzani estuviera allí, por supuesto...
Hablaremos cuando acabe la reunión con Richard Akers.
Dirigiéndose hacia el despacho de Nicolas, Peter se volvió para echar un último vistazo a Lali. Satisfecho con la idea de que estar allí no supondría ningún daño para ella, le lanzó una sonrisa:
Tómatelo con calma. Y sí, me encantaría tomar un café, cuando puedas.
Enseguida.
Lali se sentó en la silla antes de que sus piernas cedieran, se llevó las manos a las mejillas ardiendo y suspiró. ¿Cómo era posible que una sonrisa inocente de aquel hombre la hiciera temblar como una hoja? Ni siquiera Pablo, tan guapo como era, había provocado una reacción tan poderosa en ella.
Una cosa era estar contenta de volver al trabajo porque necesitaba salir de casa y volver a la rutina, pero otra muy distinta era estar contenta de volver a causa de un hombre de metro ochenta y cinco, hombros anchos y magníficos ojos azules, que resultaba ser su jefe. Si quería sobrevivir el resto del tiempo que Peter iba a suplir a Nicolas, tendría que poner algo de distancia entre ambos.
Iba a tener que olvidar que Peter la había telefoneado cada día a casa mientras estuvo enferma, y no sólo por cuestiones de trabajo. Aquellas llamadas le habían subido la autoestima. Pero nunca se le ocurriría decírselo: una confesión como aquélla convertiría su relación en algo más personal de lo que ella podía controlar, y Lali no podía correr ese riesgo. Social y profesionalmente, Peter y ella vivían a años luz, igual que había pasado con Pablo. Se había jurado que nunca volvería a sentirse incómoda. Cuando, en el futuro, se planteara una relación, si es que eso pasaba, buscaría a alguien de su mismo nivel. Alguien con quien pudiera ser ella misma.
Lali recogió el correo de la mañana, abrió la primera carta con un fervor desacostumbrado y se obligó a concentrarse en lo que ponía.

6 comentarios:

  1. Me mato peter, no puede ser tan dulce! Y todos entendemos a lali no se puede resistir por mucho tiempo a él! más nove!!

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  2. La historia me encanta!Peter está re metido con ella y a ella se le mueve la estantería cdo la ve.La madre puede tener buenas intenciones pero es algo ruda con ella!Pobre después de todo lo q hace encima escucha criticas!
    Creo q lali va a poder conseguir lo q quiera,lo tiene al gran Lanzani en un puño,haran gran equipo!
    Q largos los cap!Buenísimo!

    Cdo puedas intenta sacar la verificacion de letras para la firma,algunas desisten de firmar con eso (yo no se cómo se hace pero vs de las chicas de los blogs lo han logrado hacer)
    Hasta el prox cap!

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  3. Me doy un tiempito en los estudios para leer.
    Y, qué bien que lo hice! Me encantaa

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  4. me encaantaa nuevaa lectooraa

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  5. Tienes mi firma en todos los caps,y como Lina,te pido si puedes sacar la verificación d palabras,es una lata, y a veces cuesta,mas si entramos d madrugada,como es mi caso.Peter esta blandito,pero me temo k Lali no se lo va a hacer para nada fácil.En cuanto a Loma,quizás no sean las formas ,pero lleva razón,pasar el mayor tiempo posible con los hijos, es esencial,debe ser prioritario,aunque Lali hace todo lo posible,siempre se puede hacer mas.

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  6. Hola amoooe!! Son las 3 de la mañana, no pude leerlo antes, pero no me iba a dormir sin dejarte mi firma!!

    esto está cada vez mas interesante!!

    estaré esperando!

    Te amo sister!! gracias por..ya tu sabes jajaj!

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