Capítulo 29
Cande y yo estamos sentadas a la mesa
de su cocina y las dos tenemos en las rodillas un niño que se
retuerce y al que bamboleamos sin descanso. Cande acuna a Charlotte
con suavidad para inducirla a dormir, mientras que yo imito a un
caballo a galope en un vano intento de entretener a Bruno,
mortalmente aburrido a pesar de mis esfuerzos. El único efecto que
surte todo este traqueteo es que estoy sintiendo náuseas por
momentos. Aun así, sólo me quedan quince minutos antes de recoger a
Allegra en el colegio y averiguar si me sigue odiando o no. Como de
costumbre, cualquiera de las opciones es posible.
—Me ha dejado marcharme temprano
porque, según él, no tenía buen aspecto —le explico.
—¿Se ha dado cuenta de que te
encontrabas mal? —Cande pone cara de estupor—. ¿Ha caído en la
cuenta de que estabas viva?
—Sí.
—Ese tipo es increíble —se admira
Cande—. En todo caso, es verdad que se te nota hecha polvo.
—A ti también.
Cande, por algún motivo, esquiva mi
mirada.
—¿Qué tal tu primer día en la
oficina? —pregunta.
—Agotador —confieso—. Me he
empeñado en impresionar a Peter, para que siga conmigo.
—¿Aún hablamos de trabajo?
—Quería dar la impresión de que soy
dinámica, de que tengo empuje —suelto un resoplido—, pero lo
único que he conseguido ha sido mantenerme erguida. No debería
haber permitido que me convencieras para salir. Esta noche me voy a
acostar temprano. Además, pienso obligar a los niños a que se
queden en su cama, a ver si por una vez no tengo que dormir como si
estuviera colgada de una repisa.
Cande se pasa a Charlotte a la otra
rodilla. El bamboleo cobra un renovado vigor.
—El asunto parece prometedor.
Niego con la cabeza.
—Es un hombre demasiado bueno para mí
—respondo—. Como bien sabes, sólo me relaciono con idiotas,
arruinados, mujeriegos y pervertidos. Y Peter no parece nada de eso.
En todo caso, creo que sigue ligado emocionalmente a su mujer.
—Ojalá dejaras de leer esos libros
de autoayuda de una vez, Lali. Empiezas a decir las mismas cosas.
La paciencia de Bruno ante el hecho de
que le tenga aferrado a mi regazo empieza a agotarse y tengo que
ponerme en marcha.
—¿Cómo te fue anoche? —pregunto
mientras me acabo el té—. ¿El encantador Nico te devolvió a casa
relativamente a salvo?
—Bueno, ya sabes lo que pasa
—responde Cande.
Interrumpo bruscamente mis preparativos
para marcharme y noto que mis cejas se fruncen en un ceño
involuntario.
—Lo sabría si no te anduvieras con
tantas reservas.
La puerta principal se cierra de un
portazo e instantes después Agus aparece en la cocina y arroja su
abrigo sobre la silla más cercana.
—Ah —dice, dirigiéndose a mí—,
la otra depravada emerge a la superficie. Confío en que Cande no te
mantuviese despierta toda la noche con sus ronquidos. No los aguanto,
hacen que tiemblen las paredes.
Me echo a reír, porque, la verdad, no
se me ocurre ninguna otra cosa que hacer. Agus atraviesa la cocina en
dirección al salón y caigo en la cuenta de que no ha dirigido la
palabra a su mujer, no la ha besado, ni siquiera se ha dado por
enterado de su existencia. ¿Acaso todas las relaciones acaban por
tener semejante apatía como eje central? La sola idea resulta
deprimente.
Cande me mira avergonzada.
Compruebo que Agus no puede oírnos; de
todas formas, bajo el tono de voz:
—¿No volviste a casa anoche?
Cande niega con la cabeza.
—¿En toda la noche?
Mi demente amiga vuelve a negar con la
cabeza.
—¿Estás loca? —creo que la
pregunta está de más.
Cande hace un gesto de asentimiento.
—Y ni siquiera ibas a contármelo —no
me lo puedo creer, Cande me lo cuenta todo. Nunca han existido
secretos entre nosotras; al menos eso creía yo—. ¿Qué habría
pasado si Bruno no hubiera podido ir a Tumble Tots? ¿Y si yo le
hubiera traído a tu casa? ¿Por qué no me llamaste para advertirme
de que estabas actuando como una auténtica idiota?
—¡Idiota! —exclama Bruno,
rompiendo a aplaudir alegremente.
Bajo la voz un poco más:
—¿Qué le habrías dicho a Agus en
ese caso?
Mi amiga levanta a su hija de la
rodilla y la sienta en la trona. Se acerca a la nevera y saca un
paquete de salchichas baratas que deja caer junto al fogón. La cena
de esta noche, claro está. Luego enciende el grill de un manotazo.
—Ha sido un caso aislado —explica
Cande—. Y fue una estupidez, ¿vale?
—¡No me digas! —exclamo con un
susurro.
Cande se da la vuelta y me clava las
pupilas.
—Sí te digo —replica—. Y no
quiero que la cosa vaya a más.
—¿Piensas volver a verle? —percibo
que mi amiga mantiene una lucha interior. Se agarra a la encimera con
tanta fuerza que los nudillos se le ponen transparentes, y tiene en
tensión los músculos de la espalda. Es cierto que no apruebo lo que
ha hecho, pero tampoco me gusta verla sufrir—. Cande...
—No —salta ella—. Desde luego que
no.
—Bien —respondo con suavidad—. Me
alegro.
Cande se gira hacia mí con expresión
desolada.
—Lali —susurra—, de acuerdo con
que ha sido un riesgo terrible, pero lo de anoche fue maravilloso...
La voz de Agus llega desde el salón.
—¿A qué hora cenamos, Cande?
Cande y yo damos un respingo al mismo
tiempo.
—... Y en esta casa no me pasa muy a
menudo —concluye.
Capítulo 30
Otra comida familiar había tenido
lugar —inevitablemente— en casa de los Lanzani. No era de
extrañar que Peter hubiera tenido la tentación de quedarse hasta
tarde en la oficina, tomando cerveza con Nico. Aún no daba crédito
a que su amigo, que podía elegir entre todas las mujeres libres del
planeta, hubiera escogido a una casada. Y con hijos, para más inri.
Claudia colocó en la mesa un humeante
postre de enormes proporciones. A Peter se le revolvió el estómago.
Parte de su indisposición digestiva podía achacarse a la cita que
tenía con Eugenia esa misma noche, pero de ninguna manera pensaba
admitir ante su madre que era su ex mujer quien le había quitado las
ganas de comer.
—Sólo un poco, mamá —solicitó—.
Ponme el trozo más pequeño que puedas.
—Esta clase de comida sirve como
terapia contra la depresión —declaró su madre con firmeza—. Si
alguien la necesita, ése eres tú.
—Esta comida sirve para provocar
infartos. Sólo con mirarla noto que se me estrechan las arterias.
Desde que me he venido a vivir con vosotros, mi esperanza de vida se
ha rebajado en diez años por lo menos.
—Mira que dices tonterías.
Ignorando las súplicas de su hijo,
Claudia sirvió dos enormes raciones y se las entregó a Peter y a su
marido. Ella se sirvió una porción diminuta.
—¿Te lo pasaste bien anoche en la...
discoteca? —preguntó su madre con un estremecimiento.
—Fue fabuloso —respondió Peter al
tiempo que trataba de engullir el postre.
Claudia se atusó el pelo, lo que nunca
era buena señal. Significaba que una pregunta incómoda estaba al
caer.
—¿Conociste a alguna chica
agradable?
—No —Peter sacudió la cabeza—.
Conocí a una mujer de Macclesfíeld llamada Mandy que es luchadora
de barro. Y no, no era nada agradable.
Su madre puso una expresión de horror.
—Tenía los muslos fuertes —detalló
Peter—; pero las uñas, asquerosas.
Claudia se aclaró la garganta.
—¿Y vas a volver a verla, cariño?
—Esta noche —Peter consultó el
reloj—. De hecho tengo que marcharme. No es la clase de mujer a la
que uno le convenga disgustar.
—Martin, di algo.
—¿Hay más brazo de gitano?
—preguntó Martin.
Peter se acabó el postre y salió a
toda prisa hacia la puerta.
—Hasta luego.
—Tráela a cenar a casa, cariño
—gritó Claudia a sus espaldas—. Mañana mismo. Mamá quiere
conocerla.
Mientras Peter cerraba la puerta tras
de sí, escuchó a su padre, que decía:
—Luchadora de barro, ¿eh? —en su
voz se apreciaba una nota de admiración.
—¡Martin! —espetó su madre—.
Tienes que ponerte firme con ese chico. Cada vez se parece más a ti.
Peter sonrió mientras se enfundaba la
americana, consciente de que su madre se horrorizaría aún más si
supiera con quién había quedado esa noche en realidad.
Claudia es genial, no entiende q su hijo ya creció! ja ja más!
ResponderEliminarPobre Cande ,después d darle una alegría al cuerpo ,tener k volver con ese ser k tiene x esposo.Lo d anoche fué maravilloso ,y en su casa no sucede muy a menudo ,jajaja,yo diría k nunca.Como me divertí con Peter y su madre,jajaja,al final se comió el tranco d tarta ,y su indigestión era x su cita con Euge,espero k esta no lo convenza d nada.Jajaja,y el padre no digamos ,un capo,luchadora d barro,parece k se relame con la visible imaginación d esa visión.
ResponderEliminarMe da penita Cande.....la pobre no es feliz con su vida y no sabe que hacer
ResponderEliminarNo puedo imaginar que pueda salir de esa cena.......buscará algo???
Espero el próximo!!!!
Te amo sisteeeeer!!!!
Peter y su madre valen por si solos para una historia,son lo más!Cande yo q ella vuelvo al desliz y de paso q la anime a Lali!Vamos Lali q sos joven!
ResponderEliminarJajajajajaja q graciosa claudia Hahahah mas mas mas
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