"El cuento ha cambiado, el zapato no se ha encontrado. Caperucita se come al lobo, el principe se vuelve sapo, la princesa tiene estrias, hay que cenar con la madrastra en nochevieja, el hada madrina se jubiló y los enanos trabajan en el circo."

jueves, 19 de julio de 2012

Capítulos 29 y 30


Capítulo 29

Cande y yo estamos sentadas a la mesa de su cocina y las dos tenemos en las rodillas un niño que se retuerce y al que bamboleamos sin descanso. Cande acuna a Charlotte con suavidad para inducirla a dormir, mientras que yo imito a un caballo a galope en un vano intento de entretener a Bruno, mortalmente aburrido a pesar de mis esfuerzos. El único efecto que surte todo este traqueteo es que estoy sintiendo náuseas por momentos. Aun así, sólo me quedan quince minutos antes de recoger a Allegra en el colegio y averiguar si me sigue odiando o no. Como de costumbre, cualquiera de las opciones es posible.
—Me ha dejado marcharme temprano porque, según él, no tenía buen aspecto —le explico.
—¿Se ha dado cuenta de que te encontrabas mal? —Cande pone cara de estupor—. ¿Ha caído en la cuenta de que estabas viva?
—Sí.
—Ese tipo es increíble —se admira Cande—. En todo caso, es verdad que se te nota hecha polvo.
—A ti también.
Cande, por algún motivo, esquiva mi mirada.
—¿Qué tal tu primer día en la oficina? —pregunta.
—Agotador —confieso—. Me he empeñado en impresionar a Peter, para que siga conmigo.
—¿Aún hablamos de trabajo?
—Quería dar la impresión de que soy dinámica, de que tengo empuje —suelto un resoplido—, pero lo único que he conseguido ha sido mantenerme erguida. No debería haber permitido que me convencieras para salir. Esta noche me voy a acostar temprano. Además, pienso obligar a los niños a que se queden en su cama, a ver si por una vez no tengo que dormir como si estuviera colgada de una repisa.
Cande se pasa a Charlotte a la otra rodilla. El bamboleo cobra un renovado vigor.
—El asunto parece prometedor.
Niego con la cabeza.
—Es un hombre demasiado bueno para mí —respondo—. Como bien sabes, sólo me relaciono con idiotas, arruinados, mujeriegos y pervertidos. Y Peter no parece nada de eso. En todo caso, creo que sigue ligado emocionalmente a su mujer.
—Ojalá dejaras de leer esos libros de autoayuda de una vez, Lali. Empiezas a decir las mismas cosas.
La paciencia de Bruno ante el hecho de que le tenga aferrado a mi regazo empieza a agotarse y tengo que ponerme en marcha.
—¿Cómo te fue anoche? —pregunto mientras me acabo el té—. ¿El encantador Nico te devolvió a casa relativamente a salvo?
—Bueno, ya sabes lo que pasa —responde Cande.
Interrumpo bruscamente mis preparativos para marcharme y noto que mis cejas se fruncen en un ceño involuntario.
—Lo sabría si no te anduvieras con tantas reservas.
La puerta principal se cierra de un portazo e instantes después Agus aparece en la cocina y arroja su abrigo sobre la silla más cercana.
—Ah —dice, dirigiéndose a mí—, la otra depravada emerge a la superficie. Confío en que Cande no te mantuviese despierta toda la noche con sus ronquidos. No los aguanto, hacen que tiemblen las paredes.
Me echo a reír, porque, la verdad, no se me ocurre ninguna otra cosa que hacer. Agus atraviesa la cocina en dirección al salón y caigo en la cuenta de que no ha dirigido la palabra a su mujer, no la ha besado, ni siquiera se ha dado por enterado de su existencia. ¿Acaso todas las relaciones acaban por tener semejante apatía como eje central? La sola idea resulta deprimente.
Cande me mira avergonzada.
Compruebo que Agus no puede oírnos; de todas formas, bajo el tono de voz:
—¿No volviste a casa anoche?
Cande niega con la cabeza.
—¿En toda la noche?
Mi demente amiga vuelve a negar con la cabeza.
—¿Estás loca? —creo que la pregunta está de más.
Cande hace un gesto de asentimiento.
—Y ni siquiera ibas a contármelo —no me lo puedo creer, Cande me lo cuenta todo. Nunca han existido secretos entre nosotras; al menos eso creía yo—. ¿Qué habría pasado si Bruno no hubiera podido ir a Tumble Tots? ¿Y si yo le hubiera traído a tu casa? ¿Por qué no me llamaste para advertirme de que estabas actuando como una auténtica idiota?
—¡Idiota! —exclama Bruno, rompiendo a aplaudir alegremente.
Bajo la voz un poco más:
—¿Qué le habrías dicho a Agus en ese caso?
Mi amiga levanta a su hija de la rodilla y la sienta en la trona. Se acerca a la nevera y saca un paquete de salchichas baratas que deja caer junto al fogón. La cena de esta noche, claro está. Luego enciende el grill de un manotazo.
—Ha sido un caso aislado —explica Cande—. Y fue una estupidez, ¿vale?
—¡No me digas! —exclamo con un susurro.
Cande se da la vuelta y me clava las pupilas.
—Sí te digo —replica—. Y no quiero que la cosa vaya a más.
—¿Piensas volver a verle? —percibo que mi amiga mantiene una lucha interior. Se agarra a la encimera con tanta fuerza que los nudillos se le ponen transparentes, y tiene en tensión los músculos de la espalda. Es cierto que no apruebo lo que ha hecho, pero tampoco me gusta verla sufrir—. Cande...
—No —salta ella—. Desde luego que no.
—Bien —respondo con suavidad—. Me alegro.
Cande se gira hacia mí con expresión desolada.
—Lali —susurra—, de acuerdo con que ha sido un riesgo terrible, pero lo de anoche fue maravilloso...
La voz de Agus llega desde el salón.
—¿A qué hora cenamos, Cande?
Cande y yo damos un respingo al mismo tiempo.
—... Y en esta casa no me pasa muy a menudo —concluye.

Capítulo 30

Otra comida familiar había tenido lugar —inevitablemente— en casa de los Lanzani. No era de extrañar que Peter hubiera tenido la tentación de quedarse hasta tarde en la oficina, tomando cerveza con Nico. Aún no daba crédito a que su amigo, que podía elegir entre todas las mujeres libres del planeta, hubiera escogido a una casada. Y con hijos, para más inri.
Claudia colocó en la mesa un humeante postre de enormes proporciones. A Peter se le revolvió el estómago. Parte de su indisposición digestiva podía achacarse a la cita que tenía con Eugenia esa misma noche, pero de ninguna manera pensaba admitir ante su madre que era su ex mujer quien le había quitado las ganas de comer.
—Sólo un poco, mamá —solicitó—. Ponme el trozo más pequeño que puedas.
—Esta clase de comida sirve como terapia contra la depresión —declaró su madre con firmeza—. Si alguien la necesita, ése eres tú.
—Esta comida sirve para provocar infartos. Sólo con mirarla noto que se me estrechan las arterias. Desde que me he venido a vivir con vosotros, mi esperanza de vida se ha rebajado en diez años por lo menos.
—Mira que dices tonterías.
Ignorando las súplicas de su hijo, Claudia sirvió dos enormes raciones y se las entregó a Peter y a su marido. Ella se sirvió una porción diminuta.
—¿Te lo pasaste bien anoche en la... discoteca? —preguntó su madre con un estremecimiento.
—Fue fabuloso —respondió Peter al tiempo que trataba de engullir el postre.
Claudia se atusó el pelo, lo que nunca era buena señal. Significaba que una pregunta incómoda estaba al caer.
—¿Conociste a alguna chica agradable?
—No —Peter sacudió la cabeza—. Conocí a una mujer de Macclesfíeld llamada Mandy que es luchadora de barro. Y no, no era nada agradable.
Su madre puso una expresión de horror.
—Tenía los muslos fuertes —detalló Peter—; pero las uñas, asquerosas.
Claudia se aclaró la garganta.
—¿Y vas a volver a verla, cariño?
—Esta noche —Peter consultó el reloj—. De hecho tengo que marcharme. No es la clase de mujer a la que uno le convenga disgustar.
—Martin, di algo.
—¿Hay más brazo de gitano? —preguntó Martin.
Peter se acabó el postre y salió a toda prisa hacia la puerta.
—Hasta luego.
—Tráela a cenar a casa, cariño —gritó Claudia a sus espaldas—. Mañana mismo. Mamá quiere conocerla.
Mientras Peter cerraba la puerta tras de sí, escuchó a su padre, que decía:
—Luchadora de barro, ¿eh? —en su voz se apreciaba una nota de admiración.
—¡Martin! —espetó su madre—. Tienes que ponerte firme con ese chico. Cada vez se parece más a ti.
Peter sonrió mientras se enfundaba la americana, consciente de que su madre se horrorizaría aún más si supiera con quién había quedado esa noche en realidad.

5 comentarios:

  1. Claudia es genial, no entiende q su hijo ya creció! ja ja más!

    ResponderEliminar
  2. Pobre Cande ,después d darle una alegría al cuerpo ,tener k volver con ese ser k tiene x esposo.Lo d anoche fué maravilloso ,y en su casa no sucede muy a menudo ,jajaja,yo diría k nunca.Como me divertí con Peter y su madre,jajaja,al final se comió el tranco d tarta ,y su indigestión era x su cita con Euge,espero k esta no lo convenza d nada.Jajaja,y el padre no digamos ,un capo,luchadora d barro,parece k se relame con la visible imaginación d esa visión.

    ResponderEliminar
  3. Me da penita Cande.....la pobre no es feliz con su vida y no sabe que hacer

    No puedo imaginar que pueda salir de esa cena.......buscará algo???

    Espero el próximo!!!!

    Te amo sisteeeeer!!!!

    ResponderEliminar
  4. Lina (@Lina_AR12)20 de julio de 2012, 3:01

    Peter y su madre valen por si solos para una historia,son lo más!Cande yo q ella vuelvo al desliz y de paso q la anime a Lali!Vamos Lali q sos joven!

    ResponderEliminar
  5. Jajajajajaja q graciosa claudia Hahahah mas mas mas

    ResponderEliminar