"El cuento ha cambiado, el zapato no se ha encontrado. Caperucita se come al lobo, el principe se vuelve sapo, la princesa tiene estrias, hay que cenar con la madrastra en nochevieja, el hada madrina se jubiló y los enanos trabajan en el circo."

sábado, 14 de julio de 2012

Capítulos 19 y 20


Querían el encuentro!!! Aquí lo tienen! Disfrútenlo!! 
Si hay firmas hacemos maratón!!
Me alegro mucho de que les guste!!!
Besos Ione!!

Capítulo 19

Peter y Nico se bajaron del taxi y atravesaron la calle en dirección a la discoteca. Por encima de sus cabezas lanzaba destellos un vibrante letrero de neón rojo que rezaba: CINCUENTA POR CIENTO. Sin duda, se trataba de una divertida alusión al hecho de que el cincuenta por ciento de los matrimonios en el Reino Unido terminan en divorcio, estadística con la que Peter estaba más que familiarizado gracias a su amable abogado.
La discoteca se encontraba en el concurrido barrio de los teatros de la ciudad, embutida entre un Pizza Hut hasta los topes y un TGI Friday's. La acera estaba abarrotada de mujeres a medio vestir que no parecían conscientes del frío de la noche ni del hecho de que las mini-faldas no necesariamente favorecían a sus muslos.
Peter empezaba a dar marcha atrás.
—Sólo de pensarlo, me cuesta respirar.
Nico agarró a Peter del codo y le condujo hacia su funesto destino.
—Peter, si fueras una cría de foca ya te habría golpeado con un palo hasta matarte.
—Nico, entiéndelo, hace unos quince años que no piso una discoteca. Y ya entonces las odiaba.
—Tranquilo —respondió Nico—. Va a ser genial.
—¿Cuál es tu definición de «genial»?
—Muchas mujeres. Muy poca ropa.
—No estoy preparado para esto, Nico.
Su poco comprensivo amigo le hizo atravesar de un empujón el umbral del CINCUENTA POR CIENTO y pagó las entradas de precio exorbitante mientras que a Peter le temblaban las piernas. Atravesaron una puerta doble y bajaron por una estrecha escalera hasta llegar a la estancia más oscura que Peter había visto jamás. Estaba pintada de rojo oscuro y negro, y respondía a la imagen que él tenía de la entrada al infierno.
Peter ahogó un grito mientras paseaba la vista por la sala. Por todas partes se veían mujeres con pinta de prostitutas.
—Bueno —dijo Nico—, no está nada mal, ¿eh?
Peter se encontraba estupefacto.
—Veo a gente divorciada —acertó a decir entre jadeos, con una voz que parecía sacada de El sexto sentido.
Nico le dio una palmada en la espalda.
—Pues ya puedes acostumbrarte, colega. Ahora eres uno de ellos.
Dicho esto, se encaminó hacia la barra, seguido de cerca por Peter. A éste le molestaba admitirlo, pero le aterrorizaba la idea de perder de vista a su amigo. Varias mujeres de aspecto indeseable les miraron de arriba abajo al pasar. Peter notó que le empezaba a brotar un sudor frío. ¿Era aquella la clase de terror que rodearía su vida social de ahora en adelante? Confiaba con todas sus fuerzas en que no fuera así.
—Sonríe, hombre —le siseó Nico al oído—. Pareces un psicópata asesino.
—No puedo —respondió Peter con otro siseo—. Tengo contraída la mandíbula.
—No muerden.
—Seguro que sí —presa de los nervios, Peter inspeccionó a las mujeres con detenimiento—. Se nota que muerden.
Llegado a este punto, empezaba a arrepentirse de no haber prestado atención a su madre. Nico se había acercado a la barra y pidió dos cervezas.
—Hola, cariño —dijo una mujer particularmente espeluznante mientras escudriñaba a Peter de la cabeza a los pies como si de un pedazo de carne se tratara.
Peter, atacado por el miedo, se pegó a su compañero como una lapa.
—Para ya de una vez —espetó Nico, indignado.
—Quiero irme a casa.
—Acabamos de llegar.
Peter agarró a Nico del brazo.
—Suéltame —a regañadientes, Peter le soltó y Nico se cepilló la manga con el ceño fruncido y expresión sombría—. ¿No pensarás, por casualidad, que el divorcio ha afectado a tu autoestima? —preguntó malhumorado.
Peter exhaló un suspiro.
—Lo siento.
Nico también suspiró.
—El tío Nico cuidará de ti. ¿Alguna vez te has metido en un lío por mi culpa?
—Sí —respondió Peter.
Su amigo adoptó una expresión resentida.
—Sólo aquella vez.
—Y Eugenia nunca dejó de recordármelo.
Peter se preguntó qué sentiría su mujer si pudiera verle ahora. Lástima. Sí, posiblemente lástima.
—Bueno, Eugenia es agua pasada —repuso Nico con tono enérgico—. Ahora tu ex mujer se dedica a jugar a las familias felices con Axel, el carnicero.
Nico extendió el brazo para abarcar la pista de baile. Frente a ellos, una docena de mujeres regordetas y medio desnudas daban brincos al ritmo de la música. Resultaba tan patético que costaba describirlo
—Sin embargo, hay otras jovencitas encantadoras entre las que puedes elegir.
—¿Dónde están?
—¿Sabes cuál es tu problema? —preguntó Nico—. Que eres demasiado quisquilloso.
—Pero es que todas tienen brazos de cargador de muelles.
—¿Ves a qué me refiero? —Nico, consternado, sacudió la cabeza—. Y ahora pretenderás que ninguna lleve peluca ni dientes postizos. Usa la imaginación, hombre.
Imposible. Peter iba a tener que despabilarse a base de bien y poner su vida en orden. Nico era un buen amigo que se esforzaba por sacarle a divertirse, pero lo que Peter necesitaba en realidad era a alguien que se sentara a su lado y le explicara lo que había sucedido, ya que él mismo seguía sin comprenderlo. No podía comentar el asunto con sus padres porque..., bueno..., no era la clase de tema que se comenta con unos padres. En concreto, con su madre. Y Nico tampoco era el tipo de persona con quien uno se siente inclinado a hablar. Su amigo siempre había creído que las acciones son más elocuentes que las palabras, y su particular manera de actuar consistía en mostrarse indiferente ante el mundo y recuperarse de los contratiempos lo antes posible.
Nico señaló hacia el extremo contrario de la pista.
—Esas dos no están mal —comentó esperanzado.
Peter siguió el dedo de su amigo. En lo alto de una mesa, al otro lado de la sala, Lali Esposito, su nueva secretaria, y una amiga suya estaban ejecutando un baile al estilo de Britney Spears. Peter tuvo que mirar dos veces, pues no daba crédito a sus ojos.
—Están buscando lío, ¿no te parece?
—Tienes razón —coincidió Peter.
—¿Te apetece pasar un rato con ellas?
—Puede que sí.
Nico se quedó perplejo.
—Venga, vamos —apremió Peter.
La cerveza de Nico se detuvo a medio camino hacia sus labios.
—¿Cómo? ¿Ahora mismo?
—Sí. Más vale actuar en caliente.
Antes de pensárselo mejor, Peter atravesó la pista a paso de marcha en dirección a Lali. Demasiado estupefacto como para articular palabra, Nico le seguía a toda velocidad.
—¿Qué prisa tienes? —preguntó elevando la voz—. Ya sabes lo de que sólo los tontos se precipitan.
—Eso es precisamente lo que me pedías hace un momento —Peter avanzó a zancadas por delante de Nico hasta detenerse frente a Lali y la amiga de ésta, quienes seguían contoneándose sin reparar en su público. Nico y Peter las observaron, un tanto picados por la curiosidad. Peter no se había percatado de aquella aptitud en particular durante la entrevista de trabajo, si es que podía calificarse de esa manera, e ignoraba cómo podría serle de utilidad durante las horas de oficina; pero el hecho de que su secretaria supiera moverse de aquel modo le alegraba sobremanera.
—Hola —dijo Peter tras unos momentos de desenfrenada admiración. A su lado, Nico se moría de impaciencia.
Lali bajó la vista y se quedó petrificada.
—Hola —respondió, mientras a toda prisa se tiraba hacia abajo del vestido para esconder unas rodillas la mar de atractivas.
—Así que te ibas a acostar temprano —observó Peter.
—Y ésta es tu patética discoteca para solteros —Lali esbozó una amplia sonrisa y Peter la ayudó a bajar de la mesa—. No hago esto habitualmente —aclaró.
—Lástima —respondió Peter. Nunca se había alegrado tanto de encontrarse con alguien.
La amiga de Lali también había dejado de bailar. Nico le rodeó la cintura con los brazos y la bajó de la mesa.
—¿Qué tal si alguien nos pone al corriente? —preguntó Nico.
—Os presento a Nico —dijo Peter.
—Y ésta es Cande —añadió Lali.
—Y ésta es Lali —dijo Peter a su amigo, mientras se fijaba en que éste aún seguía con las manos en la cintura de Cande—. Lali es mi nueva secretaria. Va a convertir mi destartalada tienda de coches usados en un imperio floreciente, aunque no sabe usar el ordenador ni preparar el té.
—¿Y qué más da? —Nico brindó a Lali su sonrisa más zalamera y luego se frotó las manos—. Señoritas, ¿nos permiten invitarlas a una copa?
—¿No era una mala idea mezclar el trabajo y el placer? —preguntó Lali.
—Dadas las circunstancias, considero que resulta de todo punto esencial —respondió Peter al tiempo que sonreía.

Capítulo 20

Me muero al pensar que antes de haber pisado la oficina de Peter en calidad de empleada mi nuevo jefe ha debido de tomarme por una fulana y una alcohólica. Aun así, no parece demasiado preocupado. De hecho, da la impresión de que se lo está pasando bastante bien. Confío en que no me despida por la mañana.
Creo que me estoy haciendo mayor, ya que he decidido que los clubes nocturnos son lugares espantosos llenos de hombres cuarentones que intentan ligar con chicas de diecinueve años. En el momento en el que vi el rostro de Peter entre la multitud me invadió una inaudita oleada de alivio. Lo que iba a ser un suplicio fomentado por Cande se ha convertido en una velada de lo más agradable, aunque estaría bien que nos pudiéramos oír unos a otros. El tiempo avanza y debo empezar a pensar en volver a casa antes de que mi canguro pierda la virginidad. Pero claro, no puedo explicarle esto a Peter, ya que vive en la dichosa ignorancia de que soy prisionera..., perdón, de que soy la madre de dos niños que en este momento se encuentran al cuidado de una persona a todas luces incompetente.
La música va disminuyendo el ritmo de manera alarmante. Odio ese momento en las discotecas, ya que siempre me plantea un terrible dilema. ¿Qué es peor, que nadie te saque a bailar y tener que merodear por los bordes de la pista o salir corriendo a los lavabos y quedarte allí el tiempo que duren las canciones lentas, o que te saque a bailar un monstruo repugnante que va a pasar al ataque y con seguridad apretará un miembro rígido contra tu entrepierna?
—¿Te apetece bailar? —pregunta Peter.
No parece un depredador por naturaleza.
—Nunca he bailado con un jefe —respondo yo.
—¿Ni siquiera con Donald Trump?
No tengo más remedio que sonreír.
—Ivana no lo permitía.
—En ese caso, consideremos que se trata de nuestra primera salida de trabajo.
Peter me conduce a la pista y me toma entre sus brazos. Noto que no está del todo cómodo ante la situación; yo tampoco me encuentro a gusto. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve tan cerca de un hombre y me doy cuenta de que me rodea una barrera invisible. Corre el aire entre nuestros respectivos cuerpos, lo que agradezco sinceramente. Sin embargo, mi querida Cande carece de semejantes inhibiciones. En este momento está adherida a Nico, el amigo de Peter. Se les ve tan contentos mientras se besuquean sobre la pista de baile, pegados firmemente el uno al otro, y me pregunto si mañana por la mañana mi amiga se arrepentirá del exceso de alcohol. En contraste, Peter y yo nos desplazamos dibujando rígidos círculos, y me apresuro a añadir que no me refiero a la rigidez a la que hice alusión con anterioridad. Peter tiene unos ojos preciosos; incluso en este ambiente cargado de humo consiguen dar un aspecto limpio y bondadoso.
—Gracias por contratarme —digo yo, más que nada para romper el silencio que mantenemos—. Estoy convencida de que podré ayudarte.
—Seguro que sí.
—Estás en una posición muy vulnerable encargándote tú solo del negocio.
Poco a poco nos acercamos a Cande y Nico. Siento la tentación de propinarles una patada, ya que él ha deslizado las manos hasta el trasero de mi amiga y a ella no parece molestarle en lo más mínimo. Yo me inclino por pensar que debería molestarle, la verdad.
—El otro día leí en el periódico que hay una pareja de estafadores que se dedican a timar a los vendedores de coches usados de la zona.
—¿En serio?
—Compran coches con cheques sin fondos. Llevan años practicando el mismo timo.
—No sigas. —Peter se frotó la barbilla—. Son una pareja de ancianos dulces e inocentes, ¿verdad?
—¿También leíste la noticia en el periódico?
Por un momento, una expresión de agonía le ensombrece el rostro, pero al instante esboza una sonrisa y, tocándose un lateral de la nariz con aire de quien sabe de lo que habla, responde:
—Llámalo intuición de empresario.
Noto que me voy relajando entre sus brazos y pienso que tal vez Peter es mucho más astuto de lo que parece a primera vista.

7 comentarios:

  1. Me encanta ++++++++++++++++++++++++++++ Me encanta

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  2. Pobre Peter lo embaucaron!Ahora Cande disfruta a lo loco y ellos todos ceremoniosos,sabia q se venía este encuentro y creo q promete esta relación!

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  3. Jajajajajaja pobre peter lo engañaron hahah mas mas mas mas me encanta

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  4. Jajajjajaaj Pobre Peter.....acaba de darse cuenta de que lo estafaron.....pobreeeeee

    Haber si estos dos se ayudan!!!

    Te amo sister!!!

    MAAAAS!!!!!!!!!!!!!!!

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  5. Astuto,jajaja,x ser tan bueno ,lo embaucaron los dos viejecitos.Al final ,le va a tener k dar la razón a Nico ,x el se encontró con Lali ,en esa disco.

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