Querían el encuentro!!! Aquí lo tienen! Disfrútenlo!!
Si hay firmas hacemos maratón!!
Me alegro mucho de que les guste!!!
Besos Ione!!
Capítulo 19
Peter y Nico se bajaron del taxi y
atravesaron la calle en dirección a la discoteca. Por encima de sus
cabezas lanzaba destellos un vibrante letrero de neón rojo que
rezaba: CINCUENTA POR CIENTO. Sin duda, se trataba de una divertida
alusión al hecho de que el cincuenta por ciento de los matrimonios
en el Reino Unido terminan en divorcio, estadística con la que Peter
estaba más que familiarizado gracias a su amable abogado.
La discoteca se encontraba en el
concurrido barrio de los teatros de la ciudad, embutida entre un
Pizza Hut hasta los topes y un TGI Friday's. La acera estaba
abarrotada de mujeres a medio vestir que no parecían conscientes del
frío de la noche ni del hecho de que las mini-faldas no
necesariamente favorecían a sus muslos.
Peter empezaba a dar marcha atrás.
—Sólo de pensarlo, me cuesta
respirar.
Nico agarró a Peter del codo y le
condujo hacia su funesto destino.
—Peter, si fueras una cría de foca
ya te habría golpeado con un palo hasta matarte.
—Nico, entiéndelo, hace unos quince
años que no piso una discoteca. Y ya entonces las odiaba.
—Tranquilo —respondió Nico—. Va
a ser genial.
—¿Cuál es tu definición de
«genial»?
—Muchas mujeres. Muy poca ropa.
—No estoy preparado para esto, Nico.
Su poco comprensivo amigo le hizo
atravesar de un empujón el umbral del CINCUENTA POR CIENTO y pagó
las entradas de precio exorbitante mientras que a Peter le temblaban
las piernas. Atravesaron una puerta doble y bajaron por una estrecha
escalera hasta llegar a la estancia más oscura que Peter había
visto jamás. Estaba pintada de rojo oscuro y negro, y respondía a
la imagen que él tenía de la entrada al infierno.
Peter ahogó un grito mientras paseaba
la vista por la sala. Por todas partes se veían mujeres con pinta de
prostitutas.
—Bueno —dijo Nico—, no está nada
mal, ¿eh?
Peter se encontraba estupefacto.
—Veo a gente divorciada —acertó a
decir entre jadeos, con una voz que parecía sacada de El sexto
sentido.
Nico le dio una palmada en la espalda.
—Pues ya puedes acostumbrarte,
colega. Ahora eres uno de ellos.
Dicho esto, se encaminó hacia la
barra, seguido de cerca por Peter. A éste le molestaba admitirlo,
pero le aterrorizaba la idea de perder de vista a su amigo. Varias
mujeres de aspecto indeseable les miraron de arriba abajo al pasar.
Peter notó que le empezaba a brotar un sudor frío. ¿Era aquella la
clase de terror que rodearía su vida social de ahora en adelante?
Confiaba con todas sus fuerzas en que no fuera así.
—Sonríe, hombre —le siseó Nico al
oído—. Pareces un psicópata asesino.
—No puedo —respondió Peter con
otro siseo—. Tengo contraída la mandíbula.
—No muerden.
—Seguro que sí —presa de los
nervios, Peter inspeccionó a las mujeres con detenimiento—. Se
nota que muerden.
Llegado a este punto, empezaba a
arrepentirse de no haber prestado atención a su madre. Nico se había
acercado a la barra y pidió dos cervezas.
—Hola, cariño —dijo una mujer
particularmente espeluznante mientras escudriñaba a Peter de la
cabeza a los pies como si de un pedazo de carne se tratara.
Peter, atacado por el miedo, se pegó a
su compañero como una lapa.
—Para ya de una vez —espetó Nico,
indignado.
—Quiero irme a casa.
—Acabamos de llegar.
Peter agarró a Nico del brazo.
—Suéltame —a regañadientes, Peter
le soltó y Nico se cepilló la manga con el ceño fruncido y
expresión sombría—. ¿No pensarás, por casualidad, que el
divorcio ha afectado a tu autoestima? —preguntó malhumorado.
Peter exhaló un suspiro.
—Lo siento.
Nico también suspiró.
—El tío Nico cuidará de ti. ¿Alguna
vez te has metido en un lío por mi culpa?
—Sí —respondió Peter.
Su amigo adoptó una expresión
resentida.
—Sólo aquella vez.
—Y Eugenia nunca dejó de
recordármelo.
Peter se preguntó qué sentiría su
mujer si pudiera verle ahora. Lástima. Sí, posiblemente lástima.
—Bueno, Eugenia es agua pasada
—repuso Nico con tono enérgico—. Ahora tu ex mujer se dedica a
jugar a las familias felices con Axel, el carnicero.
Nico extendió el brazo para abarcar la
pista de baile. Frente a ellos, una docena de mujeres regordetas y
medio desnudas daban brincos al ritmo de la música. Resultaba tan
patético que costaba describirlo
—Sin embargo, hay otras jovencitas
encantadoras entre las que puedes elegir.
—¿Dónde están?
—¿Sabes cuál es tu problema?
—preguntó Nico—. Que eres demasiado quisquilloso.
—Pero es que todas tienen brazos de
cargador de muelles.
—¿Ves a qué me refiero? —Nico,
consternado, sacudió la cabeza—. Y ahora pretenderás que ninguna
lleve peluca ni dientes postizos. Usa la imaginación, hombre.
Imposible. Peter iba a tener que
despabilarse a base de bien y poner su vida en orden. Nico era un
buen amigo que se esforzaba por sacarle a divertirse, pero lo que
Peter necesitaba en realidad era a alguien que se sentara a su lado y
le explicara lo que había sucedido, ya que él mismo seguía sin
comprenderlo. No podía comentar el asunto con sus padres porque...,
bueno..., no era la clase de tema que se comenta con unos padres. En
concreto, con su madre. Y Nico tampoco era el tipo de persona con
quien uno se siente inclinado a hablar. Su amigo siempre había
creído que las acciones son más elocuentes que las palabras, y su
particular manera de actuar consistía en mostrarse indiferente ante
el mundo y recuperarse de los contratiempos lo antes posible.
Nico señaló hacia el extremo
contrario de la pista.
—Esas dos no están mal —comentó
esperanzado.
Peter siguió el dedo de su amigo. En
lo alto de una mesa, al otro lado de la sala, Lali Esposito, su nueva
secretaria, y una amiga suya estaban ejecutando un baile al estilo de
Britney Spears. Peter tuvo que mirar dos veces, pues no daba crédito
a sus ojos.
—Están buscando lío, ¿no te
parece?
—Tienes razón —coincidió Peter.
—¿Te apetece pasar un rato con
ellas?
—Puede que sí.
Nico se quedó perplejo.
—Venga, vamos —apremió Peter.
La cerveza de Nico se detuvo a medio
camino hacia sus labios.
—¿Cómo? ¿Ahora mismo?
—Sí. Más vale actuar en caliente.
Antes de pensárselo mejor, Peter
atravesó la pista a paso de marcha en dirección a Lali. Demasiado
estupefacto como para articular palabra, Nico le seguía a toda
velocidad.
—¿Qué prisa tienes? —preguntó
elevando la voz—. Ya sabes lo de que sólo los tontos se
precipitan.
—Eso es precisamente lo que me pedías
hace un momento —Peter avanzó a zancadas por delante de Nico hasta
detenerse frente a Lali y la amiga de ésta, quienes seguían
contoneándose sin reparar en su público. Nico y Peter las
observaron, un tanto picados por la curiosidad. Peter no se había
percatado de aquella aptitud en particular durante la entrevista de
trabajo, si es que podía calificarse de esa manera, e ignoraba cómo
podría serle de utilidad durante las horas de oficina; pero el hecho
de que su secretaria supiera moverse de aquel modo le alegraba
sobremanera.
—Hola —dijo Peter tras unos
momentos de desenfrenada admiración. A su lado, Nico se moría de
impaciencia.
Lali bajó la vista y se quedó
petrificada.
—Hola —respondió, mientras a toda
prisa se tiraba hacia abajo del vestido para esconder unas rodillas
la mar de atractivas.
—Así que te ibas a acostar temprano
—observó Peter.
—Y ésta es tu patética discoteca
para solteros —Lali esbozó una amplia sonrisa y Peter la ayudó a
bajar de la mesa—. No hago esto habitualmente —aclaró.
—Lástima —respondió Peter. Nunca
se había alegrado tanto de encontrarse con alguien.
La amiga de Lali también había dejado
de bailar. Nico le rodeó la cintura con los brazos y la bajó de la
mesa.
—¿Qué tal si alguien nos pone al
corriente? —preguntó Nico.
—Os presento a Nico —dijo Peter.
—Y ésta es Cande —añadió Lali.
—Y ésta es Lali —dijo Peter a su
amigo, mientras se fijaba en que éste aún seguía con las manos en
la cintura de Cande—. Lali es mi nueva secretaria. Va a convertir
mi destartalada tienda de coches usados en un imperio floreciente,
aunque no sabe usar el ordenador ni preparar el té.
—¿Y qué más da? —Nico brindó a
Lali su sonrisa más zalamera y luego se frotó las manos—.
Señoritas, ¿nos permiten invitarlas a una copa?
—¿No era una mala idea mezclar el
trabajo y el placer? —preguntó Lali.
—Dadas las circunstancias, considero
que resulta de todo punto esencial —respondió Peter al tiempo que
sonreía.
Capítulo 20
Me muero al pensar que antes de haber
pisado la oficina de Peter en calidad de empleada mi nuevo jefe ha
debido de tomarme por una fulana y una alcohólica. Aun así, no
parece demasiado preocupado. De hecho, da la impresión de que se lo
está pasando bastante bien. Confío en que no me despida por la
mañana.
Creo que me estoy haciendo mayor, ya
que he decidido que los clubes nocturnos son lugares espantosos
llenos de hombres cuarentones que intentan ligar con chicas de
diecinueve años. En el momento en el que vi el rostro de Peter entre
la multitud me invadió una inaudita oleada de alivio. Lo que iba a
ser un suplicio fomentado por Cande se ha convertido en una velada de
lo más agradable, aunque estaría bien que nos pudiéramos oír unos
a otros. El tiempo avanza y debo empezar a pensar en volver a casa
antes de que mi canguro pierda la virginidad. Pero claro, no puedo
explicarle esto a Peter, ya que vive en la dichosa ignorancia de que
soy prisionera..., perdón, de que soy la madre de dos niños que en
este momento se encuentran al cuidado de una persona a todas luces
incompetente.
La música va disminuyendo el ritmo de
manera alarmante. Odio ese momento en las discotecas, ya que siempre
me plantea un terrible dilema. ¿Qué es peor, que nadie te saque a
bailar y tener que merodear por los bordes de la pista o salir
corriendo a los lavabos y quedarte allí el tiempo que duren las
canciones lentas, o que te saque a bailar un monstruo repugnante que
va a pasar al ataque y con seguridad apretará un miembro rígido
contra tu entrepierna?
—¿Te apetece bailar? —pregunta
Peter.
No parece un depredador por naturaleza.
—Nunca he bailado con un jefe
—respondo yo.
—¿Ni siquiera con Donald Trump?
No tengo más remedio que sonreír.
—Ivana no lo permitía.
—En ese caso, consideremos que se
trata de nuestra primera salida de trabajo.
Peter me conduce a la pista y me toma
entre sus brazos. Noto que no está del todo cómodo ante la
situación; yo tampoco me encuentro a gusto. Ha pasado mucho tiempo
desde la última vez que estuve tan cerca de un hombre y me doy
cuenta de que me rodea una barrera invisible. Corre el aire entre
nuestros respectivos cuerpos, lo que agradezco sinceramente. Sin
embargo, mi querida Cande carece de semejantes inhibiciones. En este
momento está adherida a Nico, el amigo de Peter. Se les ve tan
contentos mientras se besuquean sobre la pista de baile, pegados
firmemente el uno al otro, y me pregunto si mañana por la mañana mi
amiga se arrepentirá del exceso de alcohol. En contraste, Peter y yo
nos desplazamos dibujando rígidos círculos, y me apresuro a añadir
que no me refiero a la rigidez a la que hice alusión con
anterioridad. Peter tiene unos ojos preciosos; incluso en este
ambiente cargado de humo consiguen dar un aspecto limpio y bondadoso.
—Gracias por contratarme —digo yo,
más que nada para romper el silencio que mantenemos—. Estoy
convencida de que podré ayudarte.
—Seguro que sí.
—Estás en una posición muy
vulnerable encargándote tú solo del negocio.
Poco a poco nos acercamos a Cande y
Nico. Siento la tentación de propinarles una patada, ya que él ha
deslizado las manos hasta el trasero de mi amiga y a ella no parece
molestarle en lo más mínimo. Yo me inclino por pensar que debería
molestarle, la verdad.
—El otro día leí en el periódico
que hay una pareja de estafadores que se dedican a timar a los
vendedores de coches usados de la zona.
—¿En serio?
—Compran coches con cheques sin
fondos. Llevan años practicando el mismo timo.
—No sigas. —Peter se frotó la
barbilla—. Son una pareja de ancianos dulces e inocentes, ¿verdad?
—¿También leíste la noticia en el
periódico?
Por un momento, una expresión de
agonía le ensombrece el rostro, pero al instante esboza una sonrisa
y, tocándose un lateral de la nariz con aire de quien sabe de lo que
habla, responde:
—Llámalo intuición de empresario.
Noto que me voy relajando entre sus
brazos y pienso que tal vez Peter es mucho más astuto de lo que
parece a primera vista.
Me encanta ++++++++++++++++++++++++++++ Me encanta
ResponderEliminarLo cagaron a peter jaja más!
ResponderEliminarPobre Peter lo embaucaron!Ahora Cande disfruta a lo loco y ellos todos ceremoniosos,sabia q se venía este encuentro y creo q promete esta relación!
ResponderEliminarJajajajajaja pobre peter lo engañaron hahah mas mas mas mas me encanta
ResponderEliminarMaaaas!!!
ResponderEliminarJajajjajaaj Pobre Peter.....acaba de darse cuenta de que lo estafaron.....pobreeeeee
ResponderEliminarHaber si estos dos se ayudan!!!
Te amo sister!!!
MAAAAS!!!!!!!!!!!!!!!
Astuto,jajaja,x ser tan bueno ,lo embaucaron los dos viejecitos.Al final ,le va a tener k dar la razón a Nico ,x el se encontró con Lali ,en esa disco.
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