"El cuento ha cambiado, el zapato no se ha encontrado. Caperucita se come al lobo, el principe se vuelve sapo, la princesa tiene estrias, hay que cenar con la madrastra en nochevieja, el hada madrina se jubiló y los enanos trabajan en el circo."

lunes, 16 de julio de 2012

Capítulos 25 y 26


Hola!! Que tal comenzaron la semana??
Aquí vengo con otros dos capítulos, me alegra mucho que os guste la novela!
Siento no avisar por twitter pero no se que mierda le paso que no me funciona...(la tecnología me odia!)
Besos a todas! Firmen mucho! Se les quiere!!!

Capítulo 25

Cande se incorporó en la cama, envuelta en una sábana y embargada por un cierto sentimiento de timidez. Nico, ataviado con un sobrio traje negro de firma, tomó asiento a su lado y le acarició el cabello.
—Tengo que irme —anunció.
La besó lentamente, mordisqueándole los labios con suavidad. Acto seguido, introdujo un dedo bajo la sábana y le acarició un pezón. Cande notó otra oleada de placer, de las que habían abundado la noche anterior, más de las que podía recordar desde hacía una eternidad.
—Pero me gustaría repetir.
—Nico, es demasiado complicado —Cande sacudió la cabeza. Incluso una única vez había sido una locura—. Ni siquiera sé cómo voy a explicar en mi casa lo de esta noche.
Nico vivía en un elegante apartamento situado en una ostentosa urbanización de Campbell Park. El cristal, el cromo y los suelos de pizarra negra que se veían por doquier hacían juego con la etiqueta del precio. Cande ignoraba cómo sería el resto de la vivienda, pues habían ido derechos al dormitorio cuando el taxi les dejó en la puerta. Pero allí el ambiente era de sexo desenfrenado.
Se trataba de una estancia impecable, varonil, y hasta las consabidas sábanas de seda negra conseguían dar un aspecto de exquisitez.
Cande dirigió la vista a la ventana y contempló el parque, las onduladas colinas y las mullidas ovejas que salpicaban el paisaje, aunque se encontraban en pleno centro de la ciudad. Era el polo opuesto a su chalet adosado, agobiante e inundado de juguetes. A través de las endebles paredes de su casa se oía discutir a los vecinos de al lado, y lo más probable era que los vecinos a su vez escucharan las broncas cada vez más frecuentes entre Agus y ella. Ruborizándose ante la ocurrencia, Cande abrigó la esperanza de que los vecinos de Nico no les hubieran oído la noche anterior. Pasó la mano por la arrugada seda y le vino a la memoria su espantosa funda de edredón de flores, comprada diez años atrás en los almacenes BHS. Pasara lo que pasase a partir de aquel momento, decidió que algunas cosas tenían que cambiar.
Mientras tanto Nico recorría con los dedos la sensible piel del brazo de Cande y la miraba con ojos oscuros y seductores. No cabía duda de que era un hombre atractivo a más no poder y, aunque tenía unos cuantos años más que ella, respondía a la imagen del amante joven, terso y salvaje de una mujer mayor, y es que Cande se sentía de la edad de Matusalén. Nico le recorrió el cuello con los labios.
—Me lo he pasado muy bien.
—Yo también —jadeó Cande.
Nico acababa de afeitarse y olía a loción de aroma potente y precio excesivo. Deseó besarle otra vez y entendió que lo que buscaba era almacenar recuerdos, ya que aquellos momentos eran los últimos que pasarían juntos.
—Nico, no he hecho nunca antes nada parecido.
—Ah, ¿no? —Nico esbozó una amplia sonrisa—. Pues yo sí —le guiñó un ojo.
Cande le dio una palmada en el brazo.
—No te burles.
—No me estoy burlando —repuso él—. Formas parte de una larga fila de mujeres casadas a las que he atraído con señuelos hasta mi nido de amor con el propósito de seducirlas.
Cande se mostró desolada.
—¿Hablas en serio?
—No —respondió Nico—. Eres la única. Te lo prometo.
Pero Cande no sabía si podía creérselo de verdad. Le costaba imaginar que Nico anduviera escaso de mujeres —casadas o no— deseosas de mantener calientes sus sábanas negras.
—Venga. Si quieres, te llevo a casa —dijo Nico—. Me queda de camino.
La casa de Cande no le quedaba de camino ni por lo más remoto. Nico trabajaba en una de las instituciones financieras que habían trasladado su sede central a las afueras de Londres para aprovechar los alquileres más bajos que la nueva ciudad de Milton Keynes ofrecía. Se dedicaba a algo que sonaba emocionante e importante, aunque, para ser sincera, no recordaba bien de qué se trataba. Se preguntó si se acordaría de esa noche cada vez que pasara por la oficina de él.
—Prefiero que no —respondió Cande.
Nico se levantó, aunque a regañadientes.
—Disfruta de las instalaciones —hizo un gesto en dirección al cuarto de baño incluido en el dormitorio.
—Gracias.
Era temprano, pero había que empezar a ponerse en marcha. Tenía unas niñas que alimentar, una casa que limpiar y un marido al que pedir disculpas. Menos mal que esa mañana en concreto una amiga de Lali iba a llevar a Bruno a Tumble Tots, el centro de actividades infantiles. Temblaba al imaginar qué diría Agus si la amiga de su mujer se presentara con un niño vociferante bajo el brazo cuando no había rastro de la dueña de la casa.
—No te des prisa —dijo Nico—. Quiero imaginarte en mi casa mientras estoy trabajando. Aunque si tienes la intención de registrar mis cosas en cuanto me marche, te diré que las fotografías comprometedoras de mis ex novias están en una caja de zapatos, en la parte izquierda del armario.
Cande esbozó una sonrisa.
—¿Por quién me tomas?
Nico la besó apasionadamente.
—Por una mujer preciosa y muy, muy sensual —soltó a Cande y se encaminó hacia la puerta—. Ya sabes cómo encontrarme si cambias de opinión —dijo—. Llámame siempre que puedas.
—Sí —respondió Cande, a sabiendas de que jamás lo haría.

Capítulo 26

Me las he arreglado para motivarme a mí misma a salir de mi estupor y, en efecto, estoy trabajando un poco. Peter parece más aterrorizado que agradecido por el hecho de que me haya recuperado; pero creo que se debe a que tengo todos sus papeles esparcidos por el suelo de la oficina con el propósito de organizados. Admito que, de momento, el desorden es mayor que cuando empecé, aunque estoy convencida de que la situación es transitoria.
Haría este trabajo sólo por diversión, en serio. ¿Qué estaría haciendo ahora mismo si me hubiera quedado en casa? Imagino que planchando, viendo el concurso Cuenta atrás en la televisión —bajo el falso pretexto de mantener el cerebro despierto—y decidiendo qué OCNI (objeto congelado no identificado) podría sacar del congelador y transformar en una cena de alto valor nutritivo.
En la oficina, la jornada ha discurrido en calma, lo que no es precisamente bueno, ya lo sé; pero al menos Peter y yo hemos tenido tiempo para conocernos un poco mejor. Ahora sé que ha vuelto a vivir con sus padres y que detesta la situación, que no tenía la intención de dedicarse a la venta de coches de segunda mano y que no acaba de entender por qué lo hace. Sé que deseaba con todas sus fuerzas tener hijos y que estaba muy enamorado de su mujer. Y sé que Eugenia tenía que estar loca de remate para abandonarle, aunque sospecho que, a poco cerebro que tenga, ella también opina lo mismo.
¿Por qué no pude conocer hombres buenos como Peter en mi tortuoso recorrido por el universo del amor? ¿Y por qué las mujeres que conocen hombres buenos siempre terminan abandonándoles por culpa de un hijo de puta? ¡Ay, qué cruel es la vida!
Pongo freno a mis divagaciones cuando suena el teléfono, aunque ambos tenemos dificultades a la hora de localizarlo, ya que se encuentra enterrado bajo una avalancha de papeles, que están perfectamente organizados, debo añadir. Lo que pasa es que, a simple vista, no da esa impresión.
Por fin, doy con el aparato.
—Peter Lanzani Internacional —respondo al tiempo que dirijo una sonrisa a Peter—. ¿En qué puedo ayudarle?
Es Eugenia, quien se identifica de una manera un tanto seca para mi gusto.
«Doña Culo de Aerobic», anuncio a Peter moviendo los labios en silencio.
Con un resoplido de desgana, se pone al aparato.
—Hola, Eugenia —dice con tono animado.
Levanto los pulgares hacia arriba en señal de aprobación.
—Sí. Sí. Sí —corea él.
Maldita sea. Así no hay quien se entere de qué va la conversación.
—Sí. Sí. Sí —prosigue—. Sí. Sí. Sí. De acuerdo, adiós.
Cuelga. Y no dice nada.
—Soy tu ayudante ejecutiva y asesora comercial —le recuerdo tras un intervalo apropiado—. Eso significa que debes contármelo todo.
Peter tiene la mirada perdida en la media distancia.
—Quiere verme. Esta noche.
—¿Y has aceptado?
Peter se encoge de hombros.
—¿Qué otra cosa podía decir?
Esto no tiene buena pinta, me parece a mí. No, no tiene buena pinta en absoluto.

5 comentarios:

  1. pues que bien, ahora llega eugenia a estropear lo que sea que haya empezado entre estos dos........y ahora que quiere???

    Quiero mas!!!!!!!!

    te amo hermanilla!!!!!!!!!

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  2. Euge es dev temer y Peter me parece q es tan blando q le sacan lo q quieren!
    En cuanto a Cande si q tiró la chancleta!JAJA y parece q no la pasó nada mal!

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  3. Cande ,x dios cambia al "setuo"k tienes en el sofá ,x esa joyita,todo adulación.Lali,y su movimiento d labios ,doña culo d aerobig,jajaja.¡K poco espíritu Lanzani ,a todo k si,si,si,¡déjala plantada!.¡Pobre mi Lali ,ya piensa k todo va mal ,y ni siquiera comenzó.

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  4. Hahah Eugenia lo va. Arrunar tan bn w veníamos Che ...mas
    Mas
    Mas

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  5. Zorra eugenia!!! Espero q peter sepa bien lo q hace más!!

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