Hola!! Aca vengo con el capitulo 7! Hoy tengo ganas de hacer un pequeño maratón así que ya saben!! Espero que les guste! El reencuentro esta cerca!!
Un beso a todas! Os quiero!!
5 firmas y subo otro!!!
Peter estaba sentado en la mesa del comedor de casa de sus padres y se preguntaba cómo se las había ingeniado —tras lo que parecía una interrupción alarmantemente corta— para completar un ciclo de su vida y volver a ocupar su antiguo dormitorio y a probar las comidas de su madre, al estilo de los años cincuenta.
—Vamos, Juan Pedro, termina de comer
—le apremió su madre—. No podemos perdernos la canción del
comienzo.
Peter soltó un gruñido y contempló
la montaña de tarta de melaza que aún ocupaba su plato, a pesar de
que ya había devorado más de la mitad de la ración. Sólo con
mirarla, notaba que los dientes se le llenaban de caries.
—Mamá, esto es como volver al
comedor del colegio. No tienes por qué prepararme un postre
nutritivo e indigesto todas las noches.
—Mis postres «nunca» son indigestos
—su madre temblaba de indignación—. Además, tu padre no podría
pasar sin su tarta de melaza.
—Entiéndelo, mamá; Eugenia era una
fanática de la comida sana —y una nutricionista cualificada. Nada
que tuviera calorías, conservantes con código E o incluso sabor
encontraba sitio en su nevera. Resistía cualquier intento por parte
de la madre de Peter de invitarles a cenar, pues sabía que se vería
obligada a ingerir alimentos que tardaría unos dieciocho días en
digerir—. Estoy acostumbrado a subsistir a base de verduras a la
plancha, yogur y tofu.
—Esas cosas ni se mencionan en esta
casa —el mero pensamiento provocaba escalofríos a su madre—. No
es comida para un hombre. Si Eugenia te hubiera dado brazo de gitano
todas las noches, a lo mejor no estarías camino de los tribunales
para conseguir el divorcio —Claudia se sacó un pañuelo de la
manga y se puso a sollozar con delicadeza.
—Mamá... —Peter le colocó una
mano sobre el brazo—. No estamos camino de los tribunales. Todo se
está llevando de mutuo acuerdo.
—Te refieres a que Eugenia te ha
chupado la sangre y a ti te ha dado lo mismo.
—Mamá...
—Entonces, ¿por qué has vuelto a tu
habitación de niño mientras ella sigue instalada con toda comodidad
en vuestra casa, tan nueva, tan preciosa? Díselo, Martin.
El padre de Peter, absorto en la
degustación de su tarta de melaza, levantó la vista sin pronunciar
palabra. Peter paseó la vista por el comedor en el que, desde la
infancia, había cenado a diario. Los robustos muebles de caoba
seguían siendo los mismos, al igual que el papel de las paredes, con
un estampado de rosas. La moqueta continuaba desentonando
escandalosamente con el papel, y Peter aún lamentaba no tener uno o
más hermanos que le ayudaran a dejar de ser el centro de atención
de su madre.
Sus padres llevaban casados más de
cincuenta años. La celebración de sus bodas de oro —un suntuoso
banquete a base de rollos de hojaldre con salchichas y vino de mesa—
no era más que un recuerdo borroso y distante. Formaban un
matrimonio estoico de los que apenas quedaban ya. Peter admiraba la
tenacidad de ambos, su mutua lealtad, pero no acababa de entender por
qué su padre no había asesinado a su mujer años atrás. Y a menudo
se había preguntado si su madre, en el caso de que hubiera tenido
independencia económica, como Eugenia, habría abandonado a su
marido, como ésta había hecho con Peter.
Al parecer, el matrimonio era una
institución que ya nadie respetaba, sobre todo en Gran Bretaña. Esa
misma mañana el abogado le había comentado con tono jovial que el
Reino Unido disfrutaba de la mayor tasa de divorcios en Europa, y que
las cifras se habían ido desplazando hasta una inquietante
proporción, según la cual uno de cada dos matrimonios acababa por
fracasar. De una manera un tanto extraña, Peter se alegraba, pues al
menos el sufrimiento era compartido.
—Yo me quedo con el negocio, mamá.
Claudia soltó un bufido de desprecio.
—Y seguro que Eugenia venderá la
casa. Con el tiempo. Me dijo que Axel... —se atascó al pronunciar
el nombre del nuevo amante de su nuera—, que Axel tenía problemas
para conseguir una hipoteca.
En opinión de Peter, una de las
numerosas ventajas de los trabajadores autónomos consistía en que
nadie estaba dispuesto a prestarte dinero, a menos que tuvieras en el
banco la cantidad suficiente como para no necesitarlo.
—Parece un buen hombre —observó su
madre.
Peter se quedó inmóvil, sosteniendo
la cuchara en el aire.
—¿Cómo lo sabes?
Claudia se mostró más avergonzada que
nunca; es decir, dejó entrever una ligera turbación.
—Mamá, no serás clienta de Axel,
¿verdad? Dime que no.
—Tiene una carne para guisar
estupenda —protestó Claudia—, la mejor de por aquí. Y los
precios son más baratos que los de la carnicería del otro lado de
la calle.
Peter negó con la cabeza.
—Lo que me quedaba por oír.
De todas las carnicerías del mundo,
Claudia había ido a elegir la del rival en amores de su propio hijo.
¿Dónde estaba su lealtad para con Peter? Éste sintió ganas de
golpearse la cabeza sobre la robusta mesa del comedor.
Su madre le arrebató el plato del
postre.
—Vayámonos de una vez o nos
perderemos No rompas más mi pobre corazón.
Peter se impulsó hacia atrás y se
puso de pie.
—Que quede bien clara una cosa: no
pienso ponerme ningún sombrero tejano.
Q difícil ha de ser volver a casa "de mamá "y aguantar todo eso!Pobre Peter!
ResponderEliminarme gusta la idea de la maratooonnnn!!!!
ResponderEliminarQUIERO MAS NIVEEEEEEEEE!!!!!....
Besos q estes bien...!!!!! ♥♥♥
Jajajaja......en serio lo digo, Peter me da mucha pena....
ResponderEliminarVoy a por el otro!!
Te amo!
Lo k tiene k aguantar Peter ,x ser tan bueno.
ResponderEliminarLo que me he reido con este capi no tiene nombre
ResponderEliminarjajajajajajaja
Volver a la casa de papa y mama es lo peor que te puede pasar en la vida y mas cuando no se llevaban bien con tu " pareja " y ahora te acusan de no hacer nada por salvar el matrimonio
jajajajajajaajajajajajaj
MAS
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