"El cuento ha cambiado, el zapato no se ha encontrado. Caperucita se come al lobo, el principe se vuelve sapo, la princesa tiene estrias, hay que cenar con la madrastra en nochevieja, el hada madrina se jubiló y los enanos trabajan en el circo."

jueves, 12 de julio de 2012

Capítulos 17 y 18


Hola!!! Me alegro que os este gustando la nove!! Aqui vienen otros dos capítulos!!!
Besos! Os quiero!!!

Capítulo 17

Cuando Cande irrumpió alegremente en el salón, Agus, Ellie y Charlotte se encontraban sentados en el sofá viendo cómo un personaje famoso trataba de correr los cien metros en el programa Superstar Sports. Decir que estaban pegados al televisor era quedarse corto. El Superglue de alta adherencia no habría conseguido mantenerlos aferrados a la pantalla con tanta firmeza. Ninguno de los tres miró en la dirección de Cande.
—¡Tachan! —bramó ella en un intento de provocar algún tipo de reacción.
Con aire desganado, Ellie y Charlotte apartaron la vista de los jadeantes famosos de tercera categoría. No así Agus, cuyos ojos siguieron firmemente adheridos a los pechos exuberantes y saltarines de Nell McAndrew.
Sus hijas, ya bañadas y enfundadas en sus pijamas con estampado de vaca en blanco y negro, presentaban un aspecto adorable. Ellie se chupaba los mechones de su largo cabello rubio mientras que Charlotte, que apenas tenía pelo aún, se contentaba con el chupete. Su marido, por desgracia, resultaba mucho menos adorable. Estaba repantingado en el sofá, vestido con un chándal que había conocido tiempos mejores —de hecho, el verano anterior Cande había decretado que fuera de uso exclusivo para labores de jardinería—. La barba incipiente le aportaba un tono gris a la cara y le hacía falta un buen corte de pelo.
—¿Parezco una mujer capaz de despedazar a un hombre y comérselo vivo?
—Sí —respondió Ellie, que era toda la aportación que se podía esperar de una niña de tres años. Charlotte, de doce meses, aplaudió con entusiasmo.
Por fin Agus levantó la vista.
—Sí —dijo antes de devolver su atención al televisor.
Sólo hasta cierto punto Cande estaba dispuesta a echar la culpa de semejante letargo doméstico a las presiones del trabajo de Agus. Por término medio, la jornada laboral de los británicos es la más larga de Europa, si es que uno se cree lo que dicen en los periódicos, y en ese sentido Agus no era una excepción. Llevaba diez años con el mismo trabajo monótono, abriéndose paso a diario entre el tráfico, cada vez peor, para acudir a oficinas a reparar equipos informáticos que invariablemente habían sido inundados de café, golpeados con algún objeto contundente o que ni siquiera habían sido enchufados. No sólo estaba destruyendo su alma, sino también el matrimonio de ambos. La aversión de Agus hacia su empleo —o, por lo que parecía, hacia cualquier clase de profesión— estaba pasando factura a la vida cotidiana de la pareja. A los treinta y cinco años, en lugar de salir a buscar un trabajo mejor y más estimulante, Agus se dedicaba a malgastar su vida mientras soñaba con la jubilación. Bueno, pues de ninguna manera iba a malgastar también la vida de su mujer.
Cande se puso con los brazos en jarras.
—¿Sabías que el hecho de ser esposa y madre se considera una ocupación valiosa en algunos países?
—¿En cuáles? —masculló Agus.
—No lo sé —admitió ella—, pero tal vez deberíamos mudarnos a uno de ellos.
La mayor parte de las discusiones que mantenían últimamente tenían que ver con el hecho de que, en palabras de Agus, Cande se daba la gran vida al quedarse en casa cuidando a las niñas mientras que él tenía que salir a ganarse el pan. ¿Acaso el idilio de la vida familiar no consistía precisamente en eso? Todo ese asunto de la emancipación estaba muy bien; pero ¿era verdad que el deseo de la mayoría de las mujeres consistía en hacer malabarismos entre un empleo agotador y una vida doméstica igual de agotadora? Cande deseaba quedarse en casa y cuidar de sus hijas. ¿Qué tenía de malo? Sólo había que fijarse en lo descuidada que se estaba volviendo Lali, y eso que aún no había empezado a trabajar en serio.
Agus se quejaría de su suerte —muy a menudo, por cierto—, pero lo único que tenía que hacer tras una dura jornada de trabajo era sentarse erguido el tiempo suficiente para cenar y luego tumbarse frente al televisor. Cande no terminaba su jornada hasta que caía derrengada en la cama, sin fuerzas para hablar y aún menos para hacer cualquier otra cosa. Y menos mal, porque desde mucho tiempo atrás la actividad bajo las sábanas no era demasiado intensa. Cande podía contar con los dedos de una mano las veces que Agus y ella habían tenido relaciones íntimas desde el nacimiento de Charlotte. Por el contrario, se quedaría sin dedos de las manos y los pies a la hora de calcular las discusiones sin sentido en las que se habían enzarzado durante el mismo periodo.
Cande cogió su bolso. Era hora de marcharse. Pensó en despedirse de Agus con un beso, pero cambió de opinión.
—Hasta luego —dijo.
Agus suspiró profundamente. Se había mostrado en contra de que las niñas durmieran fuera de casa, pero era mucho más complicado ver la televisión con ellas que a solas.
—Sí.
Cande se dirigió al vestíbulo y agarró su cazadora. Antes de ponérsela, se contempló con aire tranquilo en el espejo de cuerpo entero situado junto a la puerta.
«Estás preciosa», se dijo. Bueno, si no exactamente preciosa, desde luego más que pasable. Nada que unos cuantos kilos de menos y un estiramiento facial no pudieran solucionar. Se sujetó hacia atrás las mejillas. Parecía años más joven.
«Bestia sexual —gruñó— Grr...»
De pronto, una oleada de incertidumbre le invadió las entrañas y se quedó mirándose en el espejo cara a cara.
«Eres una bestia sexual —se dijo con firmeza—. Y no permitas que tu marido ni ninguna otra persona te convenzan de lo contrario.»

Capítulo 18

Estoy preparada y deseando ponerme en marcha. Sé que unas cuantas copas de mi viejo amigo chardonnay me ayudarán a ponerme a tono. Apenas me reconozco a mí misma, ya que he sacado uno de mis rutilantes conjuntos antiguos del fondo del armario —curiosamente, estaba justo al lado del traje del entierro— y he encontrado unas sandalias absurdas que hasta la mismísima Allegra ha calificado de súper guay.
Mis dos hijos, milagrosamente, están ya en pijama, proeza por lo general inalcanzable sin varias horas previas de persuasión. Por una vez, todo va sobre ruedas. Además, la canguro ha llegado. No soporto dejar a mis hijos con otras personas y sé que mantendré una batalla constante con mi conciencia para no llamar a casa con el móvil cada diez minutos a comprobar que siguen respirando. Cuando no se sale de casa a menudo resulta inevitable perder la costumbre.
La canguro se llama Vicky y me la ha recomendado una amiga a la que veo con frecuencia en el patio del colegio de Allegra. Según dicen, es muy buena, aunque no sé a ciencia cierta lo que significa ser buena en el caso de una canguro, a no ser que consista en asegurarse de que los niños sigan vivos cuando los libertinos padres regresen a casa borrachos como cubas. Sin embargo, Vicky se ha presentado con su novio, del que no estoy muy convencida; además, se llama Lee y eso me resulta de lo más sospechoso. Todos los Lee que he conocido han sido juerguistas lascivos con más tentáculos que un pulpo. También recuerdo lo que yo me traía entre manos cuando conseguía convencer a alguien de que me contratara de canguro junto a un chico que se llamaba Lee. Los dos recién llegados tienen dieciséis años y, no sé por qué, se me ha ocurrido dejarles en la nevera unas botellas de Bacardi Breezer, y también he echado la casa por la ventana y me he gastado tres libras en una pizza congelada Iceland. Soy una estúpida redomada. Vicky y Lee están «sobándose», como se decía en mis tiempos. Los muslos de ambos se frotan entre sí de manera casi imperceptible y ellos se piensan que no me doy cuenta, aunque no pierdo detalle. Da la impresión de que están deseando ponerse en faena. Ya estoy arrepentida de haber quedado esta noche.
—Estás muy guapa, mamá —suelta Allegra de sopetón.
—Gracias, cariño.
—¿Vas a encontrarnos un padre nuevo esta noche?
No tengo palabras para expresar lo mucho que me duele su pregunta.
Vicky y Lee sueltan una risita. Voy a volver a meter esa pizza en el congelador. Me entran ganas de decirles que deberían tener ambiciones más altas en sus jóvenes vidas, en vez de limitarse a explorar el contenido de la ropa interior del contrario. Ahí fuera hay un mundo gigantesco. Deberían estar haciendo planes para viajar a otros países, escalar montañas o matricularse en la Universidad. Pero mira quién habla. A su edad, yo era exactamente igual. La cúspide de mis sueños consistía en encontrar algún progenitor agobiado que me pagara bien por disfrutar una relativa intimidad en la que besuquearme hasta el aburrimiento con mi novio de turno durante unas cuantas horas.
—Me parece poco probable —el tipo de hombre que voy a conocer en esa discoteca será posiblemente el tipo de hombre del que debo huir como de la peste. Pero claro, ¿adonde acuden las mujeres con apuros financieros, de mi edad y de mi estatus humilde, a encontrar hombres pasables? Contemplo a la pareja de canguros con el ceño fruncido—. No volveré tarde.
Vicky hace un gesto de afirmación.
—De hecho, puede que regrese bastante temprano.
Vicky vuelve a asentir; esta vez se nota un mayor grado de insolencia en la inclinación de cabeza. Lee se ríe por lo bajo.
—A lo mejor estoy fuera sólo un rato. Podría volver en cualquier momento.
Vicky no parece convencida.
—A la cama a las nueve —miro a Vicky a los ojos—. Me refiero a ellos —aclaro mientras señalo a Bruno y Allegra—, no a vosotros.
Mi canguro suspira.
—Sed buenos —entonces me giro hacia Allegra y Bruno—: Y vosotros también.
Con la sensación de que ya me han incluido en el registro de los Servicios Sociales para investigarme a fondo, me encamino hacia la puerta. A mis espaldas, Vicky masculla:
—Venga, vamos a sacar la lengua a mamá.
Pero no puedo morder el anzuelo; de otro modo jamás volveré a tener una vida social.

5 comentarios:

  1. jajaja Por el bien de los dos espero que se encuentren por ahí, porque a los pobres no les puede ir peor

    Quiero mas!!!

    Te amo hermanilla!!!!

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  2. ¡K vida la d Cande!,tan triste como la d Lali,ya me la veo en el mismo despacho d abogados d divorcios k ella.Lali y sus miedos ,jajaja,ella era igual.

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  3. Hola soy nueva lectora me encanta me LEI las dos no es hasta igualarme cn esta hahah espero q se encuentren ..besos

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  4. Me encanta esta genial. Que se encuentren ya plis!!!

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