Hola!! Se que hace muchisimo tiempo que no subo pero no he tenido mucho tiempo últimamente!
Entre las fiestas de mi pueblo, vacaciones visitando a una de las personas mas importantes de mi vida y que tengo nueva casa (y la mudanza no se hace sola, os lo aseguro!) no he tenido tiempo para subir ningún capitulo.
A partir de ahora intentare subir mas seguido, lo prometo. GRACIAS a las que han seguido entrando en el blog, Espero que os siga gustando la novela!!
Se os quiere!! Besos a todas!
Capítulo 39
Lali se había quitado la chaqueta del
elegante conjunto rojo y Peter pensó que la fina blusa negra que
llevaba debajo era la prenda más sensual que jamás se había visto
en aquella oficina. Llevaba toda la mañana esforzándose en dejar de
mirarla, pues no era la conducta más adecuada para un hombre que
podría estar a punto de abandonar la soltería por segunda vez. Pero
es que la blusa era provocativa a más no poder. Había que estar
ciego, y no sólo casado, para no darse cuenta.
Su ayudante ejecutiva, entre otros
títulos que el puesto acarreaba, había dejado de archivar los
documentos alegando que resultaba demasiado aburrido —lo cual era
una lástima, pues los papeles seguían esparcidos por el suelo— y
se había pasado al ordenador, ante el que aporreaba una torturada
tecla detrás de otra con lentitud exasperante. Peter no pudo evitar
una sonrisa. Lo que a Lali le faltaba en cuanto a conocimientos de
secretaria lo compensaba con su empeño y determinación, y el hecho
de que fuera una mujer deliciosa no mermaba en modo alguno sus
talentos. Lali se pasó la lengua por los labios en señal de
concentración al tiempo que clavaba la vista en la Pantalla, y
semejante actitud provocaba una serie de alteraciones en su anatomía
que para Peter resultaban una tortura. Concluyó que, como había
regresado a su dormitorio de adolescente, sus hormonas también
habían vuelto a esa fase de la vida. Pudiera ser que Nico le llevara
otra vez al CINCUENTA POR CIENTO, donde encontraría a una divorciada
con cara de perro deseosa de que alguien se la llevara a la cama.
Pero claro, no estaba bien pensar en esas cosas ahora que iba a
volver con Eugenia.
Cierto era que aquella mañana había
sentido más deseos de acudir a la oficina que desde hacía meses,
acaso años. Había tenido tanta prisa por llegar a tiempo a trabajar
que se había zampado su desayuno de huevos con beicon a toda
velocidad, lo que había traído consigo otra amonestación por parte
de su madre. Claudia era partidaria de mezclar en un mismo plato la
dieta del doctor Atkins con algo que podía calificarse como
«carrusel de carbohidratos». La montaña de comida yacía en su
estómago pesadamente.
Se las había arreglado para regresar a
casa tras su encuentro con Eugenia sin que su madre se diera cuenta,
lo que rayaba en el milagro, ya que no se le pasaba una. Sin embargo,
durante el desayuno Claudia le había estado lanzando miradas de
reojo. Menos mal que se había sujetado la lengua y no le había
interrogado sobre su supuesta cita con la luchadora de barro. Se
habría encontrado con una respuesta peor de la que esperaba.
Peter consultó su reloj.
—Tenemos que marcharnos —anunció—.
El señor Hashimoto es un fanático de la puntualidad y quiero darle
una buena impresión.
Lali abandonó el ordenador.
—En Japón son muy quisquillosos con
los buenos modales, ¿no es verdad? —Lali lanzó a Peter una mirada
nerviosa—. ¿Seguro que no te importa que te acompañe?
—No, nada de eso —le aseguró él—.
Será genial.
Lali se levantó, se alisó la falda y,
a Dios gracias, volvió a ponerse la chaqueta. Si su ayudante
permanecía completamente vestida, quizá él sería capaz de
concentrarse en la reunión de trabajo. Lali se abrió camino a
través de los montones de papeles esparcidos por el suelo.
—¿Crees que podríamos continuar
mañana con la organización de los papeles? —preguntó Peter.
—Quizá —respondió Lali con cierta
displicencia—. Estoy priorizando. He pensado que mi primera misión
va a consistir en elaborar la declaración de objetivos de la
empresa.
—¿Y si el primero de esos objetivos
fuera devolver los documentos a sus ficheros correspondientes?
Lali le agarró por el brazo y le
condujo hacia la puerta.
—Te preocupas demasiado.
Peter agarró su maletín al pasar.
—¿Necesitas hacer pis antes de que
nos marchemos? —preguntó Lali.
Peter parpadeó en un intento por
ocultar su sorpresa. El rostro de su ayudante adquirió un atractivo
tono remolacha.
—¿Pis?
—Puede que el camino sea largo
—repuso Lali con la voz quebrada.
—Sí, es largo —respondió Peter—.
Vamos a Londres. Hemos quedado en Nobu, el restaurante preferido del
señor Hashimoto.
Lali se mostró horrorizada.
—Sabía que íbamos a un sitio
elegante, pero no tanto. ¿Seguro que voy bien arreglada?
—Para mí, estás muy bien —dijo él
aclarándose la voz—. Perfecta, diría yo.
—Gracias.
En el exterior les esperaba el coche de
Peter. Lali lanzó una única mirada al destartalado vehículo y
volvió la vista hacia su jefe.
—Llevaremos el mío —decidió—.
Está en unas condiciones ligeramente mejores.
—Podríamos coger uno de ésos —Peter
hizo un gesto en dirección a las hileras de automóviles usados.
—No tenemos tiempo de quitar todas
esas pegatinas.
—De acuerdo; pero mañana compraré
unas ruedas mejores, te lo prometo.
—Tienes que pensar en tu imagen —le
amonestó Lali—. Deberías conducir un coche como es debido.
—Tienes razón —ahora era el nuevo
Peter, experto en negocios, pero siempre se le olvidaba—. También
tú deberías mejorar de coche. Allí hay un pequeño Corsa que
puedes utilizar.
—¿Un coche nuevo? —sintió que le
iba a dar un infarto.
—¿Te gustaría?
—Estaría en deuda contigo
eternamente.
—Decidido —concluyó Peter—.
Corre bien. Es de fiar. También tenemos que pensar en tu imagen.
Mañana lo organizamos todo.
—Mañana —repitió Lali con un
aturdido gesto de aprobación con la cabeza antes de consultar su
reloj— Más vale que nos pongamos en marcha.
—¿Sabes? —dijo Peter—. Creo que
voy a hacer un pis, después de todo.
—Buena idea —aprobó ella—. Y yo
voy a calentar el motor del montón de chatarra.
Capítulo 40
Sonaron tres timbrazos antes de que
Nico contestara al teléfono, el tiempo suficiente para que a Cande
le flaquease el valor. A pesar de las promesas a Lali y a sí misma,
tenía que hablar con él una vez más. Sólo una vez y punto.
—Aquí Nico Riera.
Su voz sonaba enérgica y formal. Cande
le imaginaba en su elegante oficina urbana, enfundado en su elegante
traje urbano, y la visión resultaba muy diferente a la que guardaba
de su noche de pasión con él.
Cande volvió la vista hacia los niños,
dormidos a su espalda.
—Soy yo —dijo con tono vacilante.
—¿Y de qué «yo» en concreto se
trata?
En su timbre suave se apreciaba una
nota de burla.
—Yo, la de anoche —respondió
Cande, haciéndose tirabuzones con los dedos—. Ha sido una mala
idea, lo siento.
—No, nada de eso —susurró Nico al
auricular—. Ni siquiera es la hora de la comida y ya te echo de
menos.
—Sólo quería darte las gracias.
Nico se rió.
—De nada. El placer fue mío.
Bueno..., no sólo mío, me da la impresión.
Cande suspiró.
—Eres estupendo, Nico.
—En ese caso, queda conmigo para
comer.
—¿Para comer? —ahora le tocaba a
Cande echarse a reír. Para ella, el almuerzo solía consistir en
unas cuantas varitas de merluza que masticaba al tiempo que
balanceaba a un niño en la cadera—. No soy la clase de mujer que
queda para comer.
—Pues quizá deberías empezar a
serlo —sugirió él.
Cande vaciló. Le encantaría ser de
esas mujeres que dan pequeños mordiscos al queso de cabra al horno,
que comen ensalada de rúcula con puntas de espárragos tiernos y
unas gotas de vinagre balsámico. En cambio, se había convertido en
un ama de casa que compraba pizzas congeladas en la sección de
ofertas del supermercado y las acompañaba nada más y nada menos que
con exóticas patatas fritas congeladas de corte grueso. Ya no sabía
lo que era ingerir alimentos que no se pudieran mojar en tomate
ketchup.
—Una hora —suplicó Nico—. No
tardaremos más. Sólo hablo de una hora en todo el día; no es mucho
pedir.
A su lado, Charlotte se despertó.
Igual daría que Nico le estuviera pidiendo la mismísima luna.
—Nico...
—Venga, vive peligrosamente por una
vez.
Cande levantó la vista hacia el
televisor. En la pantalla se veía un anuncio de detergente para
lavadoras en el que se exponían las virtudes de las toallas
ultrablancas, que hacían que tu familia te quisiera más. Un
personaje famoso de segunda categoría sostenía en alto un paquete
del mencionado detergente:
—Como toda ama de casa sabe, no hay
mayor alegría en la vida que otorgar a sus toallas el resplandor
Ultra-White.
A Cande se le ocurrían muchas otras
cosas para proporcionarle alegría en la vida que no tenían nada que
ver con el detergente para lavadoras. Y una de ellas se encontraba en
este momento al otro lado del teléfono. El estómago se le encogió.
—De acuerdo —hizo un gesto de
asentimiento—, nos vemos para comer.
Que bueno q hayas retornado!! Se extrañaba!! Me encanta la nove, espero que peter se avive y no vuelva con la ex!! Más!
ResponderEliminarQue bueno que volviste amor!!
ResponderEliminarA ver si estos se ponen las pilas porque a lentos no los gana nadie.....
TTM!!!!
Volviste!!!!!!! Me alegro mucho!!! Me gustaron mucho las capitulos!!!
ResponderEliminarQ bueno q hayas vuelto!Y cuantas novedades tienes!Gracias por subir!
ResponderEliminarUnas vacaciones no se le niegan a nadie ,pero k bueno k ya estás d nuevo x aquí.¡¡Peter!k no se le ocurra volver con su ex,aunque parece k lo tiene decidido,¡está loco d atar!.Lali parece su conciencia.
ResponderEliminarpasden por mi blog hay nove
ResponderEliminarhttp://novelaslaliterxsiempre.blogspot.com/
http://casijuegosca.blogspot.com.ar/ pasate!! novela yo leere la tuya desde el principio :)
ResponderEliminarSeguiiiiiiiiiiiiii😊😉👍👏
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